Independiente de Madariaga, el grupo de amigos argentinos que se enfrentó al Betis
El Betis a lo largo de la historia se ha enfrentado a diversos conjuntos argentinos. Entre los más importantes del país, como Boca Juniors, San Lorenzo de Almagro, Estudiantes de La Plata o Independiente de Avellaneda. Siempre partidos de carácter amistoso entre las décadas de los 50 del siglo pasado y la primera del siglo presente.
En amistosos pertenecientes a los trofeos de verano que poblaron el fútbol español (Boca en el Carranza de 1964, Independiente en el Ciudad de Sevilla de 1973) o en amistosos concertados por la propia entidad verdiblanca (Estudiantes en el homenaje a Eusebio Ríos en 1967, San Lorenzo en amistosos en el Villamarín en 1956 y 1976, Boca en el partido de presentación de 2003).
Incluso hay un precedente aún más lejano en el tiempo, cuando en diciembre de 1928 el Betis se enfrentó en el Patronato a los componentes de la fragata Presidente Sarmiento de la Armada argentina, fondeada en el puerto de Sevilla durante un tiempo en visita oficial.
Pero hay un encuentro más, disputado en el mes de agosto de 1987 contra el Independiente de Madariaga, durante la celebración triangular del XV Trofeo Ciudad de Granada, ganado por el Betis tras vencer 2-0 a los argentinos y 3-0 al Granada.
Sobre quién era este anómalo equipo argentino, cómo llegaron a disputar este trofeo de la ciudad nazarí y de donde salieron versa el artículo de hoy a cargo de Javier Guerrero (@BetisShirts), quien nos cuenta el día más importante en la historia de este modesto club argentino: el 20 de agosto de 1987, el día en que se enfrentaron al Real Betis Balompié.
¿Os imagináis que hacéis un equipo de fútbol con vuestros amigos y que sois tan buenos que jugáis en el mayor estadio de vuestro país contra la mismísima selección nacional? ¿Creéis que sería posible hacer giras por todo el mundo cual de rock cuando en el fondo no sois más que un grupo de colegas? Pues todo eso, y más, lo consiguió una pandilla, la banda de Independiente de Madariaga.
Corría 1979 cuando en su club de rugby, el Náutico San Isidro, a Guillermo Malbrán se le enciende la bombilla y ve que los rugbiers de sus compañeros tenían talento para jugar al fútbol. Tomó la iniciativa y se aventuró a formar un equipo con los mejores del club. El campeonato interno de la organización fue el “draft” para elegir al dream team del San Isidro. Eso sí, convencer a todos no fue fácil. Varios fueron los que no veían claro eso de cambiar un balón ovalado por uno redondo y, por ello, Guillermo les prometió una gira por Estados Unidos si se apuntaban al equipo. En aquella época era algo muy común en el rugby, así que lo exportaron al balompié De esta manera, en 1981, y bajo el nombre San Isidro Fútbol, pero siendo al fin y al cabo un grupo de amigos, se apuntaron a un torneo local amateur del que salieron campeones. Con la moral por las nubes y dinero ganado en rifas y sorteos se fueron para la tierra de las oportunidades a demostrar que EEUU tendrá más PIB que Argenitna, pero Argentina tiene más mundiales que EEUU y eso no hay PIB que lo compre.
Lejos de decir “¡qué bonita experiencia, pero volvamos al rugby!”, Malbrán fue un paso más allá e intentó oficializar al equipo para que empezara a jugar en la Primera D (4º división). Los requisitos que la AFA pedía eran imposibles así que había que buscar otro camino y como el propio Guillermo contó en una entrevista en la web Página 12, esto es lo que hicieron:
“Un amigo tenía un campo en la zona, había una relación con los Beccar Varela y me hizo el contacto con el presidente de Independiente, que era un club fundador de la Liga de Madariaga, pero que sólo tenía jugadores en inferiores, no en Primera. Ahí surgió la chance de que nosotros jugáramos para ellos. Nos cerraba a todos. Al club, porque jugaría la Liga, y a nosotros, porque el campeón de Madariaga se clasificaba para el Regional, y del Regional salía un equipo para el Nacional. Así que dejamos de ser San Isidro Fútbol y pasamos a ser Independiente de Madariaga.”.
Como no podía ser menos, ganaron la liga y dieron buena cuenta de su fútbol en el Regional, quedando en tercer lugar. Pero eso era secundario. Situados en el Gran Buenos Aires, aprovecharon la cantidad de equipos de nivel que tenían relativamente cerca para ofrecerse como sparrings en partidos amistosos. En la lista de rivales figuran Independiente, Tigre, River Plate y hasta le ganaron por un gol a cero a todo un San Lorenzo de Almagro, pero el partido de sus vidas estaba aún por llegar. La cara dura y poca vergüenza de don Guillermo Malbrán (se ha ganado el don a estas alturas de la película) les había abierto las puertas del mismísimo Monumental para enfrentarse a la selección nacional que entraba Bilardo.
Y así llegó aquel día de 1983 en que un majadero grupo de colegas se iba a medir a toda una campeona del Mundo. Apenas unos periodistas y unos aburridos aficionados presenciaron aquella derrota por uno a cero, pero ¿de verdad importaba el resultado? Habían ganado una historia memorable que contar a sus nietos y un pasaporte a más giras internacionales. Porque si ya has conseguido enfrentarte a la albiceleste, cómo iban a decirte que no la selección de Japón, Corea del Sur o de Tailandia. De nuevo llamadas, tirar de contactos, y creerse las cosas fueron los ingredientes para una gira por Asia en la que fueron a gastos pagados. Y ojo, que allí no llegaban como turistas, no, llenaban estadios y hasta el presidente tailandés les recibía. Eran estrellas.
El cénit del mejor equipo de amigos de la historia llegaría cuatro años más tarde. El 21 de agosto de 1987 jugarían contra el equipo más importante de sus vidas, el Real Betis Balompié. Porque enfrentarse a Francescoli es totalmente secundario si puedes medirte con Rincón, Gabino, Cervantes y compañía. El escenario era el Trofeo Granada, que a modo de triangular, disputarían nazaríes, argentinos y heliopolitanos. El Betis ganó a aquella copa, y sí venció por dos tantos a cero a nuestros descarados rugbiers.
De regreso a su patria y tras ya haber hecho lo inimaginable como aficionados, querían un último reto, un epitafio memorable a su historia. El grupo de amigos fue a hacer las pruebas a Acassuso, un club local que militaba en la Primera D. Fueron veinte, y los veinte fueron fichados. La banda seguí unida e iba a disputar un campeonato oficial y profesional. Un playoff fue el techo para su ascenso a la “C”. Ahí acabó su historia. La de unos compadres que dando patadas al balón dieron la vuelta al globo y de una forma efímera ligaron su nombre al del Real Betis Balompié. Unos locos de la cabeza.