El hincha
El término hincha para referirse al simpatizante de un determinado club de fútbol, surgió en Uruguay a comienzos del siglo XX, concretamente en el Nacional de Montevideo. Luego cruzó el Río de la Plata y se extendió por Argentina, siendo Banfield el primer club argentino que lo adoptó para referirse a sus incondicionales.
«En el fútbol, el propósito fundamental de la hinchada es alentar a su equipo durante el partido. Pero además de esto, las hinchadas compiten entre ellas para demostrar quién alienta más ó quién es más seguidor fiel de su equipo. Las hinchadas pueden permitir que su equipo pierda un partido, pero no pueden permitirse ellas perder su propio partido contra las hinchadas rivales. Por esto, la función de las hinchadas no se limita solo a ir al estadio a ver a su equipo. Cada hinchada tiene su propia organización en la cual se decide dónde reunirse antes de los partidos, qué cantarán en el partido, cómo se van a transportar los hinchas al estadio y cómo van a colocar las banderas en el estadio.» Así nos lo cuenta María Verónica Moreira en su obra «Aguante, generosidad y política en un hinchada de fútbol argentina».
En España el término comenzó a popularizarse desde los años 40. Como ejemplo este texto que se publicó en la revista deportiva sevillana Trofeo en 1949.
Las revistas y periódicos deportivos de España usan desde hace varios años el término “hincha”, que sirve en el Río de la Plata para definir gráficamente al fanático aficionado del fútbol.
Ese vocablo, de origen uruguayo, ha cruzado el océano, al parecer para tomar carta de ciudadanía entre las muchedumbres futbolísticas españolas, y por tratarse de un americanismo muy usado por los rioplatenses, resulta de interés para nuestros aficionados saber cómo, dónde y por qué surgió esa palabra, que ya es familiar en la Argentina y Uruguay fuera del ámbito deportivo para denotar admiración por determinada persona o cosa.
Allá por los años de 1908-1909, el Nacional de Montevideo contaba entre sus incondicionales a un señor llamado Prudencio Miguel Reyes. Era obeso y talabartero de oficio. Los jugadores le encomendaron la tarea de hinchar la pelota que habían de usar en el partido. Ducho y hábil para el cuero y dueño de dos grandes manos, de dedos fuertes como tenazas, Reyes se convirtió en un maestro en el arte de cerrarle la boca a la coqueta y traviesa pelota. Reyes lo hacía a maravilla, pues la pelota por él hinchada, a pesar de tener corazón de aire, como todas, era saltarina y en sus botes dejaba oír un sonido suave como el de una campana. Ese arte sirvió para concederle a Prudencio Miguel Reyes una fuerte y destacad personalidad en el Parque Central, que así se denomina el campo de juego del citado club montevideano.
“Es el que hincha la pelota”, decía la gente.
El “Gordo Reyes” era, además, un sincero partidario. Durante los partidos se colocaba tras el arco del Nacional: desde allí observaba cómo atacaba y defendía el equipo de sus amores, y llegaban momentos en que, por la fisonomía del cotejo poco grata para el Nacional, no podía contener el grito y, con voz estentórea, lo lanzaba. Temblaban los contrarios y sus favoritos se sacudían de emoción, mientras que una ola mezcla de miedo y esperanza recorría el espacio todo del Parque Central. Es que su grito era una arenga a Canthury, centro “forward” del Nacional, un marcial toque de clarín.
– ¡¡¡Canturiiiiiiicio¡¡¡ ¡¡¡ Arriba Canturiiiiicio¡¡¡
Parecía una llamada guerrera, y los espectadores se preguntaban:
– ¿Quién es ese? ¿Quién es el que grita tanto?
– Es el “Gordo Reyes”, el que hincha la pelota…, el hinchapelota…, el hincha… ¿no lo conocés?
Y así se fue “pegando” el vocablo, tomando carta de naturaleza. Después se hizo carne y alma en el corazón de esa pléyade de entusiastas fanáticos que, haciendo flamear la bandera de su club, van a donde vaya su equipo para animar a sus favoritos, y, llegado el caso, para defenderlos también, si es preciso.
En esta época en que las muchedumbres llenan de bote en bote los más grandes estadios para presenciar los grandes encuentros de fútbol, ¿quién podría encontrar una palabra que definiera con más acabada justeza a esos individuos que se dejarían matar defendiendo a su club? El “hincha”.
El vocablo tardó algunos años en aclimatarse en la Argentina. Había cruzado el anchuroso Plata, pero su uso encontró ciertas restricciones. Sólo se le leía de vez en cuando en los diarios que están más cerca del alma del pueblo. Más tarde terminó por extenderse su uso y se filtró en las columnas de los grandes y más serios rotativos, para popularizarse definitivamente. Cruzó luego el océano y en la Madre Patria ha llegado a ser de uso común de arriba abajo en todas las esferas, aun cuando su significado castizo, correcto, sea totalmente opuesto a la acepción deportiva con la que se le viene empleando. En efecto, el diccionario dice claramente: “Hincha.- Odio, encono o enemistad”. Y en fútbol, todo lo sabemos es, precisamente, todo lo contrario.
Y terminamos por hoy con un enlace a un pequeño resumen de una película rodada en 1951 en Argentina llamada «El hincha», y que escenifica perfectamente lo que significa este concepto.
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La película es la historia de El Ñato, un trabajador mecánico ya maduro, hincha fanático de fútbol, que encuentra el sentido de su vida en alentar, seguir y colaborar con el club de sus amores, al punto de postergar indefinidamente el casamiento con su eterna novia . Para él “primero son los colores del club, después los macaneos amorosos”.
El club se encuentra en problemas y en riesgo de descender. El hincha cree encontrar entonces la solución en Suárez , un joven y talentoso jugador de las inferiores, que además está de novio con su hermana, y que juega por el sólo placer de jugar, sin ambiciones económicas ni de fama.
Aunque el hincha termina siendo defraudado por la corrupción de los intereses comerciales vinculados al fútbol, vuelve a encontrar en los “pibes” y el “potrero”, la razón de ser del fútbol y de su pasión. Cierra con un irónico monólogo muy recordado sobre el hincha, el fútbol y la vida.
¿Y para qué trabaja uno si no es para ir los domingos y romperse los pulmones a las tribunas hinchando por un ideal? ¿O es que eso no vale nada?”…»¿Que sería del fútbol sin el hincha?…El hincha es todo en la vida…