No importa, ya se pondrá la primera, de Pascual Aparicio
El texto que hoy traemos a Manquepierda se publicó en junio de 1958 con motivo del ascenso del equipo bético a la Primera División. Su autor fue Pascual Aparicio, histórico presidente de la sociedad en los momentos más duros de la Tercera División y que en 1958 ocupaba el cargo de secretario de la entidad presidida por Benito Villamarín.
En el texto Pascual Aparicio rememoraba la temporada 1957-58, la de al ascenso a la Primera División 15 años después, llevando los recuerdos a las jornadas iniciales de la campaña, que el Betis empezó muy mal hasta el punto de ocupar los últimos lugares de la clasificación. En esa temporada fue cuando en Heliópolis se hizo costumbre cada domingo presentar la clasificación de los equipos que competían con el Betis mediante las banderas de todos los clubs del grupo sobre la tribuna de Fondo.
Como cuenta Aparicio hubo dificultades para iniciar este asunto en la primera jornada de competición y no fue hasta la jornada 5, con el Betis en los últimos puestos tras 1 victoria y 3 derrotas, cuando se procedió a la instalación de las banderas. El «leal y eficacísimo Tenorio», como se le define en el texto, era el encargado del izado de las banderas, advirtiendo a los directivos de la mala impresión que iba a dar la bandera del Real Betis Balompié en las últimas posiciones.
«No importa, ya se pondrá la primera», fue la respuesta que se le dio, y así efectivamente sucedió, tal como el texto de Pascual Aparicio relata.
Eso fue lo que le dijimos a Tenorio, al leal y eficacísimo Tenorio, cuando nos advirtió el día que se iban a estrenar las banderas de los clubes del grupo, que a la nuestra le correspondía el último lugar.
Este año, siguiendo la costumbre generalizada, se decidió exornar el campo con las banderas de los clubes de nuestro grupo, pero dificultades en la confección retrasaron su entrega, dándose la coincidencia que estuvieran terminadas en aquellos amargos días en que ocupábamos el último lugar de la clasificación, después de las derrotas frente el Ceuta y al Recreativo de Huelva.
Toda la euforia de principio de temporada parecía que se venía abajo, que los fichajes de Barrios y de los nuevos jugadores en los que tanta ilusión, tanto riesgo y tanta esperanza habíamos puesto todos, iban a ser infructuosos, y que un año más nos quedaríamos sin el anhelado ascenso. Y entonces surgió con insospechada fuerza constructiva el sentido de la frase VIVA EL BETIS MANQUEPIERDA.
Toda la afición, como un solo hombre—la alegría de los actuales momentos y la parvedad de su número permiten no cotizar las posibles excepciones—, se apiñó detrás de la directiva y le hizo llegar su apoyo y aliento con expresivas ovaciones, personificadas en Antonio Barrios, cada vez que salía al terreno de juego, sin lograr aún la victoria. Aquello, entre otras cosas, era la prueba más elocuente de que nuestra afición había alcanzado la mayoría de edad, y ello por el duro camino de los años de permanencia en Tercera División y de haber sufrido el desencanto que supuso en las dos últimas temporadas llegar a pocos pasos de la meta de la Primera División sin alcanzarla, lo que a cualquiera otra colectividad le hubiera creado un complejo de predestinación a no lograr nunca el ascenso.
Ante tal actitud de nuestros seguidores, ¿cómo no íbamos a tener fe en que nuestra bandera se pondría la primera?, ¿cómo no cometer la cobardía de no estrenarla por no ponerla en el último lugar? Se colocó la última y entonces vivimos aquellas jornadas en que a pesar de que el equipo luchaba con fe y disciplina en los desplazamientos, como lo demostraron las nimias derrotas ante adversarios como Cádiz y Murcia, no lograba enjugar los dos puntos negativos, con la consecuencia demás de que en Heliópolis había que jugar con precauciones, pues la pérdida de nuevos puntos en casa hubiera sido catastrófica.
Es en la jornada once cuando logramos puntuar, empatando en Málaga, y a ella siguen el buen partido con el Tenerife; el accidentado frente al Badajoz, con la magnífica y briosa reacción en el segundo tiempo, y el triunfo de Valencia; tras el cual aparecemos en la tabla con un positivo y ocupamos el cuarto lugar; era ya la jornada 14.
Parece que vamos a respirar pues, sobre el papel, los tres últimos partidos de la primera vuelta pueden ser otros tantos triunfos, pero volvemos a perder rotundamente en Elda; pasamos al sexto puesto y empezamos a ser objeto de sanciones sorprendentes. A Valderas se le aplica la “habitualidad” y se le suspende por dos meses, dándose la circunstancia de que es el primer año que juega propiamente en categoría nacional y que tiene ficha amateur, por lo que difícilmente puede tener antecedentes.
Pero no podíamos desalentarnos. Había que subir. Y en la jornada 17 conseguimos otro punto en Jerez tras un magnífico partido de todos y una extraordinaria exhibición de Del Sol, con la que terminamos la primera vuelta con dos positivos y en el segundo puesto.
La segunda vuelta la iniciamos en Madrid ante el Plus Ultra, donde el equipo dio la medida de sus posibilidades jugando con gran calidad, de lo que se hace eco la prensa madrileña. En la jornada 19 triunfamos rotundamente sobre el Hércules y logramos el primer puesto. Nuestra afirmación se había confirmado, si bien dos jornadas después tras la batalla de Ceuta, que nos costó Paqui, el Recreativo de Huelva nos derrota en casa y descendemos al tercer lugar de la clasificación. El próximo desplazamiento es dificilísimo. Hay que ir a jugar con el líder, el Extremadura. Nos reunimos en un acto íntimo con los jugadores, a los que les expresamos nuestra confianza, y en efecto, se gana en Almendralejo y nos ponemos líderes en esa jornada, que es la 22, para no dejar de serlo ya en las 12 restantes.
No es necesario resaltar, porque está en el ánimo de todos, que las dificultades que había que vencer se referían no sólo, ni siquiera en primer término, a las propias de los encuentros, sino además a las ambientales, que convertían cada partido en una verdadera final, y que llevaban muchas veces la secuela de lesiones y expulsiones, debiendo destacarse los partidos frente al Cádiz y al Córdoba. Del partido contra el Cádiz salió la insólita sanción a Lasa, suspendido por seis partidos, sin que figurara ni amonestado en el acta, y que pueda sentar un funesto precedente al desplazar la base sancionadora, y el del Córdoba se jugó en el ambiente más hostil y antideportivo que recordamos, por lo que el triunfo allí logrado fue, a nuestro juicio, el más importante y trascendental de todos.
La bandera, pues, llegó al primer puesto y no tuvo que arriarse. Después de quince años volvemos a la División de Honor, donde nos esperarán muchos días difíciles, pero donde también podemos alcanzar muchos triunfos si la unidad, forjadora del triunfo decisivo de este año, continúa inquebrantable.