Reanúdase la era de las Olimpíadas
El texto que hoy traemos se publicó en el diario sevillano El Liberal el 2 de abril de 1910. En él se nos narra la fuerza y vigencia que en esos primeros años del siglo XX iba cogiendo la práctica deportiva. Desde 1896 los Juegos Olímpicos Modernos se habían puesto en marcha en Atenas, diputándose posteriormente las ediciones de París en 1900, San Luis en 1904 y Londres en 1908. Los deportes asociados a Gran Bretaña, por entonces la gran potencia imperial que dominaba el mundo, se expandieron por todo el orbe, y la presencia de ciudadanos británicos influyó en su desarrollo e implantación.
Se narra también la práctica del fútbol en Sevilla en el Prado de San Sebastián, el gran terreno de juego de los futbolistas sevillanos desde la aparición de los primeros clubs organizados en Sevilla entre 1908 y 1909.
Los sports, en general, y el fútbol, en particular, en esta fase inicial de su desarrollo eran vistos como un apartado más del programa regeneracionista que debía impulsar la renovación de la sociedad. Y es así como el autor de este texto enfoca la práctica deportiva de los jovenes sevillanos que daban puntapiés a un balón por las tardes en los amplios espacios del Prado.
No son, precisamente, olimpíadas helénicas informadas por el espíritu sutil del padre Apolo, amante de la belleza en el ejercicio corporal. Son olimpíadas rudas, septentrionales, en las que tiene más entrada la fuerza que la gracia. Pero olimpíadas, al fin.
Los ejercicios atléticos de los pueblos del Norte van lentamente arraigando en nuestras costumbres latinas y forman como un lazo de unión a través de la Historia con aquellos otros ejercicios musculares que a Grecia dieron, con su predominio, tanta fama.
Los juegos olímpicos, muertos con Grecia, renacen importados desde el Septentrión; no tienen la belleza plástica de aquéllos, pero tienen el músculo. La carrera, el salto, la lucha, el disco, la cuadriga, han sido sustituidos por el foot-ball, el golf, el polo, el raid paper…
El foot-ball, más democrático que los demás, va conquistando las poblaciones meridionales, gana terreno y hace goals en España. Actualmente en San Sebastián los bravos guipuzcoanos, vencedores de todos sus compatriotas, han querido medirse con los ingleses. Y si este año han sido vencidos, el año que viene vencerán. Confiemos en la raza.
En Sevilla, unos entusiastas muchachos, llevados tal vez inconscientemente por el imperativo de las generaciones venideras, han comprendido que es mejor hacer piernas en el Prado que beber en la borrachería; o, en último término, que son compatibles las dos cosas. Y con una asiduidad digna de tal causa pasan sus tardes dedicados a la noble tarea de dar puntapiés a un balón lleno de viento; y decimos noble porque ninguna ocupación lo es tanto como la que proporciona a la patria hombres fuertes y viriles. Lo primero que necesita un país son hombres.
Estos muchachos, como los vascos, han medido hoy sus fuerzas con un pueblo extraño, disputándose un premio del Ayuntamiento, y también han sido vencidos.
Confiemos en que el año venidero será para ellos la rama del olivo de estos nuevos Juegos Olímpicos.
¡Duro al balón, cuya menor recompensa es la copa que a puntapiés con él puede ganarse¡ Duro al baile varonil que fortifica los músculos y cura la neurastenia, equilibrando las facultades físicas y espirituales. Hurra al ejercicio físico, que acumula intensidad vital para producir luego sabios y artistas. Los pueblos débiles no van a ninguna parte. ¡Duro al balón¡
El secreto del éxito de los pueblos del norte es la fuerza. Por la fuerza que produjo en Grecia un Milón de Crotona, es este pueblo maestro en artes y fuente no superada de bellezas.
Ved esta bella leyenda de los tiempos heroicos. Los juegos que instituyó Hércules habían sido olvidados; los años no se contaban ya por olimpíadas. Una peste diezmaba repentinamente la Grecia, y consultado el oráculo de Delfos, la Pitonisa dice que sólo con el restablecimiento de los Juegos Olímpicos se aplicarán las iras de los dioses. ¿Estas iras no serían el enervamiento y la molicie de los helenos, y su mejor remedio el ejercicio olvidado…?
Aplicad la leyenda a nuestra vida actual. La peste que diezma a los españoles, la abulia que los hace débiles en comercio, en ciencias, en artes, ¿no será resultado del olvido del ejercicio corporal y del aumento de su debilidad física?
Ante la duda—duda casi certeza—merecen plácemes esos muchachos que en el Prado entretienen sus ocios dándole puntapiés al balón.
Obra doblemente meritoria porque los capacita para cuando llegue el caso de expulsar violentamente a tanta rémora como estorba.