Hay amores que matan, de Jesús Quintero.
El periodista Jesús Quintero nació en 1940 en la localidad onubense de San Juan del Puerto. Sus programas de radio y televisión desde la década de los años 70 marcaron un hito en el periodismo de la época, con un estilo directo y reflexivo que daban siempre un toque personal a su obra. Míticos sus silencios en las entrevistas que dirigía en la radio y televisión.
Jesús Quintero afirmó en bastantes ocasiones su beticismo. Un ejemplo de ello es este artículo publicado en las páginas de Diario 16 Andalucía en el mes de octubre de 1984, 40 años atrás.
Dicen que el amor es ciego y caprichoso, que no sabe de conveniencias ni de intereses, y debe de ser verdad. Es verdad.
Cuando yo era chico, no sabía decidirme entre una docena de novias. Las había, guapas, ricas, inteligentes, tiernas, apasionadas, románticas…Podría haber escogido a cualquiera. Y, mire usted por donde, me enamoré de la más caprichosa. Lo mismo me hubiera costado decidirme por el Real Madrid o por el Barcelona. Pero, por esas cosas raras de la vida, acabé enamorándome locamente del Betis.
Mi padre, que por experiencia sabía lo suyo, me lo advirtió. Un día me puso la mano en el hombro y me dijo muy serio: “Niño, ese amor no te conviene. Si no quieres llevarte disgustos innecesarios en la vida, no pongas nunca tus ojos ni en Curro Romero ni en el Betis. Te lo digo por tu bien, porque no quiero verte llorando por los rincones los domingos por la noche”.
Yo, como todos los muchachos, era rebelde y además bastante masoquista. Los argumentos de mi padre no me convencieron, sino todo lo contrario, aumentaron mi interés. A mí no me importaba sufrir, y mucho menos por amor. Para un romántico, el sufrimiento es uno de los mayores ingredientes del amor, su mejor salsa.
Así que, sin atender a razones, seguí cortejando al Betis, hasta que aquel primer enamoramiento se convirtió en pasión. A cada disgusto que mi Betis “güeno” me daba, yo me volvía más bético y más enamorado.
Al poco tiempo de relaciones ya había llegado a la fidelidad incondicional del manquepierda, y a partir de entonces ya no había salida.
Comprendí que siempre estaría atado a los colores blanquiverdes, que nada ni nadie podría apagar aquel volcán alimentado, domingo tras domingo, por llantos y carcajadas, por inesperadas alegrías y penas negras.
Ya sé que hay amores que matan pero de algo hay que morir. Morir de amor al Betis también tiene su heroísmo, su punto y su gracia.
Aunque me engañe con Alzate.
El martes la OTAN, el sábado Curro Romero, el domingo el Betis y el jueves los difuntos. Guasa.
¡ Niño¡… “Llena…”—Música de fondo—“..pero aunque el diamante todo/se encuentre de fango lleno/el valor que lo hace bueno/no perderá ni un instante,/y ha de ser siempre diamante/por más que lo manche el cieno” (Rubén Darío).