Entrevista Ricardo Oliveira 2004
En el verano de 2004 llegó al Betis el delantero brasileño Ricardo Oliveira procedente del Valencia, club al que había llegado un año antes desde el Santos.
Oliveira es indudablemente uno de los mejores delanteros centro de la historia verdiblanca, a pesar de que su estancia en el club fue escasa, apenas dos temporadas completas y media en su segunda etapa. Pero su rendimiento en ambas fue muy bueno y siempre dejó constancia de su formidable técnica y su alta eficacia goleadora.
En esta entrevista publicada en ABC en diciembre de 2004, a cargo del periodista Eduardo Barba, dejó constancia de otra de sus cualidades humanas: su tremenda sencillez, alejada de otras estrellas del mundo del fútbol, y siempre consciente y orgulloso de sus orígenes.
Su estruendosa aparición como goleador en el Betis -nueve tantos le adornan- ha apuntalado la trayectoria de Ricardo Oliveira, estancada la campaña anterior a orillas del Turia. La canarinha, la Copa América y ahora su gran rendimiento como verdiblanco han devuelto el ritmo de vértigo a su vida profesional, pero ni esa nueva aceleración provoca que olvide sus raíces modestas ni el carácter radiante que le otorga un hecho casi único en el gremio al que pertenece: tener su pasado humilde como referente constante para ser feliz en cada gesto, en cada acto, en cada palabra. Rara avis el paulista, que impresiona en la conversación por el sosiego, la modestia y la dicha que irradia.
-Me siento muy a gusto y contento, pero también muy tranquilo. Al fin estoy disfrutando del fútbol en España, donde el año pasado tuve muchas complicaciones, y es un alivio eso de que me dejen demostrar mis cualidades. Estoy bien físicamente, pero también mentalmente y familiarmente, y eso es muy importante para un jugador.
-Sorprende que sea usted una persona tan sencilla y afable. Su perfil no concuerda demasiado con el de muchos de sus colegas. Quizás sea Ronaldinho la excepción que confirma esa regla de las malas caras y los gestos de perdonavidas, ¿no?
-Hoy en día es complicado encontrar en la elite del fútbol gente sencilla, que se detenga a escuchar o hablar con los demás. Ves cosas decepcionantes, como futbolistas que en cuanto empiezan a ser conocidos o hacen algo importante cambian su forma de ser, se olvidan de sus virtudes y, sobre todo, de dónde han salido, y eso para mí es fundamental. Siempre tengo en cuenta mi origen, en un barrio pobre. No me olvidaré nunca de aquellos amigos, de la gente que estuvo conmigo en los malos momentos. Y tampoco de la alegría que supone jugar. Eso le pasa a Ronaldinho, que disfruta y está siempre sonriendo. Trata a todo el mundo bien, a los periodistas, a los aficionados… Y si hay que firmar mil autógrafos o hacerse mil fotos, pues nada, lo hace sin problemas. Yo soy así, o al menos aspiro a serlo. Alguien humilde que procura estar feliz.
-En esas raíces humildes sí que es usted el clásico jugador. Brasileño, digo.
-Sí, sí. Trabajé lavando coches y también en una obra, como albañil. He tenido una vida un poco difícil desde pequeño, porque mi padre murió cuando yo tenía ocho años. Imagine a mi madre sacando adelante sola a seis hijos. Sufrió mucho y ahora tengo la oportunidad de cuidar de ella y de toda la familia, darles lo que necesiten, y esto lo hago con todas mis fuerzas. Juego bien para ellos, para mi madre y mis hermanos, para mi señora y mi niño, para ellos.
-¿Cómo se asimila un cambio tan radical?
-Pues bien, porque soy un afortunado. Cuando era niño, a veces me quedaba sin comer para poder jugar al fútbol. ¡Y ahora me pagan por hacerlo, por hacer lo que me gusta! ¿Cómo no puede estar alegre alguien al que le pagan por hacer lo que le gusta? Ya hice mucho tiempo lo que no me gustaba, teniendo que levantarme a las siete de la mañana para ir a la obra, donde estaba hasta las ocho de la noche. Y ahora es al revés.
