Javier López, el centrocampista de los goles decisivos, de Manolo Rodríguez

Entre los muchos jugadores que destacaron en el Betis de los 70 hay uno que destaca por la consecución de goles en partidos y momentos decisivos: el cántabro Javier López. A él le dedicó el periodista Manolo Rodríguez este artículo en las páginas de ABC el 13 de marzo de 1988
Parece probado en la mitología verdiblanca que hubo una época en la que los dioses del Betis cada vez que necesitaban un gol providencial acudían en busca de Javier López. Y el santanderino respondía siempre. Daba igual que tuviera veinte años y que el portero a batir se llamara Betancort, como que se estuviera jugando una final de Copa en la que dos tantos milagrosos debían abatir al colosal Iríbar. Respondía siempre. Como aquella noche en que rugían los tiffosi en Milán, o se imponía la austeridad prusiana en el Zentral Stadium de Leipzig. Hubo una era en la que siempre le dejaban las misiones imposibles, y jamás defraudó. Nunca faltó a su palabra sobre la yerba este poderoso centrocampista que un buen día descubrió el Betis en Laredo. Un manojo de nervios que robaba balones, desbordaba en ataque, la ponía medida desde la línea de fondo, y después volvía corriendo a su posición para volver a empezar otra vez la jugada. Así era Javier López. Un futbolista de los que ya no hay en el Betis. Una pieza que hoy se echa de menos tanto como Cardeñosa, Esnaola, Gordillo o Biosca. Un recuerdo del Betis grande.
Un recuerdo vestido de número seis destrozando las trincheras enemigas. Un espíritu invencible que conoció desde muy pequeño lo que era apuntar alto en el mundo del fútbol. Su hermano Roberto, malogrado un mal día por culpa de una lesión, llegó a ser internacional juvenil, y a partir de ese ejemplo fue cimentando el pequeño Francisco Javier su andadura por los campos. Hijo de una familia conservera que se asentó sólidamente en su Laredo natal, López comenzó a despuntar en los equipos de la zona, hasta convertirse en el jugador mejor pagado de Cantabria cuando jugaba en la Gimnástica de Torrelavega. Era, es lógico, una pieza codiciada por los “cazatalentos”, y esto lo llevó inmediatamente a lo que él pensó que iba a ser su futuro. Fichó por el Atlético de Madrid cuando no tenía más que diecisiete años, pero allí, en la capital de España, se llevó una de las sorpresas más desagradables de su vida. Allí le dijeron que no estaba apto para el fútbol.
- Yo fui a hacer las pruebas médicas con toda la ilusión del mundo, peo cuál no sería mi sorpresa cuando me dicen que tengo un “soplo” en el corazón, y que en esas condiciones no pueden contratarme. Se me vino el mundo a los pies porque claro, al margen del fútbol, a mí lo que me preocupaba era mi salud, al saber que tenía un padecimiento que yo desconocía
El mazazo cae como una piedra sobre la familia López. Inmediatamente el cabeza de familia lleva al chico a los mejores médicos de Bilbao y Santander, y en todas las consultas le confirman lo mismo: “De esto no hay nada, y no nos explicamos el porqué de los diagnósticos de los médicos madrileños”.
En casa se quedan tranquilos, y prefieren pensar que lo ocurrido en el Manzanares no obedece más que a la sensibilidad que allí hay abierta desde que estallara el famoso “affaire Ramón”, y del que también salió como víctima otro jugador que con el correr de los años actuaría en el Betis, en concreto un mediocampista llamado Irízar.
De vuelta a los terrenos de juego, superada la pesadilla colchonera, e incluso una incipiente hepatitis que se atajó a tiempo, el joven López vuelve a ponerse en primera línea. Le salen muchos pretendientes a su club de origen, la Gimnástica de Torrelavega, e incluso se piensa durante algunos meses que su destino final va a ser el Sevilla. De hecho es lo que él cree cuando le anuncian que va a viajar a la ciudad de la Giralda.
- Nosotros habíamos jugado en Sestao, y al acabar el partido el presidente me dijo que me quedara en Laredo para recoger mis cosas, ya que al día siguiente nos íbamos a Sevilla. Así lo hice, e incluso dije en casa que muy pronto estaría vestido de blanco en el Sánchez Pizjuán. Pero cuando ya viajaba hacia Sevilla me dijeron que no, que al final había habido problemas entre la Gimnástica y el Sevilla, y que finalmente habían llegado a un acuerdo con José María de la Concha, que había ido a ficharme en nombre del Betis.
Este suceso tiene fecha de diciembre de 1970. López se encuentra un Betis que anda como un cohete hacia la Primera División, y se va incorporando intermitentemente a su equipo, que entonces adiestra Antonio Barrios. En la segunda campaña se afianza en la titularidad, hace sus dos primeros goles decisivos, uno en Burgos y otro en Heliópolis contra Las Palmas, luce durante todo la temporada el número nueve en funciones de mediapunta y ayuda a consolidar la permanencia. Recuerda que aquella era una plantilla donde se “mezclaban la juventud y la veteranía”, y como único punto negro lamenta “aquel calor atosigador que me obligó muchas noches a dormir con el balcón abierto y con las sábanas mojadas”.
La campaña siguiente, a pesar de que se pone toda la carne en el asador en las jornadas finales, y de que López vuelve a marcar un gol vital que vale un empate en el Bernabéu, el Betis se va a Segunda División. Es el final de un ciclo, y así lo entiende el propio jugador, quien solicita una revisión de su contrato, a la que en principio no parece muy proclive la directiva. Se establece entonces un tenso tira y afloja que retrasa la incorporación del futbolista a los entrenamientos estivales. Por fin, después de que incluso se hubieran llegado a agriar las cosas, se reconduce la situación, y López estampa su nuevo contrato.
