Hablemos del Betis, de Nicolás Salas.

El artículo que hoy traemos a Manquepierda se publicó en el diario vespertino Sevilla en julio de 1953, a cargo de Nicolás Salas, por entonces un joven periodista que daba sus primeros pasos en el mundo de la prensa deportiva local escribiendo sobre la actualidad de los equipos sevillanos en la sección «Esto es lo que ocurre».
En el artículo Nicolás Salas hablaba sobre los fichajes que el Betis estaba realizando de cara a la campaña 1953-54, centrados en el delantero Jesús Orive, el portero Pedro González y el interior Enrique Malo, quienes llegaron desde el Calahorra, Melilla y Alavés respectivamente.
Pero el artículo iba mucho más allá, y nos da algunas de las claves por las que se desarrollaba la sociedad bética de hace 70 años. El equipo seguía en Tercera División desde 1947 y la temporada 1952-53 había sido un fracaso deportivo, dado que el objetivo de ascender no se consiguió, terminando en una más que discreta sexta posición en la tabla clasificatoria. La temporada oficial no había terminado aún, y se extendería hasta el 12 de julio con la disputa de la Copa Andalucía, que sirvió como banco de pruebas para jugadores externos y canteranos, con el fin de que Francisco Gómez, el entrenador fichado para la 53-54, los fuera viendo en acción.
En el terreno social hubo movimientos de calado entre la afición descontenta con la marcha del club que ya vimos aquí, y que contrastan con la información que en este mismo momento daba Nicolás Salas sobre el carácter transigente de la afición.
Anteayer, a las tres de la tarde, ficharon por el Club blanquiverde tres nuevos jugadores. De éstos, a uno, Orive, ya lo habíamos visto en Heliópolis. A los otros dos, González, portero del Melilla, y Enrique, interior izquierda del Alavés, no. Sin embargo, todos los comentarios son favorables a estos dos nuevos jugadores béticos.
En estas lides, y después de una actuación deportiva nada satisfactoria, los directivos albiverdes tienen una difícil papeleta que resolver. En muchos momentos, cuando hemos sentido deseo de hablar del Betis, nos hemos visto frenado por un algo inexplicable, pero con grandísimo peso sobre nosotros. Ese algo es, especialmente, una absurda incomprensión por parte de algunos señores. La misión del periodista, vista desde todos sus ángulos, sólo es una: informar y decir la verdad. Pues bien, ahora, estamos dispuestos a ello.
Empezaremos por decir que la anterior campaña del equipo no ha dejado buen sabor de boca en ningún catador. Iniciar la próxima temporada no debe ser, por lógica, lo mismo que la jugada en la ruleta, siempre a capricho del crupier. Tiene que ser, por deber a un público y a una afición, una tarea ya largamente estudiada, concebida con sentido común y llena buenos propósitos.
En el deporte siempre ha de haber vencedores y vencidos. Y no es justificación alguna el decir, refiriéndose a la pasada temporada, que si fue mala deportivamente, en economía fue óptima. Cara costará esa equivocación si se creen que en años sucesivos todo ocurrirá de igual forma. Acontece, en estas latitudes béticas, una cualidad muy digna de tener en cuenta: su afición. Es ésta una hinchada que con todo transige. Todo lo aguanta y siempre aplaude. Un mirlo blanco, hoy en día.
Noticias de buena tinta nos hacen presumir que en las filas blanquiverdes se quedarán muchos huecos a partir del día 15, final de la temporada oficial en esta categoría. Por otra parte, también nos es dado decir que en estos momentos hay tres fichajes en perspectiva. ¿Quiénes? Decirlo a estas alturas sólo sería perjudicar al Club.
Ahora entra en zona de combate el “qué pasará”. Todos los aficionados, no tenemos nosotros que decirlo, están pendientes de cada paso del equipo. Todo se comenta y a todo se le saca su historia. La hinchada es así.
Pero volviendo con nuestro objetivo, puntualizamos sobre el futuro. Sobre lo que puede ocurrir en la próxima temporada. No puede repetirse, de ningún modo, el resultado de la anterior. Y no habría justificación, ni aun haciendo gala de los imponderables, para los que llevaran al Club a un nuevo y rotundo fracaso deportivo como el anterior.