Calderón, Dios y monseñor Amigo, de Francisco Correal.
Hoy es Domingo de Resurreción, un día clásico dentro de las festividades locales de Sevilla. El día en que se despide la Semana Santa y el que empieza la temporada taurina en la Maestranza.
También un día habitual de fútbol. Hoy vamos a rememorar el Domingo de Resurrección de 1984, cuando en el Villamarín se enfrentaron Betis y Sporting con un rotundo triunfo verdiblanco por 3 a 0. Era la penúltima jornada liguera y ese día Gabriel Humberto Calderón se salió, siendo el autor de los tres tantos béticos y jugando su primer gran partido con la camiseta verdiblanca.
Al día siguiente en las páginas de Diario 16 Andalucía el periodista Francisco Correal dedicaba este reportaje, relatando la presencia esa tarde en el palco del arzobispo de Sevilla Carlos Amigo, que estuvo en el palco de Heliópolis junto al presidente Gerardo Martínez Retamero.
El Domingo de Resurrección impregnaba el acontecimiento balompédico. El Betis ponía punto final a una Semana Santa corroborada con las palmas de los espectadores y el jubileo heliopolitano. El argentino Calderón realizaba el milagro de la multiplicación de las fintas y los pañuelos, mientras que Rafael Gordillo surcaba con facilidad el mar Rojo y blanco del Sporting y producía aleluyas colectivos.
Los ciegos vieron, los tullidos se pasearon y Gerardo Martínez Retamero caminaba eufórico por las revueltas aguas de la deuda.
Antes de comenzar el partido, algún jugador bético haría suyo el comentario de Sancho Panza. Con la Iglesia hemos topado. El arzobispo de Sevilla, monseñor Carlos Amigo, deseó suerte a las huestes de Pepe Alzate en el vestuario antes de que Lamo Castillo—persona non grata en el Kremlin—diera el pitido inicial. “Es la primera vez que veo un partido en Sevilla”, comentaba la cabeza visible de la diócesis hispalense.
“Por mis facultades físicas siempre he practicado más el baloncesto que el fútbol, pero me está gustando mucho este partido, los jugadores están jugando con mucho interés y la verdad es que me ha costado trabajo permanecer sentado en el palco. Te entraban ganas de levantarte emocionado”. El factor divino de monseñor Amigo se ha visto enriquecido por el factor humano del Benito Villamarín. Destacaba el arzobispo el primer golazo de Calderón, un pampero que con todos los respetos y con bula periodística, estaba jugando como Dios. “Pero hay un jugador del Betis por el que siento mucha simpatía” explica monseñor Amigo, “me refiero a Cardeñosa, extraordinario futbolista y paisano mío. Sus padres son de Villabrájima, un pueblecito muy cercano a Medina de Ríoseco, mi villa natal”.
El presidente verdiblanco, Gerardo Martínez Retamero, ya le ve la cresta a las alturas pirenaicas, ya se ilusiona con la cruzada a los santos lugares del fútbol europeo. “Cuidado, que hasta que no estemos seguros en la UEFA no podemos decir que hemos cortado las dos orejas”. El símil taurino lo utilizaría para contrarrestar la obligada ausencia de Paquirri en el palco, presente el diestro en la tarde inaugural de la Maestranza.
Los béticos se van a aprender de memoria el “Asturias, patria querida”, nuevo himno de los paisanos de don Pelayo. Después de esta calderoniana goleada, en la Copa de la Liga llega la perita en dulce de los filiales de Mareo. Un mareo sin vómitos ni preocupaciones para un Betis que en la segunda fase ha quedado excedente de cupo. “No siempre nos iba a tocar la negra”, diría Retamero.
A secreto agravio, secreta venganza. Como en la obra de Calderón de la Barca, su tocayo de la pampa le dio un correctivo de lujo a los que discutían su calidad futbolística en la primera vuelta. Si hay alguien satisfecho por esta resurrección del argentino es el propio Martínez Retamero, “como siga metiendo goles así, un día se va a caer el campo”. La de ayer fue una caída metafórica, una licencia poética del respetable. El presidente está gozoso por el triunfo del fichaje trasatlántico. “Es que además le tengo mucho afecto personal, arriesgó mucho para quedarse aquí y ahora ve recompensada su valentía”. Imbatidos en el Villamarín, Retamero no oculta su euforia, incrementada por el buen rendimiento de los “novísimos” “Paco, Mantilla y con Suárez en el banquillo”. Una temporada completa “porque el único aspecto negativo del Betis es heredado, la deuda”.
Por el antepalco merodeaba uno de los personajes claves de la situación “heredable”, el ex presidente Juan Mauduit, diecisiete años largos como directivo bético, aficionado impenitente de voladizo, hombre polémico pero lo suficientemente resolutivo como para conseguir en momentos difíciles la desconvocatoria de una huelga de la construcción. Le gusta este Betis, le gusta el partido, pero no quiere echar piedras contra su propio tejado. “El equipo está muy bien, en consonancia con las temporadas anteriores”.
El introductor de embajadores del arzobispo de Sevilla en este penúltimo partido liguero fue José Carlos Campos Camacho, presidente del Consejo General de Cofradías y otrora directivo bético durante el mandato de Mauduit. Bético y cofrade. Un binomio que sostiene con precisión algebraica, dos líneas paralelas que avanzan simultáneamente para nunca juntarse. “Las cofradías las asumo como un fervor, una devoción, mientras que el Betis es un sentimiento, algo que va dentro de uno. Las primeras forman parte de los contenidos espirituales, mientras que el segundo es una manifestación material”.
Está feliz por el desarrollo de la Semana Santa y advierte que con el arzobispo “he hablado de las cofradías, del Betis y de Sevilla ciudad”. Es el primero en obviar juegos de palabras a cuenta del Betis y entonces el sentimiento roza las fronteras del fervor. “El Betis resucitó cuando nació en mil novecientos siete, no hay resurrección porque nunca ha muerto. Su trayectoria es una historia de vida, a veces con zozobras y peligros, pero ahí está y cómo juega”. Tras la faena vespertina, los novilleros de Mani le pusieron la puntilla al toro de la noche.