Bronca futbolística

6 de enero de 1931 en el Patronato. Día de Reyes y partido amistoso entre el Betis, líder de la Segunda División, y el Alavés, destacado equipo de la Primera División.
El Betis se impone 5-2 en un partido festivo y jugado al ataque por ambos conjuntos. Pero cuando menos se lo espera uno se produce un incidente entre dos futbolistas. El defensa alavesista Ciriaco arrebata el balón al delantero bético Romero, y éste le suelta una patada, ante lo que el jugador vitoriano se revuelve y le suelta un puñetazo. Ambos jugadores se ensarzan en una pelea, ante lo que son expulsados, teniendo que saltar al campo los guardias.
En el periódico sevillano La Unión del 8 de enero de 1931 aparece un artículo titulado «Broncas futbolísticas» escrito en clave de humor. Pero muchas de las cosas que en él se aventuraban como el futuro ya las tenemos por normales en el día de hoy.
¡A las buenas tortas¡. En medio del partido, al que parece que le está destinado un curso normal y sometido a leyes, dos jugadores interrumpen el ritmo de la fiesta.
Hay bronca. Varios guardias caen sobre el campo, interviniendo.
El objetivo sorprende todos los gestos. Unos son cómicos, no obstante la tragedia que en aquel momento los aureolaría. Otros tienen una línea clásica, de diseño pictórico, armoniosa postura, en la que hasta el doblez de una rodilla compone la inconsciente pose.
Hasta en esto el Fútbol da de sí arte. La máquina fotográfica recoge lo puro de la espontaneidad. Los jugadores en bronca podían componer otro aspecto del Fútbol hasta ahora inexplotado por los clubs. Igual que un fotógrafo se afana por sorprender una parada de Zamora, en la que su silueta se estira, ahilándose artísticamente, y deshumanizándose, llegará un momento , a fuerza de broncas futbolísticas, en que las fotos de los partidos nos darán bellos cuadros compuestos que redimirán lo feo del hombre en pelea.
Para esto será necesario que a los jugadores se les entrene no sólo en jugar, sino en pegarse. Y se anunciarán partidos CON o SIN broncas, según los precios. Sería también un sistema de atraer al fútbol a los pocos «no futbolistas» que quedan. Quien no fuera por el interés de ver meter un «goal», iría de buen grado por el gusto de ver arrear un tortazo cumbre.
La patada de la tarde. ¿Veis esa infeliz criatura, encogida, amagada por veinte manos? Su vientre es un molino doloroso en ese momento, y su cabeza da vueltas rojas en medio de una pesadilla de suplicio. Le han atizado la patada más completa del siglo.
Los clubs, tan activos en agenciarse dinero para sostener el fútbol, debían instalar «Academias de patadas».
Por más que esto más bien incumbe a los jugadores viejos, a quienes ya sólo les queda la maestría, la experiencia, la teoría, el recuerdo y el reuma. Jugadores ya jubilados a quienes la vida les pone en el dilema de dejarse morir sin dinero y sin gloria o estirar, a fuerza de reclamos, sus ridículas exhibiciones en campos transigentes.
Se anunciarían así: «Gran academia de patadas futbolísticas. Director, don Juan Juanín (Maquinito), exjugador de fútbol, expateador de primera, echado del campo en más de cien partidos. Enseñanza práctica y por correspondencia. En el primer curso ya se pone al alumno en condiciones de patear a su acreedor más robusto con garantías mortales».
Sí, sí. El fútbol todavía tienen que reformarse mucho y darnos muchas sorpresas.
Fuente: F.C. en La Unión 8 de enero de 1931