La vieja guardia sportinguista, de Manuel Sarmiento
En 1980 el Sporting de Gijón cumplió su setenta y cinco aniversario, realizando diversos actos conmemorativos. Entre ellos una comida en el Real Club de Regatas, frente a la playa de San Lorenzo, al que acudieron viejas glorias del club sportinguista. También asistió a ella el periodista de AS Manuel Sarmiento Birba, muy ligado desde su juventud a la ciudad de Gijón.
En un artículo publicado en AS el 31 de agosto de 1980 rememoró a las viejas glorias de los años 40 y 50, resaltando el contraste entre la situación de esos años pasados con el presente sportinguista de ese momento, en lo que fue la mejor etapa histórica del Sporting a comienzos de los años 80.
Estuve el domingo, día 24, en Gijón. Finalizaban los actos del setenta y cinco aniversario de la fundación del Sporting. Fue una fiesta hermosa, con el colofón del partido en un Molinón abarrotado entre el Sporting y el Real Madrid. El partido ya queda para el recuerdo.
Lo que no puede olvidar uno es el sensacional ambiente que vivió en el almuerzo ofrecido por el club gijonés en el pabellón del Real Club de Regatas. La gentileza del Sporting se acordó de este periodista en vacaciones y quiso que estuviese con ellos compartiendo pan y manteles.
Y uno, que es sentimental, agradece la atención sportinguista, porque vivió momentos que le llevaron a decenas de años atrás, cuando el fútbol en Gijón tenía la misma carta de naturaleza que ahora, pero con menos fuerza en el equipo. Por lo menos, en aspiraciones y clasificaciones.
No quiero hacer relación de antiguos directivos, personalidades o representaciones que allí compartieron tres horas deliciosas. Pero sí traeré a colación los nombres de tantos jugadores del Sporting que allí se dieron cita para volver a rememorar hechos pasados, para vivir en olor de admiración, de agradecimiento, de recuerdos. Numerosos jugadores sportinguistas de otros tiempos. En ellos, como dijo muy bien Manolo Vega Arango, están los cimientos de lo que es el Sporting en la actualidad. Viejas glorias de todo tipo.
Quiero que se me perdone si me dejo nombres en el olvido. No pude controlarlos a todos. Y vi a Corsino, por el cual no pasan los años y aún parece dispuesto a formar línea media, como antaño, con Meana y Bango. Y Cervigón y Tamayo, dos medios del primer ascenso en 1944. Y Perico Pena, que sigue con facultades físicas a prueba de esfuerzos. Andrés Pandiella, enjuto, bien conservado, como si fuese un chaval. Luis Sión, defensa que formó con Ceballos un gran dueto. Luego, los formidables de una cantera pródiga como fueron Pío, Molinucu, Chano, Sánchez, Ortíz, Prendes, Germán, Cabal, Medina, Sionín, Biempica, los cuales, con una generosidad admirable, dieron al Sporting lo mejor de sus esfuerzos e ilusiones. Ellos fueron el gran soporte en una época dificilísima. Ellos jugaron por cuatro duros cuando lo único que importaba era Gijón y el aprecio de sus amigos, de sus familiares. Y con todos éstos, Matías García, un portero que supo ser suplente, y al mismo tiempo, el mejor amigo del titular “Lito” Sión.
Y ya más modernos, los Florín, tan buen defensa como ocurrente, Eraña, Alberto, aún reciente su despedida en el Atlético de Madrid, Pocholo, que llevaba fútbol en sus pies para vender, Lavandera, Leixo, García Cuervo, Echevarría, Novoa…
Sí, allí estaban todos los que sirvieron al club con un mínimo de seis años. Insisto, que se me perdonen las omisiones. Son ajenas a mi voluntad.
Mil anécdotas, curiosidades, ocurrencias, risa continua. A nuestros pies, casi besando las paredes del comedor, el mar agitado, y al frente, la vista hermosa de la playa de San Lorenzo. Y allí, a lo lejos, tras los arbolados del parque de Isabel la Católica, se intuía el viejo solar de El Molinón, donde el Sporting ha hecho su vida, donde ha caminado por el sendero de sus felicidades y de sus penas, de sus alegrías y sus angustias.
Setenta y cinco años de vida han quedado atrás. Gijón ya no es la pequeña villa que vivía pendiente del Sporting en el invierno y de la temporada estival en la playa de San Lorenzo. Gijón es hoy una ciudad espléndida, con un ritmo de vida intenso. Desde 1939 Gijón comenzó a crecer a pasos agigantados y en 1974 era ya un gran emporio industrial, como lo había sido siempre a menor escala.
El Sporting ya ha dejado de ser el eterno segundón, el cuadro que caminaba vacilante por la Primera División, llevando continuo desasosiego a sus seguidores. Ahora, el Sporting anda firme, aspira a todo y tutea a los más grandes. Este año representará, por tercera vez consecutiva, a España en uno de los puestos clasificatorios de la Copa de Europa de la UEFA. Eso no lo podían haber soñado los valientes pioneros sportinguistas que un día echaron a andar de la mano de Anselmo López, primer presidente del club.
Vaya mi felicitación en esta efeméride y vaya este comentario en honor de esa singular “vieja guardia” sportinguista, que puso las bases, los cimientos, que sembró la semilla, de lo que hoy es espléndida realidad deportiva nacional.
De mis viejos tiempos de amores tempraneros por los aledaños de la calle del Instituto a hoy, toda una vida. Esa atención del Sporting hacia mí, acordándose del periodista en vacaciones, merece ser resaltada. Y las horas de risa y gracia continua que viví con mi compadre Pepe Ortíz y mi amigo del alma Rafael Biempica bien valen por todo lo inimaginable. Quiera Dios que los que vivan dentro de veinticinco años, al cumplirse el centenario, puedan decir lo mismo.