El Betis en las piedras de la ciudad
Durante una reforma en la Plaza Nueva en la década de los años 40 uno de los operarios que en ella trabajaba plasmó el escudo del Real Betis Balompié en el enlosado de chinos que decora el suelo de la plaza. Desde entonces permanece allí como testimonio del afecto y admiración de la afición sevillana hacia el club de las trece barras.
En una publicación de la revista deportiva Oiga de junio de 1954, con motivo del ascenso a Segunda División tras 7 años en Tercera, se refleja este sentimiento y esta historia.
Tal vez pocos sevillanos y seguidores del Real Betis Balompié sepan que en la Plaza de San Fernando, casi al pie de la estatua ecuestre del conquistador de la ciudad, en fino trabajo de mosaico lusitano, está el escudo del Real Betis Balompié.
Parece como un símbolo, como una demostración más de que si la afición bética lleva a su club en el corazón, la ciudad debe llevar su escudo grabado en la piedra.
Porque la afición bética es la esencia misma de lo auténticamente sevillano.
Al parecer, alguno de los constructores de la plaza—cuando no hace mucho tiempo fue reconstruida y hermoseada bajo el mandato del teniente de alcalde don Manuel Grosso—era bético. Y aún cuando el equipo por aquella época militaba en Tercera y no se presumía el éxito que hoy celebramos, aquel modesto obrero, fiel a los afectos deportivos que el equipo blanquiverde en su concepto de sevillano merecía, grabó, piedra a piedra, poco a poco, el escudo del club sobre el piso de la plaza, en demostración que ni los años ni los más adversos avatares, harían declinar a esos seguidores, que forman legión y que constituyen, sin duda alguna, una de las aficiones deportivas más fieles a un equipo de España.
Parece como si la ciudad no quisiera que la memoria del glorioso club fuera borrada por la erosión del tiempo. Y aun cuando la piedra es finita, como todo lo que rodea a los mortales en este mundo, tiene una perdurabilidad más firme, ya que las piedras son el vínculo de comunicación de civilizaciones, de épocas y de hechos.
Es curioso este hecho, realizado en silencio por quien tenía la misión de trazar esos arabescos que ilustran las amplias baldosas de la Plaza, callado homenaje al equipo de sus afectos.
A nosotros no nos extraña este caso de fidelidad. Tenemos pruebas de que los béticos siguen fieles a su equipo en los más opuestos meridianos, desde las calientes arenas del Sáhara—según pudimos comprobar cuando aquel grupo de béticos nos escribió desde Sidi Ifni—hasta los gélidos fiordos noruegos.
Nosotros nos congratulamos de estos hechos porque, gracias a esta afición apasionada y cariñosa, el Real Betis Balompié, que es un equipo sevillano por antonomasia, va hacia arriba y ello redunda en crédito deportivo de Sevilla, que merece todo nuestro esfuerzo, en todos los órdenes de la vida.
Así, desde luego, es fácil—por muy difícil que sea—vestir la camiseta de un equipo, y felicitamos a quienes tuvieron el honor de hacerlo porque siempre, también, fueron fieles a esos hinchas que, hasta en el trabajo, como ocurre con el albañil que grabó el escudo, no se olvidan de que siguen al Real Betis Balompié, uno de los equipos de más rancia solera deportiva de España.