Paquirrín socio del Betis 1983.

Hace unas semanas Francisco José Rivera Pantoja, conocido como Paquirrín, se marcaba unas declaraciones menospreciando al Real Betis Balompié. Algo habitual en este individuo al que se puede aplicar con bastante facilidad el dicho aquel de que cada vez que abre la boca sube el pan.
No le damos la menor importancia a sus palabras, dados sus habituales antecedentes y su militancia en la corriente más vulgar y zafia del mundo del faranduleo, pero vamos a aprovechar este asunto para dar a conocer una serie de particularidades que sucedieron incluso antes de su nacimiento.
Su padre, el torero Francisco Rivera «Paquirri», estuvo en la órbita del sentimiento bético y se relacionó con frecuencia con directivos y jugadores verdiblancos de la primera mitad de los años 80. Fue el conocido Gregorio Conejo el introductor del torero en los círculos béticos, y fue el mismo Gregorio Conejo quien impulsó una serie de acontecimientos coincidentes con el nacimiento en febrero de 1984 del primer hijo de Paquirri y de la tonadillera Isabel Pantoja.
Nada menos que en julio de 1983, 7 meses antes de su nacimiento, fue inscrito ya como abonado infantil del Real Betis Balompié por obra y gracia de Gregorio Conejo. Estaba incluso previsto otra inscripción como abonada infantil en el que caso de que la criaturita hubiera sido del género femenino, con el nombre de Ana Isabel del Rocío.
Desde luego esta inscripción no influyó para nada en su comportamiento y militancia posterior, como podemos comprobar habitualmente.
La postura del club en este momento era normal y habitual. No era el primer niño al que se inscribía en la relación social del club nada más nacer, aunque en este caso era incluso 7 meses antes de su nacimiento.
Mucho peor sería lo acontecido con el bautizo del pequeño, acaecido en junio de 1984 en la conocida finca Cantora entre las localidades de Medina Sidonia y Vejer.
Al popular acontecimiento acudió el presidente bético Gerardo Martínez Retamero, acompañado de Gregorio Conejo, ell embajador en estos eventos del papel couché, para participar en la fiesta show que siguió al bautizo del pequeño, al que se le impuso el escudo de oro y brillantes de la entidad.
Todo este tremendo despropósito motivó la lógica polémica y la protesta de ilustres béticos, y de un sector del periodismo deportivo, que se preguntaban qué méritos había contraído con el club un niño de escasos cinco meses.

Un gran error que denigraba la imagen de la entidad, asociando el nombre del club al mundo de la farándula y del postureo, algo muy común en estos años y que aún pervive en ciertos sectores del beticismo, empeñados en asociar el nombre del club a determinados famosetes, más conocidos por lo que no hacen que por lo que hacen.