-Y siendo, como es, brasileño, ¿le acompaña la religión en todo este camino?
-Soy creyente, y mucho, porque es algo que me ayuda bastante. Lo más importante que ha ocurrido en mi vida es haber conocido a Cristo. Esto me influye mucho y siempre procuro ser correcto con las personas y hacer bien las cosas para que nadie pueda decir nada malo de mí. La fe me da seguridad y mucha paz. Eso es más importante que el dinero, que te da felicidad para momentos concretos, pero no la alegría y la tranquilidad que se necesita para vivir.
-¿Y es también usted prototípico en lo que se refiere a la vocación?
-No lo creo, porque comencé muy tarde. Desde pequeño me gustaba la pelota, pero fue a los 17 cuando empecé con el fútbol y todavía no estaba seguro de lo que quería hacer en mi vida. Me costó muchísimo decidir, porque era complicado eso de empezar a salir de mi casa. Pero conforme pasó el tiempo me fui dando cuenta de que era lo que quería.
-Es usted entonces casi un novato en esto…
-Exacto, ha sido todo muy rápido. Como profesional sólo llevo cuatro años. Debuté con La Portuguesa en el 2000.
-Pues vaya carrera, amigo, vaya carrera.
-Sí, no puedo quejarme. En tan poco tiempo he dado el salto a Europa, he ganado títulos en Valencia y he ido con la selección, que es la ilusión de cualquier brasileño. Y encima estoy disfrutando de todo lo que deseo, de mi familia, de mi boda, de mi primer hijo…
-No debe ser fácil, por otra parte, saber que uno está obligado a emigrar para crecer en su carrera, como les pasa a los de su país.
-Es complicado, claro. Ya en el 2002 tuve propuestas para irme de Brasil, y aunque esperé un año más, me fui haciendo a la idea mientras metía goles de que tenía que marcharme. Y quería que fuera a España, porque aquí están los mejores jugadores, es la mejor liga. En 2003 ya estaba seguro de que tenía que venir, aunque ese primer año fue muy duro para mí. Estuve solo los dos primeros meses allí en Valencia. No hablaba nada el castellano y es agobiante que la gente hable contigo y tú no te enteres. No sé, vas de compras o a la farmacia y no te puedes comunicar con la gente, y para mí eso es muy frustrante. Por eso me dediqué a aprender rápido leyendo prensa o viendo la tele, para adaptarme pronto.
-Pero, ¿era peor eso que no tener el reconocimiento deportivo de su entrenador?
-No, no, era peor no tener el respaldo del mister, como sí tengo ahora. Esto de ahora es la recompensa a mi trabajo del año pasado.
-Ha dicho muchas veces que deseaba venir al Betis antes que a cualquier otro club. ¿Le ha sorprendido algo en su nuevo destino?
-Me llama la atención cómo sigue la gente a este equipo. Vas a San Sebastián, por ejemplo, y hay béticos que vienen de Francia, pero béticos franceses, no españoles. Y luego, en la calle, todo el mundo lo vive. La afición es impresionante, está siempre contigo.
-Y Sevilla, ¿parecida a Valencia o no?
-Es el mismo clima, aunque aquí en verano hace más calor. Y la gente es más abierta, más alegre, como los brasileños, y eso me anima. Es una ciudad impresionante.
-¿Para toda la vida?
-¿Por qué no? Tengo firmado hasta el 2011 y no me importaría estar aquí hasta entonces, por lo menos.
-¿Y entre Sevilla y Sao Paulo? ¿Elegiría?
-Mire, Brasil es mi país, pero prefiero esto a Sao Paulo, porque me gusta la tranquilidad y aquello es una locura.
Fuente: Eduardo Barba en ABC 14 de diciembre de 2004