Una trampa del Betis
En el diario Sevilla en el año 1950 se publicaba tras los partidos del Betis una columna titulada «Fútbol en Heliópolis», en el que se relataban diversas circunstancias del encuentro jugado en clave humorística.
Traemos hoy aquí una publicada el 14 de noviembre de 1950 tras un Betis 6 Español de Tetuán 0, perteneciente a la jornada 10 del Campeonato de Liga de Tercera División, que situó al equipo verdiblanco en la cuarta posición de la tabla clasificatoria.
Como nota curiosa la presencia de un perro sobre el césped de Heliópolis, que sirve de argumento para el relato que se publicó en el periódico dos días después de la celebración del partido.
Otra reseña a destacar del relato está en la habitual falta de tranvías que obligaba a la afición bética a desplazarse andando por la Palmera desde Heliópolis, o la presencia ya en ese tiempo de un marcador simultáneo que informaba de los resultados de otros partidos.
Empezaron los tetuanís con un guerrero denuedo en conquistar la batalla tras la negra figura de Tuhame, a quien alentaba con signos cabalísticos desde la banda Abd-El-Kader, hijo de Ayiba, quien siendo tan buena persona pasó ayer muy mal rato, y algo presentía cuando dijo a un señor que escribe para los periódicos: “Ensi Alá, munaná”, que para que todos nos entendamos quiere decir: “Sea lo que Dios quiera, suerte”·
Abd-El-Kader me confió, sin embargo, que el árbitro, señor Expósito, cosa muy natural, había tomado los nombres de los jugadores árabes letra por letra. Sería para que el acta del partido reflejase con más impecable corrección los nombres de los jugadores, a más de la literatura de accidentes e incidentes. Muy meticuloso sí que es, y si no a qué viene no descansar en los partidos durante los noventa minutos.
No obstante todo esto, y yo creo que la Federación no anulará el partido por lo que yo diga, anteayer el Betis hizo una trampa manifiesta. Alineó once jugadores y un perro. Doce, porque lean ustedes: los equipos sevillanos, en su rivalidad deportiva, publican los anuncios más ostentosos, inculcan la fobia deportiva en tiernos infantes, llevándolos con el equipo y fotografiándolos, y en plan de emulación, y no sabiendo ya lo que hacer ocurre lo de anteayer: cuando en los primeros momentos el Español de Tetuán llegaba con demasiada frecuencia a la portería bética, soltaron por el cubil de donde sale el árbitro un magnífico perro pachón que, haciendo caso omiso de las hipócritas llamadas de sus acomodadores, se fue para la mancha blanca esa donde se pone el balón para tirar el penalti, que es el primer acto del gol con alevosía, premeditación y las otras circunstancias agravantes que dice el Código; y en ocasión de que Uazani había centrado a Tuhame adelantado, encarlancó sus ojos, tentó las orejas y asustó a Tuhame, que se dirigió al árbitro. Pero el árbitro, que es un señor que siempre va detrás de los jugadores, frenó su carrera, se encogió de hombros, atesó su cuello blanco y no tuvo la autoridad suficiente para ordenar a aquel perro, que era un jugador sin ficha, que saliese fuera del campo.
El árbitro, para eso son tan valientes, debió haberlo cogido de una oreja y no esperar a que el perro se fuera a su verdadera portería de guardián del recinto del campo de Heliópolis cuando hubo pasado el peligro y Eduardito colaba el primer gol, y toda la asistencia se aburriese deprimida por el insulso peloteo.
Domínguez animó aquello un poquito, un gol, dos goles, tres goles, un gol de penalti. A pesar de todo, y a pesar de que Ubis hizo otro tanto, Erasmo contagió a todo el mundo de su filosofía decadente.
Tanto aburrimiento era, que el señor Expósito hizo una botadura de balón, que viene a ser como tirar una perra a un grupo de chiquillos: “El que la coja pa él”. Y no contento aún, a última hora dio una fuerte patada a un balón que le centraron disgustadísimo de que nadie se metiese con él ni para bueno ni para malo. Que esta actitud de la hinchada es una cosa más para desconcertar al árbitro más pintado del mundo.
Un juez de línea, el que estaba en el segundo tiempo entrando por la tribuna de preferencia, a mano derecha, ese sí que oyó algo. ¡Pero qué hombre¡ Tenía la habilidad de ponerse en el lugar contrario donde rodaba la pelota. Y es lo que él decía: Si está todo el mundo aburrido ¿por qué me voy yo a distinguir?
No pasó nada más. De verdad que no. Las señoras gordas se emocionaron un poco con la fidelidad del perro, y disfrutaron del sol otoñal sin tener que contener los ímpetus belicosos de quienes se amparan en su fortaleza física.
Para que todo fuese más normal aún, cuando terminó el partido la gente Palmera abajo se fue para Sevilla, por falta de tranvías. Que es también muy corriente, a pesar de que un señor que yo me sé es del Betis.
Y los béticos demostraron su nobleza deportiva aplaudiendo cada vez que el nene “croupier” de la ruleta deportiva colocaba como ganador al Sevilla, que jugaba en la “V”.