Rafael Gordillo, 889 días después, de Francisco Correal

El 25 de septiembre de 1994 el Betis arrolló al Sporting de Gijón en el Villamarín con una contundente victoria por 5 a 0. Era la jornada 4 del Campeonato de Liga de Primera División y con 3 tantos de Cuéllar y uno de Aquino y otro de Kowalczyck el Betis dio una exhibición de buen fútbol, aupándose a la quinta posición y augurando la magnífica temporada que iba a desarrollar.
Ese día en el once bético se alineó por primera vez Rafael Gordillo, que no había estado presente en los 3 encuentros anteriores. Hizo un magnífico encuentro, participando en un gol y dando dos remates a los postes. En el minuto 77 fue sustituido por Cañas, siendo ovacionado por toda la afición.
Al día siguiente en la páginas de Diario 16 Andalucía el periodista Francisco Correal le dedicó este artículo, glosando la magnífica carrera del jugador bético y su regreso a los terrenos de juego de la Primera División 889 días después.
Seguro que a Michel, uno de los mejores amigos de Rafael Gordillo, le va a hacer gracia esta historia. El fenómeno del Polígono, como lo bautizaron sus vecinos cuando le dedicaron al Gordo una semana cultural, volvió ayer a Primera División tras 889 días de ausencia.
Muchos lo habían dado por muerto, deportivamente hablando, desde que se despidió de esta categoría el 19 de abril de 1992. Que la fecha coincidiera con el Domingo de Resurrección era una clave premonitoria. El adiós de Gordillo, que era un hasta luego, pasó desapercibido. Finalizaba su relación contractual con el Real Madrid. La noticia era irrelevante, primero porque salió al césped del Santiago Bernabéu en el minuto 70, sustituyendo al ahora barcelonista Gica Hagi. Segundo, porque toda la artillería informativa se centraba en la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla. Año de puentes y Pellón.
Gordillo se despidió como ha vuelto, con goleada. Su equipo de entonces, el Real Madrid con el que ganó cuatro Ligas consecutivas, derrotó por siete a cero (Mendiondo en propia meta, cuatro de Hierro, Hagi y Butragueño) a un Español que entrenaba Javier Clemente. Michel hizo un partido providencial. De los protagonistas de aquel partido, sólo cuatro fueron al Mundial: los goleadores Hierro y Hagi, el propio Clemente, y Díaz Vega, que arbitró el encuentro.
Fue la primera de las dos Ligas que el Madrid perdió en Santa Cruz de Tenerife, crucificado por un Jorge Valdano que ese mismo día, víspera de la Expo, se hacía con las riendas del equipo canario con victoria ante el Valencia. El Betis, mientras tanto, pordioseaba en Segunda. Empató en Málaga y era cuarto, precedido por Celta, Figueras y Rayo Vallecano. En la Maestranza torearon, sin mucho éxito, César Rincón, Ortega Cano y Julio Aparicio.
Ayer también hubo toros en la Maestranza, pero el Betis no empató en Málaga. Arrasó a la mejor fábrica del fútbol español, convertida ayer en una chatarrería. Los yogurines posmodernos de García Remón se enfrentaban a un Betis capitaneado por un hombre que podía ser se abuelo—las generaciones futbolísticas son más cortas que, por ejemplo, las de los poetas—, por un veterano que se alimentó en su infancia con leche americana del Plan Marshall.
Los que no creen en él (ya hay que creer en pocas cosas para no creer en Gordillo), presagiaban una estampa decadente, como si su regreso a Primera y la presencia de Alberto Closas en Farmacia de guardia resumieran el carácter emotivo y patético de todas las despedidas. Hay que acudir al clásico: los muertos que vos matáis gozan de buena salud.
Su currículum de este partido, el 421 en Primera División (por delante sólo hay dos futbolistas en activo, los guardametas Buyo y Zubizarreta), bastaría por sí solo para justificar su trayectoria.
Un rival le hace una falta. Él mismo la saca con la izquierda más mágica después de la de mayo del 68, cabecea hacia atrás Stosic y Aquino consigue el primer gol de la tarde/noche.
Probó la seguridad de Ablanedo, compañero de concentración en México 86, con una ajustada vaselina y un remate de cabeza. Después pasó a la acción con sendos disparos que repelió el larguero: uno en cada tiempo, uno con cada pierna. El capitán volvía por sus fueros. No lo tumba nadie (Velasco lo intentó con dos tarascadas), ha recuperado el desparpajo de sus primeros días, pura prehistoria para los más bisoños militantes del beticismo.
Gordillo tiene edad de ministro (los mismos años, 37, que el titular de Agricultura), pero a él que no lo busquen en un despacho. Que sigan su estela por esos campos de Dios en los que, como si fuera el depositario de la memoria verdiblanca, ahora juega de Cardeñosa.
889 días después de haber entrado por Hagi junto al paseo de la Castellana, le cedió el puesto a Cañas a la vera de la Palmera.
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