Grussman, rey de los saques de esquina.
Alois Grussman fue un futbolista checo que jugó en el Betis en la temporada 1991-92, campaña en que el equipo, en Segunda División, tuvo un entrenador checo, Josef Jarabinsky, y hasta 3 futbolistas de esa misma procedencia: Michel Bilek, Roman Kukleta y el mentado Alois Grussman.
De los 3, de Grusmman era del que menos se sabía y menos se esperaba, pues fue un fichaje de fondo de armario pedido expresamente por el entrenador, mientras que Bilek y Kukleta ya eran futbolistas consagrados y conocidos.
Y de los 3 fue Grussman el que mejo rendimiento dio, hasta el punto de que cuando Jarabinsky fue destituido a finales de 1992, ante la mala clasificación del conjunto, el nuevo entrenador, Felipe Mesones, siguió contando con habitualidad con el centrocampista checo.
Grussman fue también un consumo goleador, marcando 7 goles en Liga y 1 en Copa, siendo su especialidad los remates de cabeza en saques de esquina, así como característica su particular forma de celebración haciendo el avión.
En este artículo, publicado en Diario 16 Andalucía a comienzos de marzo de 1992, se ponían de manifiesto estas circunstancias.
Alois Grussman representa el caso más atípico, probablemente el fichaje menos jaleado y el más rentable de la temporada.
Llegó a España de rebote, casi de paquete para acompañar en el lote al exquisito Bilek. Debió soportar no pocas bromas cuando el seleccionador checo lo incluyó en la lista de convocados para el partido contra España.
Grussman venía sin historial, sin padrinos, sin palmarés. Un polizón que al final de la travesía había conmovido al capitán del barco. No pocos aficionados vieron en su porte jirafudo y en sus discretos alardes técnicos una enésima secuela de la política de fichajes de quita y pon: Meade, Neimann, Fantaguzzi…
El paquete fue el domingo el único superviviente checo de la purga realizada por Felipe Mesones. Su especialidad son los remates de cabeza a la salida de un córner; de esta guisa han encajado goles los porteros del Sestao, Santander, Avilés y Compostela. El pasado domingo, Grussman tardó cuatro minutos en enmendar el error que supuso el tanto del empate gallego. Una inusitada capacidad de recuperación mental que aseguró los puntos.