La historia del fútbol, de Bernardo Salazar
Bernardo Salazar es uno de los grandes referentes en cuanto a la investigación de la historia del fútbol español. Desde hace ya muchos años sus pasos han abierto el camino a muchos investigadores posteriores, y su tarea de documentación y búsqueda en las fuentes ha servido para desbrozar la maleza que no permitía conocer la realidad.
En esta artículo, que ya tiene más de 17 años, planteaba la situación en que se encontraba la investigación histórica del fútbol en ese tiempo, aunque, desgraciadamente, muchas de las realidades que denunciaba continúan vigentes.
Hay personas que dedican, dedicamos, parte del tiempo libre, a veces exageradamente, a la investigación de la historia de nuestro fútbol. Desde Gerona a Huelva y desde La Coruña a Almería, una serie de personajes anónimos, en condiciones de frustrante precariedad, trabajan para conocer la historia de un club, de una competición, de un organismo futbolístico, sin más compensaciones que la satisfacción íntima de descubrir la realidad pretérita como la de quien sitúa piezas en un difícil puzzle.
Desgraciadamente, en España se tiene, por lo general, poco afán por conservar documentos, recuerdos, reliquias… Ello exige tiempo, espacio y, sobre todo, amor desinteresado.
En los clubes, en las instituciones, se piensa y se trabaja para el futuro; el pasado no da votos ni por tanto poder y además es muy fácil echar la culpa a la guerra, la inundación de aquel año, un pequeño incendio, para justificar la inexistencia de documentos y objetos que generalmente desaparecieron por otros motivos menos graves.
A pesar de todo ello, algunos investigadores consiguen situar en las librerías sus magníficos trabajos sobre el Avilés, el campo de Mestalla o las hazañas del Numancia en el Campeonato de Copa de 1996. Pero, ¡se lee tan poco¡
De pronto un hecho puntual, el centenario de un club, un éxito en una competición importante o alguna otra coyuntura comercial favorable, motiva la aparición en el mercado de obras relacionadas con el evento en cuestión.
Por lo general no se recurre al historiador concienzudo, afanoso investigador y profundo conocedor del tema, sino a una firma “famosa” por su habitual presencia en los medios de comunicación, aunque desconozca casi todo sobre la historia a tratar.
El “famoso” refrita lo publicado anteriormente, sin tiempo para verificar su certeza, añade lo sucedido desde entonces, lo adorna con imágenes reproducidas una y mil veces hasta adquirir una informe mezcla de negros y blancos, y presenta su obra, acompañado de algunas figuras populares, en el salón de un hotel de moda, con la socorrida copa como cierre del acto.
Y por supuesto, incrementa su cuenta corriente sin el menor escrúpulo por haber colaborado a la difusión, presente y futura, de la tergiversación de nuestra historia deportiva.
Los avances tecnológicos vienen a colaborar con esta mistificación. Empresas provistas de grandes recursos no dedican el más mínimo de ellos para aclarar las incógnitas o los errores acumulados por “historietadores” anteriores, y lanzan productos lamentables que el ingenuo usuario considerará como dogma de fe en sus conversaciones cotidianas en la barra del bar o en la oficina.
Los actuales CD-ROM difunden historias de nuestros principales clubs relacionando sus etapas, sus estrellas, sus presidentes, sus entrenadores y sus símbolos con gravísimos errores.
Faltan presidentes, faltan entrenadores y alguno sobra, las cronologías de los mismos son erróneas, entre las estrellas se relatan biografías incorrectas y, ¿cuestión objetiva o ignorancia?, se omiten algunas de las que más hicieron por la grandeza del club. En cuanto a los símbolos escasamente aciertan con los actuales. ¡Lamentable¡
Quizá fuera el momento de una solvente institución (la Federación, la Liga de Fútbol Profesional…) organizara, en uno de esos cursos veraniegos que proliferan desde hace años, unas jornadas sobre la historia de nuestro fútbol, donde pudieran aflorar las verdades ocultas por la desinformación, el partidismo o la pereza. No faltarían patrocinadores o mecenas, supongo.
Aviso a los malinterpretadores: estas líneas no forman parta de ninguna “guerra mediática”, sino de una profunda preocupación por defender la verdad, que sólo es una, basada en hechos objetivos.
Fuente: Bernardo Salazar en As 23 de octubre de 1999