Entrevista Francisco González «Paquirri» 1963
En varias ocasiones hemos rememorado en Manquepierda la figura de Francisco González «Paquirri», uno de los grandes futbolistas béticos de los años 30 y 40.
En esta ocasión traemos una entrevista publicada en el diario vespertino Sevilla el 15 de enero de 193 cuando contaba con 49 años y llevaba ya retirado 12. En ella repasa su vida futbolística y nos relata algunas anécdotas de su trayectoria.
El fútbol camina por entre los vericuetos del espectáculo. Y al sendero del balompié asoman de continuo fichajes y un deseo de llegar que supone una cuenta corriente que se abra en cualquier banco.
El mundo del espectáculo ha abierto sus manos para acoger a éste, el balompié, al que ya le queda poco de deporte; nada si se mira desde dentro.
Muchos de los que alzaron con sus hombros y sudor al actual espectáculo, en casi crisis, andan por la vida sin más capital que su trabajo, cuando lo tienen, y el regusto a aplausos, que aún resuena en los oídos. En el recuerdo muchos triunfos; en la realidad, hasta un hálito de amargura por no haber nacido diez o quince años después. Pero en el banco nada.
Paquirri fue una figura del fútbol sevillano. Llenó una época muy decisiva. Y en dos partes, separadas por años, pero sin que fuera óbice el tiempo para que aún hoy se puedan aunar ambas y reconocer en ellas el nombre de un delantero centro que en el Betis resultó providencial. Tiene una historia compleja y movida. Pertenece a una vieja guardia verdiblanca que significó mucho dentro de la sociedad sevillana.
Paquirri cuenta hoy con cuarenta y nueve años.
- Comencé a jugar, nos dice ya el calvo jugador, en el Sparta, un equipo de la Alameda de Hércules, de la categoría local. Era delantero centro
- ¿Ingresó en el Betis?
- En el año 1932. Figuré en el amateur durante dos años. En la temporada 1934-35 pasé al titular, siendo suplente de Unamuno. Contra el Levante jugué un partido de medio, formando en la línea con Peral y Adolfito. Pero mi debut oficial fue ante el Osasuna, en partido de Liga
- ¿Hasta cuándo estuvo en el Betis?
- Hasta 1942. Entonces fui traspasado el Coruña. ¿Y saben una cosa? Que aquel año ascendimos a Primera División y yo quedé el primero de todos los goleadores. Pero de nada me sirvió. Hacía falta dinero y me traspasaron
- ¿Por mucho dinero?
- El Coruña pagó 90.000 pesetas, de las cuales yo me llevé el 25%. Sentí una enormidad dejar Sevilla. ¡Me encontraba tan bien en mi tierra¡
Paquirri está “parao” estos días. El futbolista famoso también mira al cielo. Y pide a Dios que no llueva. No, no piensa en el césped impracticable; lo hace en su posible trabajo, de donde sacar para el sustento.
- Cuatro años estuve en el Coruña, en las que no lo pasé muy mal. Se portaban extraordinariamente conmigo.
- Luego…
- Al Cádiz. Aquí tres años
Paquirri, aparte ser un excelente delantero centro, de una bravura indomable, una fuerza impresionante y una gran voluntad, tuvo una “rara habilidad”: meter goles con las manos.
- En mi última época, cuando jugaba en el Cádiz, sí que utilicé el procedimiento de rematar con la mano cuando no alcanzaba con la cabeza. Y muchos goles que proporcioné al equipo gaditano, porque lo hacía muy bien; dese luego no tan bien como Gaspar Rubio, que era un auténtico maestro en engañar a los propios compañeros, no digamos al árbitro
En el Cádiz colgó las botas Paquirri. Ya no pensaba jugar más. Pero el Betis precisaba por aquel entonces, corría el año 1950, un delantero centro. Y he aquí de nuevo a Paquirri en la brecha. Y su concurso fue decisivo en la marcha del conjunto verdiblanco, que se encontraba en la siempre incómoda posición del final de la clasificación.
- Jugué el primer partido en Almería, marcando tres goles. Otros tres hice al España de Tánger en el encuentro siguiente, pero a mitad de temporada, por una discusión con Cardoso, me expulsaron del campo, no volviendo a pisarlo más, porque al cumplir la sanción ya no sentía deseos ni estaba en buena forma para arrostrar la responsabilidad de un delantero centro del Betis
Pero aún hay más en la vida activa, activísima, de Paquirri, que en 1950 en premio a su labor recibió de la Federación Andaluza de Fütbol la Medalla de Oro al Mérito Deportivo.
- En 1951 me fui a Portugal. Había que aprovechar la oportunidad que nos brindaba el Olhanense. Y allá que nos plantamos López, Salustiano y yo. Dos meses estuve, pero jugué tan mal que casi hube de venirme corriendo. No justifiqué las quince mil pesetas que cobré.
Con los ahorrillos que hizo con el balompié, ya en su tierra, esta que es la nuestra, Paquirri montó una taberna. Pensaba sacar lo suficiente para ir tirando. Pero el establecimiento duró poco tiempo.
- Los clientes se la comieron. Tenía tantas deudas por parte de éstos que no hubo manera de continuar con ella
Y en los ojos de Paquirri, el delantero de un metro con setenta y ocho centímetros, ágil, fuerte y siempre cara al gol, se tornan tristes. Y, sin decir nada, parecen pararse en los fichajes, miles y miles de pesetas de la actualidad. Y las comparaciones le resultarían hasta un poco odiosas. Ël también fue un ídolo, pero de la cumbre de la fama sólo sacó recuerdos de goles, de triunfos, de aplausos y de cierta admiración, más que olvidad con el paso del tiempo.
- El fútbol de antes era mejor. Hoy todos van a destruir; ayer todos íbamos a jugar para ganar. La gente se aburre con razón en los campos. Los preparadores tienen la manía de poner hombres atrás y marcar estrechamente, y no perder por muchos goles. Lo que les importa es que no les goleen; ¿de jugar?, nada. Yo veo ahora muy pocos partidos, pero escuchando a los aficionados se puede averiguar lo que pasa
- ¿Volvería a ser futbolista Paquirri si naciese de nuevo?
- ¡Claro¡ Tan solo me gustaría nacer un poco más tarde, para coger la época de las vacas gordas
- Por favor Paquirri, una anécdota
- La más famosa que tengo, porque la prensa de Bilbao se ocupó mucho en su día de ella. En el año 1936 jugábamos en partido en la capital bilbaína, y faltando unos diez minutos, en que íbamos ganando nosotros por uno a cero, tuve que realizar un saque de banda. Empecé a perder tiempo. Y Pedro Escartín, árbitro del encuentro, se me acercó reloj en mano instándome al saque. Como me hiciera el remolón, insistió Escartín, volviendo a señalarme el reloj. “Ya sé que es de oro”, le contesté medio sonriente. Se enfadó mucho y dijo que iba a expulsarme para un mes. Y ni corto ni perezoso le repliqué: “Pues anda que si es de lata me echa para un año y medio”. Escartín rio la ocurrencia. Pasaron los minutos. Y yo salvé el apuro y el gol que teníamos a favor
Paquirri tiene muchas más cosas que contar. Su historia es pródiga en incidencias. Más de lo normal en un futbolista de la vieja ola. El figura en el fútbol de un ayer cercano, está sumido en el más completo olvido. Nadie se acuerda de Paquirri. Es la terrible e inexorable ley de la fama: mientras triunfas, arriba; luego, silencio. Pero hay silencios que son más llevaderos cuando por medio existe una estabilidad económica. Que no de recuerdos y aplausos nostálgicos viven las viejas glorias