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Si Dios es del Betis, ¿no lo voy a ser yo?, de Francisco Correal

Posted On 04 Oct 2015
By : Alfonso Del Castillo
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Tag: Círculo Bético Augusto, Francisco Correal
Círculo Bético Augusto

El Círculo Bético Augusto en Burgos. Mayo de 1994

En mayo de 1994, con ocasión del ascenso bético en Burgos, se publicó en Diario 16 Andalucía este curioso relato del periodista Francisco Correal centrado en el Círculo Bético Augusto, una  agrupación de béticos desarrollada por esos años y que nació en Mérida y se constituyó en Itálica.

Entre sus integrantes muchos beticos conocidos y reconocidos: Juan Manuel Cobo, José de la Tomasa, José Rodríguez de la Borbolla, José Luis Páez, Bernardo de Balbino, Antonio González «El Raya»…

 

Militan o han militado en partidos políticos, asociaciones cofrades, organizaciones profesionales de muy distinto signo. Han aparcado las diferencias para remarcar el nexo de su beticismo. Se proclaman béticos, según se lee en el segundo punto de su manifiesto fundacional, “en este mundo en el que todavía subsisten, para los que alentamos los verdores de la esperanza, algunas negras acechanzas y turbias amenazas, incluso, con el blanco color de la pureza.”

Esta logia más amiga del mesón que del masón tuvo su más reciente iniciativa en el maratoniano viaje hasta Castilla para noquear a las huestes burgalesas. Creen en la unión de esfuerzos y en la división bética del trabajo.

Juan Manuel Cobo, 44 años, santanderino de Cabezón de la Sal, llegó al Betis procedente de la Gimnástica de Torrelavega. Tiene un negocio de artículos deportivos y el 25 de junio de 1977 fue el encargado de recoger de manos de Juan Carlos I la primera Copa del Rey. Compone una loa verdiblanca con ritmos de gregoriano. Sus compañeros del Círculo Bético sólo se saben el latinajo del estribillo: “Laus Betis Bonus”, que han de repetir cada vez que marca el equipo.

José Giorgio, conocido en los ambientes flamencos como José de la Tomasa, 42 años, aficionado a la pesca y a la náutica, alma de barco, pone el condumio. Ana González de Jesús, esposa del cantaor macareno, ha cocinado una pantagruélica olla de guisado de jarrete. “Los horteras del balompié hacen la ola, y nosotros hacemos la olla”.

Esta columna de la Bética que nació en Emérita Augusta y explotó en Barcino tiene una autoridad compartida. Muchas cabezas de mando y un solo Betis verdadero. Pero todos aceptan cierto liderazgo más moral que político de José Rodríguez de la Borbolla, bisnieto del fundador del Betis, sobrino-nieto del prócer que le dio el título de Real.

Apartado provisionalmente de la política, este profesor de Derecho del Trabajo tiene tres aspiraciones, según revelan sus compañeros de cuadriga: ser alcalde de Sevilla, presidente del Betis y hermano mayor del Calvario. Mientras tanto, compones unas coplas del beticismo inspiradas en las últimas sevillanas de Martirio.

En Madrid saludó a Inocencio Arias, el Richeliu del madridismo. Está dichoso en su papel, arbotante entre las memorias de Adriano y los regates de Rogelio.

El Betis, a diferencia del axioma del dinero, sí da la felicidad. Eso lo diferencia de quien lo precedió en la presidencia de la Junta de Andalucía, un Rafael Escuredo presionado por las angustias de los ricos, los desastres de la fortuna, que dijo eufemísticamente Morán en el mitin santanero de Felipe, y de quien le sucedió, un Manuel Chaves atrapado por las angustias y sentadas de los pobres.

Los móviles de esta adicción son muy diversos. Francisco Vázquez, 29 años, empresario de frío industrial y hermano del Cristo de Burgos, es bético como es mamífero. Su padre, Pedro Vázquez Sánchez, 57 años, tesorero del Círculo Augusto, lo llevó cuando sólo tenía seis días al estadio de Altabix para presenciar un Elche-Betis. “Unos días después, se murió el entrenador del Betis, Andrés Aranda”.