- Quizá esta haya sido la única vez que yo he tenido un desacuerdo con el Betis. Pero pensaba que mis peticiones eran justas, y cediendo todos lo pudimos arreglar. Además, yo era el primero que deseaba quedarme en Sevilla, ya que por esas fechas tenía novia aquí
Estabilizadas todas esas situaciones, Javier López empieza a vivir su época dorada. Se afianza como centrocampista de ala que destroza a los contrarios, “algo así como a lo que ahora hace Míchel, aunque yo era más constante en el ataque”, apoyándose en una buena técnica que, sin embargo, “no se veía en toda su dimensión en el campo, ya que mi nervio, mi vehemencia, me impedía jugar más pausadamente”.
Así, poco a poco, va ensolerándose todo un conjunto que estalla en el 77. Es el año de la Copa. El año del título. El día de los dos goles más importantes en la vida de Francisco Javier López.
- En el primero, le dije a Cardeñosa antes de que tirara la falta, que yo iba a buscar el rebote. Yo siempre salía hacia la portería a ver lo que me encontraba, y en aquella ocasión me tropecé con la pelota, y le metí dentro. Dar una carrera de diez metros nos sirvió para empatar
- ¿Y en el segundo?
- Antes de que lanzara la falta le digo a Cardeñosa: “¿Qué hacemos?”. El “Flaco” me dice que le va a pegar al segundo palo, y yo, aunque no era muy alto, me voy a buscar un posible remate. La veo pasar y le meto la cabeza. Lo que yo sentí en aquel momento cuando vi el balón en la red, no se puede contar. Aquello, además, fue particularmente emotivo porque cuando volvía al centro del campo se me abrazó Benítez y me dijo. “Me has salvado”, refiriéndose a que había evitado que él pasara a la posteridad como el hombre que había cometido el fallo que le había dado la victoria al Athletic.
- Usted incluso cumplió más tarde marcando su penalti
- Sí, yo tiré el tercer castigo, y desde que tomé carrerilla sabía dónde la iba a poner. Yo le pegaba muy ajustado al poste izquierdo del portero, y por eso no me la cogió Iríbar, aunque intuyó por donde iba
- ¿Qué supuso aquella Copa?
- Aquello fue la recompensa a una carrera y la confirmación definitiva del Betis y de sus jugadores, hasta el punto de que el seleccionador tuvo que echar mano de los futbolistas de aquel equipo. Yo mismo fui preseleccionado 15 o 20 veces, aunque sólo jugué un par de veces como titular. En esta faceta creo que me faltó fortuna, ya que con algo más de suerte podría haberme consolidado en la selección
Sí, en aquella selección que en Belgrado llegó a contar con López, Alabanda y Cardeñosa, aunque sólo jugó el “Flaco”. Aquellos tres mosqueteros que al entrenador del Milán, Nils Liedholm, le parecieron “el mejor centro del campo de Europa”. Y fue allí, precisamente allí, en la caldera de San Siro donde López jugó uno de los partidos más completos de su vida, y donde marcó un gol que clasificó a los verdiblancos. “Un pelotazo muy duro que le entró a Albertosi por la escuadra”, que semanas después se complementaría en Leipzig, “donde batí por bajo al portero alemán después de una pared con García Soriano”.
Fueron los goles europeos de un Betis que sucumbió en Rusia, que se fue a Segunda por motivos desconocidos, y que al año siguiente padeció un auténtico calvario para subir. En esa temporada Javier López hubo de pasar por el quirófano debido a una esteopatía de pubis, “que me hizo sufrir lo indecible, ya que jugué muchas tardes sin poder”, y tras el periodo de recuperación volvió a ser lo que fue. Partíicipó con el Betis de Carriega en las gestas del Nou Camp (1-3) y del Manzanares (0-4), y cuando ya caminaba hacia sus últimos años tuvo un mal gesto con el graderío del Villamarín, y a partir de ahí hubo gente que no lo perdonó jamás. Aquella tarde lluviosa en que el Betis se enfrentaba al Racing empezó un ocaso que el 30 de junio sentenció la directiva dándole la carta de libertad. Un despido que no olvida, “porque no me dieron el pago que yo merecía. Esos dirigentes, que no son el Betis, no tuvieron en cuenta ni mi historia ni mi trayectoria”. Aquello fue el final. Estuvo después un año y medio entre Mallorca y Granada, y ahí se fue. Se marchó del fútbol un jugador que, aunque nacido en Laredo, defendió la camiseta del Betis con la misma vehemencia que si hubiera nacido en Triana, hasta el punto de que fueron épicas sus batallas deportivas con el eterno rival, particularmente con Curro Sanjosé, aunque, como él dice, “aquello era en el campo y por el clima que envolvía esos partidos. Me consta que Sanjosé, Blanco y otros jugadores del Sevilla con los que me enfrenté fueron gente muy noble que defendía lo suyo como yo mismo”.
Así fue Javier López como jugador del Betis. Un cuerpo menudo que encerraba un corazón volcánico. Un correcaminos que desbordaba por la banda y que a base de ser futbolista jugó más de cuatrocientos partidos con la camiseta del Betis. En fin, un pelotero de los que ya no hay en el Villamarín.
Fuente: Manolo Rodríguez en ABC 13 de marzo de 1988