El Betis recurre a la disciplina, de Manolo Rodríguez.
Treinta años justos se cumplen hoy de la publicación del texto que hoy traemos a Manquepierda, pues vio la luz en las páginas de Diario 16 Andalucía un 16 de abril de 1993, en la sección El balón cuadrado y de la mano del periodista Manolo Rodríguez.
Corrían malos tiempos para la causa bética que, a falta de 9 partidos para acabar el campeonato liguero en Segunda División, daba ya casi por imposible la posibilidad del ascenso directo y se agarraba a la remota idea de puntuar lo suficiente para alcanzar al menos la promoción. Una gran parte de ese utópico sueño se esfumó 2 días después en el Municipal de Lérida con una nueva derrota por 1-0 ante la UE Lleida.
En el relato se nos habla de la falta de rendimiento físico del equipo, y de la evidente sensación de dejadez por parte del equipo, ante lo que el presidente José León optó por endurecer el régimen disciplinario de la plantilla verdiblanca, comenzando por un sonoro alegato en el interior del vestuario, para, al menos, terminar la temporada de una forma decente, una vez agotadas las posibilidades de ascenso.
La otra gran preocupación del momento era la preparación de la siguiente temporada, empezando por encontrar un secretario técnico (director deportivo en la terminología actual), que se encargase de confeccionar la plantilla y de firmar un entrenador para intentar el ansiado ascenso en la siguiente campaña.
José Ramón Esnaola, que había accedido al banquillo bético tras el cese de Jorge D´Alessandro, parecía ser el elegido para la secretaría técnica, pero esta opción finalmente no se concretaría, dada la insistencia de Esnaola de retornar a su puesto de preparador en la cantera verdiblanca. Recordemos que había dejado de preparar al equipo juvenil para cubrir el banquillo de la primera plantilla, y que en la temporada siguiente se dedicó a entrenar al primer filial bético, el Betis B, por entonces en Tercera División. La postura de José Ramón Esnaola, reacia a las labores de despacho, y propensa al trabajo de cantera se impuso, siendo al final elegido para la secretaría técnica Eusebio Ríos, que inició así un brillante papel en el puesto durante 4 campañas.
Un mes, día arriba, día abajo, es el plazo que se han dado los dirigentes del Betis para decidir la gran cuestión de los tiempos presentes: el nombre del secretario técnico y la filosofía general del departamento. Todo lo demás son ganas de ir especulando, a menos que a partir de Lérida se produzca una monumental debacle que obligue a adelantar los plazos y a cerrar la crisis de un modo urgente y expeditivo.
Pero si se mantiene encendida la tibia luz de la esperanza, nadie moverá un varal, ya que el máximo posible se alcanzó en la noche del miércoles cuando León vio cumplido su deseo de encerrarse con la plantilla y con el cuerpo técnico para meterle una mediana bronca a los que se ponen la camiseta verdiblanca.
León y el resto del consejo ya habían comentado la noche antes los recientes sinsabores ligueros y en casi todos ellos encontraron una constante: que el equipo pierde gas en los segundos tiempos y que eso, obligadamente, debe tener sus causas. Y como nadie responsabiliza a Pepe Lorente, “que si era bueno en el Caja no puede ser malo ahora”, ni a José Ramón Esnaola, pues todas las baterías se apuntaron contra los jugadores, sobre todo si se tiene en cuenta que ya llovía sobre mojado, y que el campo parecía estar abonado para las críticas.
Desde el mismo domingo conocía la directiva que algunos jugadores no se fueron a la cama hasta la misma mañana del Viernes Santo, cuando sólo tenían permiso hasta las dos de la madrugada; que otros aprovecharon el descanso el Martes Santo para irse a la playa; que ciertos futbolistas son casi tan conocidos en una bolera como en el estadio y que, en definitiva, muchos de ellos no viven ni el fútbol ni el club con la intensidad que se requiere en todo momento y, muy particularmente, en estos delicados días que atraviesa la entidad.
Por ello, era lógico que León pasara a la acción exigiendo disciplina, uno de los pilares básicos sobre los que, según dicen, se afianzará el nuevo orden de la próxima temporada. El presidente y sus colaboradores cercanos, aparte de pensar que “en el Betis hay que cambiarlo casi todo”, manejan la idea de que desde hace años, “desde los tiempos de Diarte, Rincón, Calderón, etc, el equipo vive un ambiente de caseta que no es el más apropiado”, y también esta temporada han detectado “poco compromiso” en ciertos jugadores, un tono general de indiferencia que según ellos, provoca que “muchos futbolistas que llegan de fuera intentando ofrecer un buen rendimiento pronto se contagian de esa abulia que, al final, nos perjudica tanto”.
Todo esto le fue dicho a la plantilla durante el “tirón de orejas” del miércoles y, junto a ello, salieron a relucir las nuevas medidas disciplinarias con que se quiere zanjar la cuestión: que se metan en casa a las once, que se concentren los viernes, que los suplentes estén localizables y que, como afirmó José Ramón Esnaola, todos tengan claro que “quien no cumpla las normas desaparecerá del Betis”.
Más allá de esto, de un último alegato a que algo o alguien empuje al equipo hacia el ascenso, pocas novedades cabe esperar en el entorno de Heliópolis. Dicen los que mandan que todavía hay posibilidades, y tengan por seguro que mientras que éstas existan nadie romperá la baraja. Lo cual no quiere decir que no se esté planificando el futuro en el silencio de los despachos.
El martes, sin ir más lejos, hubo un intenso debate a propósito de la secretaría técnica y, de algún modo, quedaron perfilados los apuntes básicos. León, con el beneplácito de Lopera, volvió a reiterar que no es partidario de fichar a un solo y todopoderoso responsable, como piden otros, sino de crear un departamento con gente de la casa en el que una persona ostente la jefatura y dos o tres—Buenaventura y Rogelio son seguros, sin que pueda descartarse alguna otra incorporación—aporten su trabajo y “se mojen” en la toma de decisiones. Su deseo es que esa comisión se reúna semanalmente, que los acuerdos se tomen colegiadamente, “sin que nadie imponga su única voluntad”, y que, junto a ello, se contrate a un entrenador que tenga peso específico en este nuevo departamento, ya que, según dijo el presidente ante sus compañeros “no podemos ponernos a fichar jugadores que, después, no le gusten al entrenador del equipo”.
Lo que no dijo León, sino que lo anunció Lopera al día siguiente, es que el secretario técnico “debería ser un ex jugador”. Y a partir de ese pronunciamiento, el único nombre que cumple todos los requisitos es… José Ramón Esnaola. Los directivos, en particular lo que mandan, están encantados con su talante, dicen abiertamente que tienen de él “un alto concepto” y en más de una conversación han asegurado que “podría ser un hombre válido en cualquier puesto del club, no sólo como entrenador”.
Por consiguiente, todo cuadra. El firme carácter del vasco, su perfecto conocimiento de la plantilla tras estos meses de convivencia, su escaso apego al banquillo y a sus pompas y su rotunda condición de “hombre de club” por encima de las contingencias deportivas. Así, además, sería factible la contratación de un entrenador “experto en la Segunda División” para que peleara sobre el terreno la batalla del año próximo, o bien el fichaje de un tipo con nombre si todavía fuera posible agarrar el más que improbable milagro de la promoción y el ascenso.