El imperio se ha convertido en regencia, de Francisco Correal
El 8 de enero de 1989 el Betis recibía en el Villamarín al Valencia en partido de la jornada 18 del Campeonato de Liga de Primera División. El Betis atravesaba una seria crisis tanto deportiva, tercero por la cola, como institucional, con el presidente Gerardo Martínez Retamero a la deriva y sin aparecer por el palco presidencial desde hacía tiempo.
Desde el 4 de diciembre no jugaba como local y ahora volvía a hacerlo, con la novedad de Cayetano Re en el banquillo, tras el paréntesis de Pedro Buenaventura supliendo a Eusebio Ríos.
En la columna de Grada y Palco de Diario 16 Andalucía el periodista Francisco Correal al día siguiente del partido dejó constancia de la situación encrespada que se vivía en el Villamarín, en un partido en el que el Betis puso cerco a la meta valencianista durante los noventa minutos pero no fue capaz de conseguir el gol de la victoria, con lo que el resultado inicial fue el final.
Demasiado tiempo sin Betis. Mono, vacío, síndrome de abstinencia. Tarde de reencuentros. Feliz año nuevo. Me alegro de verte. Vi a tu sobrino en la cabalgata. ¿Juega el Puma Rodríguez? Empíricamente la única baja es Hirohito. Sale el Valencia, y como el rey San Fernando cuando llegó a Sevilla, la afición se pregunta con Silvio: “¿Dónde está mi Betis?”. Por encima del Elche y del Murcia, un náufrago sobre las aguas del Mar Menor.
Un mes sin Betis. Pasó la cuarentena. Vuelta a la carga. Los insultadores de oficio, paradigma dominical y blasfemo de las plañideras, ocupan sus localidades. El señor de negro y el señor del palco son los dos objetivos preferentes de esos misiles verbales. El segundo es un alumno recomendado de Dios, no hace falta verlo para ponerlo a caldo.
Gerardo Martínez Retamero reina pero no gobierna. Aureola de emperador contestado. Las ausencias del presidente ya figuran en el programa. Sus adversarios no necesitan leer a Moliere para calificarlo como enfermo imaginario. “Yo tengo una buena y larga amistad con Gerardo”, dice en el palco Arturo García Tuzón, presidente del Valencia. “Se que no viene al campo por prescripción facultativa y comprendo su actitud”.
El presidente del Valencia, industrial de maquinaria, acompaña a su equipo en todos los desplazamientos. “Afortunadamente yo no tengo ningún problema de salud y me gusta viajar con los jugadores, estar en las duras y en las maduras”. No le consta al mandatario che el interés de los “gallitos” de la Liga por Nando, el futbolista más cotizado de su plantilla. “No son más que rumores, a mí nadie me ha hablado formalmente del asunto”.
Estreno de Cayetano Re en la trinchera del Benito Villamarín. Su equipo ataca más que nunca. Pero este cortejo amatorio sobre la lozana asediada ha de resolverse con el coito gratificante del gol. Las victorias morales—“ya deberíamos llevar tres goles de ventaja”—son como los amores platónicos, tan sublimes como inútiles, no dejan huella, ni en la estadística ni en Estudio Estadio. La moza se marchó virgen e ilesa, sudorosa por los devaneos del acoso pero feliz de no haber visto marchitada su rosa aritmética. Cero-cero, guarismos que resumen la eyaculación precoz, tantos esfuerzos para nada. Pelaban la pava en el córner pero nada ocurría en el lecho, donde Ochotorena arruinaba los propósitos del cerco.
En la grada aplaudían la inclusión postrera de Rincón y más de uno pensaba en las cualidades insólitas del artillero Rodríguez. Contradice toda la lógica de los campos magnéticos, un imán en huelga de celo lo arrastra siempre a la zona de peligro pero le falta medio metro o le sobra medio segundo. Siempre está allí pero casi nunca interviene, como las actrices que lo bordan en los ensayos y se desmayan durante el rodaje.
Un negativo más, dicen los escépticos. Un punto más, argumentan los incondicionales. Ya lo sentenció Gracián y lo corroboran los tertulianos de las peñas: nada es verdad ni mentira. ¿Emerge o se hunde el Betis? La Liga es de los relativistas, mezcla de Ortega y de Escartín.
El Valencia, coloso en llamas, un clásico venido a menos. Pasó por el quinario de la Segunda División, lo cual es como figurarse a un terrateniente recogiendo tagarninas o a un vicepresidente alemán presidiendo una cumbre de países no alineados. El Valencia, hoy por hoy, es solo historia, como los hugonotes o los alanos. Ahora no cuenta para las grandes decisiones y no llena estadios.
Los directivos béticos compartían la iracundia de la afición contra el colegiado. Antonio Ojeda y Miguel Espina vieron penalty en la entrada a Job que puso término a la primera parte. Asomaron los pañuelos de desaprobación, una rabieta taurina que le dio color y tensión a la escenografía del partido. Tremolaban estas muescas textiles en el estadio y volvían a reposar junto a la calderilla y las llaves del coche en el pozo sagrado de los bolsillos.
La oposición verdiblanca recibirá mañana las cuentas del equipo, tregua contable que servirá para encarrilar este periodo que se inició con tintes de imperio austrohúngaro y lleva camino de convertirse en regencia. El sector más jacobino y vehemente de esa oposición pide cabezas, sugiere llevar a Retamero a la guillotina y ayer decidió pasar a la acción. Dieron rienda suelta a sus vituperios e hicieron añicos el cristal de la puerta que da acceso a la Prensa. “El campo es nuestro”, gritaban para justificar su heroica conquista. Se deben aburrir una barbaridad en sus casas.