Félix Cabezas, 23 años, malagueño de nacimiento, es hijo del antes propietario y ahora copropietario de “La Dorada”. “Entre mi padre y García Soriano me hicieron bético”.

Vicente Martín, 37 años, es hijo de emigrantes de Avila que abrieron una tienda de ultramarinos en el Porvenir.

“Y yo soy hijo de aragoneses. Pero es igual, el Betis es demasiado grande como para ser sólo de la ciudad donde nació. Si Dios es bético, ¿no lo voy a ser yo?”, dice Alejandro Berdejo, 28 años, director de un hotel en Matalascañas desde el que cada siete días viaja a Heliópolis y a los desplazamientos del equipo.

“Los clientes de mi tío, que era mayorista de frutas, me llevaban de niño al antiguo campo del Betis”, indica José Manuel Berdejo, 42 años, hermano y padrino del anterior.

El Círculo Bético Augusto consigue alianzas inverosímiles: Feliciano Perejón, electricista de 37 años, es sevillista y fundador de la Peña Bética de Benacazón: “A lo mejor soy un sevillista light”.

Algunos tuvieron que traicionar afectos y parentescos: “Mi padre era muy sevillista, me traía desde Marchena a ver los partidos del Sevilla y con quince años me cambié de orilla”. Manuel Martín Campos, sevillano de la Encarnación, 51 años, comerciante y delegado de la cantera: “Mis amigos eran todos sevillistas, yo cogía el tranvía y me iba solo al campo del Betis”.

Balbino de Bernardo Barrio, 50 años, forma parte del establishment verdiblanco. Es licenciado en Derecho y agricultor: “Todos somos béticos en casa y si alguno se desvía tenemos dos psiquiátras en la familia para corregir esas conductas anómalas”.

Muchos de ellos han sido testigos de las noches mágicas del Calderón y de San Siro, del viaje surrealista hasta Tiflis, de frías vigilias en Leipzig y Craiova, de las penurias de Palamós y de Lugo. “Yo iba a carajo sacao de Sevilla a Madrid para ver la final de Copa del 77”, recuerda Francisco Blanco Gracia, 52 años, sevillano de la Alfalfa, industrial de la hostelería, “ y de pronto me adelantan dos guardias civiles motorizados. Eran de Triana y sólo querían desearme suerte”.

José Enrique Osquiguilea, 46 años, apellido navarro del valle del Roncal, es bético “desde que la entrada costaba cinco pesetas y diez céntimos, y las comprábamos en la calle Barcelona, en Blanco Cerriilo, por supuesto”.

“En mi familia todos son béticos, hasta los perros. En vez de guau, dicen Betis”, comenta el patricio que mejores conexiones tiene entre el Círculo y el Senado romano. José Luis Páez Ruiz de Lopera, 31 años, que trabaja en temas de Seguridad en el Palacio de Congresos, es sobrino carnal del consejero delegado.

Si el tesorero se remite a Barinaga “cuando era futbolista”, las referencias de Manuel Adame Reyes, 34 años, empresario de la construcción, son más posmodernas: Anzarda, García Soriano…

En este Círculo, cuando no canta El Mani, lo hace Manuel Mairena, 59 años, o entra José Manuel Soto. La prueba de fuego es Antonio González “El Raya”, explicando los quince estilos de fandangos de Alosno. Autor de las sevillanas más antiguas, cuando militaba en Los Rocieros, y de las más recientes, dedicadas a Marco Tulio Lopera.

Enrique Ferrer Bueno, 67 años, es el más veterano, socio número 99 del equipo, todo un pedigrí. Fotógrafo de oficio. Rogelio Trifón hace de repostero. Angel González, 47 años, es el policía del grupo; Francisco Ruiz Sánchez, 45 años, y Rafael Olivares, 61, son del negocio editorial, por si un día imprimen estas campañas de la Bética.

De que cuadre el grupo, de la cuadratura del Círculo Bético Augusto, se encarga Gregorio Conejo, socio desde 1958, empresario de materiales para la construcción, una especie de Zelig ubicuo del beticismo. Lo acompaña Alfonso Navarro, 44 años, de La Palma del Condado y encargado del almacén de Conejo

 

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