Espíritu de sacrificio
El 1 de noviembre de 1951 el Real Betis Balompié celebró en la Sociedad Económica de Amigos del País, en la calle Rioja, una asamblea de socios que tenía como punto principal la elección de un nuevo presidente.
Con ello se pondría fin a la situación extraordinaria que vivía el club. Desde la dimisión de Pascual Aparicio el 19 de septiembre una Junta Gestora presidida por Evaristo Pérez Cortés gobernaba el club, en una situación muy difícil, como era la del Betis de esos años, con el club en Tercera División y además con la amenaza que esa temporada se cernía: la reducción de los grupos de Tercera División podía suponer la pérdida de la categoría nacional y el paso a regional. El proyecto pasaba por dejar un máximo de 48 equipos, manteniéndose en la categoría solo los 5 primeros clasificados, además de que no ascendería a Segunda División esa campaña ningún equipo.
Tiempos muy difíciles y muy duros, y en el que los directivos arriesgaban su patrimonio personal, además de su tiempo y dedicación, de forma desinteresada. Hombres desconocidos para la inmensa mayoría de la afición actual pero gracias a los que el club sobrevivió.
Un ejemplo de estos béticos a los que debemos la supervivencia del club es Evaristo Pérez Cortés, todo un ejemplo de dedicación y abnegación al servicio del club. En el mes y medio que estuvo al frente de él redujo el déficit económico de 300 a 100 mil pesetas. Sabemos que la Junta Gestora que presidió aportó a fondo perdido 100 mil pesetas. Y en la asamblea del 1 de noviembre expresó su decisión de no continuar al mando del club, ya que era incompatible con el cargo que ocupaba en el Comité de Competición de la Federación Andaluza de Fútbol, que presidía José María Domenech, quien por cierto fue destituido del cargo, y con él todo su equipo de confianza, al mes siguiente.
El 2 de noviembre el diario vespertino Sevilla recogía este texto en el que se nos contaba lo sucedido en la asamblea bética del día anterior, pero desde un punto de vista tremendamente emotivo.
En ocasiones se ha dicho que un milagro mantiene constante, más fuerte que nunca, el cariño de los béticos a su Club. Y, esta es la verdad, sin ese cariño, sin esa pasión por los colores verdiblancos, hace tiempo que el Betis habría dejado de militar en categoría nacional e incluso, ¡quién sabe¡, de estar incluido en la lista de equipos españoles.
El Betis, por circunstancias que no vienen al caso, ha pasado por momentos de verdadero peligro. Pero a la hora crítica, cuando el peligro era mayor, ha surgido imponente, admirable, el espíritu bético, el cariño inigualable al Betis,
Ayer, en la Económica, se puso de manifiesto irrefutable este extraño fenómeno. En el lugar reservado a la Junta Gestora, el presidente de la misma leía un discurso, escrito en casa con el corazón.
Don Evaristo Pérez Cortés leía aquellas cuartillas que había escrito en su despedida de la Junta sin afectación, sin ínfula. Con sencillez, como él lo es en todo. Mientras, los socios, la solera bética, le escuchaban. Y en ella se mostraba ese milagro, ese extraño fenómeno. Eran decenas de ojos los que se encontraban lagrimosos y hombres hechos pugnaban por no llorar.
Y lloraban porque sentían cuanto allí pasaba, porque se daban cuenta del histórico acto que celebraban. ¡Ahí estaba el milagro¡. Un hombre que llora de satisfacción, de ver que su Club se salvaba. Ese hombre nunca, ni por nada ni por nadie, puede dejar desamparado al Club de sus colores.
Mañana, pasado, cualquier día, el equipo, respaldado por esta afición logrará triunfo tras triunfo y el Real Betis seguirá en categoría nacional, aspirando siempre a volver a la División que por derecho le corresponde.
Se dirá entonces: “¡Qué suerte¡”. No, señores, no. Suerte, no. Espíritu de sacrificio, amor inmenso al Club.
Un hombre que llora por él no puede consentir que desaparezca así, porque sí.