Los legendarios «Busby Babes», de Santiago Segurola
Con el sobrenombre de Busby Babes (los niños de Busby) se conoció en la Inglaterra de los años 50 al conjunto del Manchester United que, adiestrado por Matt Busby, se formó sobre la base de promocionar básicamente jugadores de las categoría inferiores del club.
Esta política, iniciada a finales de los años 40, llevó a que en 1953 7 de los 11 jugadores del primer equipo tenían menos de 22 años. En 1956 y 1957 se alzaron con la Liga inglesa y estaban ya dispuestos al asalto de la Copa de Europa, por esos años un coto privado del Real Madrid.
1958 parecía la oportunidad para disputar al conjunto blanco el cetro europeo, pero nunca se produjo ese enfrentamiento. Un desgraciado accidente aéreo en Munich el 8 de febrero de 1958, cuando volvían de eliminar al Estrella Roja en Belgrado y clasificarse para las semifinales, truncó bruscamente la posibilidad.
Cuarenta años después, el 8 de febrero de 1998, el periodista Santiago Segurola rememoraba en El País esa oportunidad perdida, y cómo una brillantísima generación de jóvenes futbolistas desapareció en unos instantes.
Eran jóvenes y amados. Jugaban de manera intrépida, con grandeza, la clase de fútbol que conecta con las emociones de la gente. Quizá nadie como el portero Harry Gregg ha explicado el sentimiento que provocó aquel Manchester United: “ Puede que no fuéramos el mejor equipo del mundo. Pero sin duda fuimos los más queridos. El equipo tenía juventud, carisma y, sobre todo, humildad. La magia del Manchester pudo morir en Múnich, pero las emociones que generó aquel equipo permanecen imborrables en la memoria de los aficionados”.
Harry Gregg salió con vida aquel 6 de febrero de 1958. Pero ocho de sus compañeros, de los formidables Busby Babes, perecieron en el accidente de Munich.
A primera hora de la tarde, el avión Elizabethan de la compañía BEA hizo escala en el aeropuerto Riem. Procedía de Belgrado, donde un día antes el Manchester United había eliminado al Estrella Roja en una de las más desinhibidas actuaciones que habían hecho famoso al equipo inglés. El Manchester se adelantó 0-3 en el primer tiempo, pero el equipo yugoslavo se rehízo bajo la dirección del gran Sekularac Pero el empate a tres clasificó a los ingleses, habían vencido 2-1 en el encuentro de ida, para las semifinales de la Copa de Europa.
Durante la cena, se escucharon sus cánticos de alegría. La fuerza de aquel equipo residía en su cohesión y en su juventud. El defensa internacional Roger Bryne era el más veterano del grupo. Sólo contaba veintiocho años.
Durante la operación de repostaje, los jugadores descendieron del avión y curiosearon en las tiendas del aeropuerto alemán. Nevaba en Munich y algunos pasajeros soportaban mal la perspectiva de volar en aquellas condiciones. Ninguno temía más a los aviones que Duncan Edwards, la estrella del equipo.
Edwards sólo contaba veintiún años, pero ya había disputado dieciocho encuentros con la selección inglesa. Gracias a su poderoso físico y a una ambición desbordante, podía jugar en el centro del campo y en la delantera. “Si tuviera que jugarme la vida en un partido y llevar a alguien conmigo, elegiría a Duncan Edwards”, ha dicho más de una vez Bobby Charlton. Edwards fue el primero de los Busby Babes (los niños de Busby). Firmó por el Manchester con dieciséis años y poco después de instaló en el primer equipo. “Juega como si el campo fuera suyo”, escribió el periodista Roy Perrot. El fichaje de Duncan Edwards estuvo determinado por la obsesión de Matt Busby, el célebre entrenador del Manchester United.
Hijo de un minero escocés, Busby jugó varios años como lateral en el Manchester City. Pero su nombre quedará asociado para siempre al United. Paciente, intuitivo, amable con sus jugadores, predicador de un fútbol generoso, Matt Busby armó un equipo inolvidable alrededor de Duncan Edwards.
En 1953, una muchachada de imberbes comenzó a forjar la leyenda de los babes: el extremo Berry, el norirlandés Jackie Blanchflower, el zurdo David Pegg, el poderoso Bill Foulkes y el goleador Dennis Viollet. Ninguno había cumplido los veinte. Poco después se añadieron dos futbolistas maravillosos, Bobby Charlton y el irlandés Liam Billy Whelan. La calidad de Charlton había asombrado a los ojeadores de los mejores equipos ingleses. Procedente de la región minera de Northumberland, decidió fichar por el Manchester a pesar de los lazos familiares que le unían al Newcastle. Whelan era el brasileño del equipo. Nadie estaba a su altura en habilidad.
En 1958, el Manchester United asomaba todo su potencial. En las semifinales de la Copa de Europa le esperaba el Milan y al fondo aparecía el Real Madrid, el coloso que dominaba el fútbol europeo. No hubo posibilidad de celebrar aquel duelo esperado. Después de repostar, el avión intentó alzarse fructuosamente en dos ocasiones. El capitán James Thais abortó las dos entre el nerviosismo de los cuarenta y tres pasajeros. Tras el segundo intento, los jugadores descendieron del avión. Cuando volvieron al bimotor, Bobby Charlton decidió no quitarse el abrigo. Tenía malas sensaciones.
El Elizabethan no consiguió levantarse en el tercer intento de despegue. Se deslizó sobre la pista helada, chocó contra el vallado y se estrelló contra un casa. Nunca terminó de aclararse la causa del accidente, aunque se considera decisiva para explicar el siniestro la presencia de hielo en las alas y el motor. Una investigación oficial levantó once años después todos los cargos contra el piloto.
Veintidós pasajeros murieron en el acto: siete jugadores (Roger Byrne, Georff Bent, Eddie Colman, Mark Jones, David Pegg, Tommy Taylor y Liam Whelan), tres personas adscritas al Manchester, ocho periodistas, dos miembros de la tripulación, un aficionado que había viajado al partido y el delegado de la agencia de viajes.
Duncan Edwards fue trasladado en estado crítico al hospital. Durante dos semanas luchó por sobrevivir de la misma manera que combatía al adversario en el campo. Ese partido no pudo ganarlo. Murió como consecuencia de las múltiples heridas que sufrió.
Matt Busby consiguió recuperarse de sus gravísimas heridas. Otros se salvaron pero no pudieron regresar al fútbol, como Jackie Blanchflower y Johny Berry. Algunos, como Harry Gregg, que salvó a una mujer y a un niño de entre las llamas, Billy Foulkes, Dennis Viollet y Bobby Charlton, salieron indemnes.
En pocos días volvieron a vestir la casaca del Manchester y tres meses después disputaron la final de Copa frente al Bolton Wanderers. El partido se jugó en medio de una intensa emoción. Venció el Bolton, pero resultó difícil festejar la victoria. El sentimiento de los aficionados estaba en otro lado: en el recuerdo de los legendarios Busby Babes.