Alfonso Sánchez: «La afición bética es nuestro mejor fichaje»
Cae siete veces. Levántate ocho. La vida está hecha para los valientes. Para aquellos que jamás tiran la toalla. Trabajando en silencio, estoicamente, para recuperarse y volver a ser él mismo en la pista, Alfonso Sánchez Delgado (Jaén, 1987) vuelve a disfrutar hoy del baloncesto en plenitud de condiciones. El escolta del Real Betis Energía Plus ha madurado a base de sumar infortunios. “Me he roto todo lo rompible”, afirma el jienense, hoy feliz de ver como su rodilla y su muñeca responden al máximo nivel. A sus 30 años, Alfonso se ha sobrepuesto a una ardua travesía en la que tuvo que luchar consigo mismo y con sus lesiones para evitar abandonar. Un enamorado del baloncesto que nunca soñó con la NBA. “Quizás si no me hubiese lesionado con 20 años, mi respuesta sería otra”.
Sánchez abre las puertas de San Pablo a Manquepierda.com. Sencillo, risueño y muy abierto, el escolta analiza su pasado, su presente y su futuro, marcado siempre por la felicidad que le ha supuesto envolver su vida en torno a una pelota y a un pabellón. Alrededor de todos aquellos que formaron y forman parte de su crecimiento. “Mis padres y mis hermanas han sido mis máximos apoyos. Ellos han sido mis bastones”.
Unos minutos antes de la entrevista, el jienense descansa en un lateral de la pista del pabellón sevillano. Visiblemente cansado. Vaciado. La intensidad no falta en los entrenamientos en una plantilla que debe dejarlo todo de aquí a final de temporada para salvar la categoría. Alfonso se acerca, toma asiento y esboza la primera sonrisa de oreja a oreja. ¿El motivo? Mancha Real. “¡Vaya! Sí que te has informado bien”, exclama sorprendido e, incluso, agradecido por la pregunta.
“Mancha Real es un poco el recuerdo que tengo de mi infancia y de toda mi familia. Mis padres se conocieron allí y todos mis tíos, primos y abuelos son de allí. Nací en Mancha Real y es un lugar donde he pasado veranos, vacaciones, Navidades, cumpleaños y todas las fechas señaladas”, relata Alfonso.
«Estoy divido en tres partes, pues es mi segundo año en Sevilla y siento la ciudad como si estuviera en casa»
Recuerda de forma grata cada momento de su infancia, siempre rodeado de sus seres queridos y haciendo lo que más le gustaba. El baloncesto pronto caló en su vida. “Mi mayor recuerdo es habérmelo pasado muy bien. Y me lo he pasado bien siempre jugando al baloncesto, que es lo que a mí siempre me ha gustado. Con cuatro años empecé a jugar en el colegio y recuerdo mi infancia rodeado de mis amigos y siempre metido en el baloncesto, fuera verano o fuera invierno. Algún ratito sacaba cada día para dedicárselo al baloncesto”.
Pero, circunstancias de la vida, esta le separó demasiado pronto de su tierra natal. Casi a gatas, Alfonso emigró a Marbella junto a sus padres. Lo que no sabía era que aquí comenzaría su trayectoria hasta alcanzar la gloria. “Ahora te diría que estoy divido en tres partes, pues es mi segundo año en Sevilla y siento la ciudad como si estuviera en casa. Sí que es verdad que mis raíces son jienenses, que gran parte de mi vida y formación ha sido en Marbella y Málaga, pero también considero que Sevilla tiene un lugar importante en mi corazón”, reconoce el jienense.
Sus primeros recuerdos ligados al baloncesto los relaciona con la felicidad de un niño que valoraba cosas que, quizás, hoy no se tengan tanto en cuenta: “Recuerdo pasármelo muy bien y el que un entrenador me formara y no mirará tanto el resultado”.
Inconsciente hasta que el mundo profesional se topó ante su gesto. Alfonso nunca se paró a pensar que sería el baloncesto su futuro. Ni se paró ni quiso hacerlo. Pues sólo pensaba en ser feliz haciendo lo que más le gustaba. “La verdad es que hasta que no alcancé los 18-19 años, donde me sentaron en un despacho para firmar mi primer contrato, no fui consciente. Yo, hasta ese momento, hacía lo que verdaderamente me gustaba y no miraba más allá de lo que podía ser o de lo que no podía ser. En ese sentido, vivía un poco en la estupidez y no me imaginaba que me abriría paso en el mundo profesional”, reconoce. Hoy, su vida gira en torno al deporte.
Afirma sentirse afortunado “por haber llegado donde ha llegado” y por su “estilo de vida”, el cual le ha permitido dedicarse a lo que le gusta. Un “privilegiado”, como el mismo dice, que comenzó a crecer desde el momento en que su madre se las ingenió para que creciera en torno a este deporte. “Fue mi madre la que falsificó mi ficha cuando en el colegio sólo se podía apuntar los niños al baloncesto con cinco años, y me apuntó a mí con cuatro junto con mi hermana”.
Fue el CB Marbella el primer equipo que le dio la oportunidad de poner la primera piedra en el camino hasta el mundo profesional. “Ellos me dieron la primera oportunidad de formar parte de un club con unas bases de formación importantes. Empecé en el colegio y, desde allí, pasé directamente a un club dedicado exclusivamente a la formación de jugadores de baloncesto. Más tarde, a nivel ya semiprofesional, fue en la cantera de Unicaja donde forjé lo que son mis características individuales. Y, además, apostaron por mí y firmé un contrato que me hizo crecer como jugador, disfrutando del primer equipo, alternado con el filial, durante mi primer año y, un año después, siendo jugador de la primera plantilla”.
Aquel chaval que comenzaba a crecer en el mundo del baloncesto se enfada porque no entrenaba cinco días a la semana. Lo ha englobado todo siempre a la diversión, por lo que no le faltaba tiempo para coger la pelota y marcharse en aquellas horas muertas en las que no entrenaba. “Lo único que he querido siempre ha sido disfrutar jugando al baloncesto”.
Su buen papel en Marbella evidenció que el baloncesto no sólo iba a ser su mayor afición. Uno de los grandes de España se fijó en Alfonso para que ocupara un puesto en su cantera. Unicaja apareció en su camino. El destino, a partir de aquí, le llevaría directo a la ACB. “Unicaja es como un altavoz, pues tiene la atención de varios clubes, trabajando además con entrenadores muy preparados y con mucha experiencia. Ellos te dan la oportunidad de formarte alrededor de los mejores jugadores”, afirma Alfonso, recordando, además, su debut en 2005 ante Llanera Mallorca y de la mano de Sergio Scariolo, actual seleccionador nacional. “Estaba cagado, así te lo digo. Fue algo muy bonito de vivir en Málaga porque al principio parecía como una montaña gigante que nunca iba a llegar. Son dos o tres segundos de revoluciones pensando, pero al final te das cuenta de que se hace lo mismo de siempre”.
Un año de ensueño antes de comenzar su calvario, pues a su debut en la ACB le sumó la plata en el Eurobasket Sub-20. “Caímos en la final con la Serbia de Teodosic y compañía, que estaban un nivel por encima de nosotros, aunque la peleamos hasta el final con figuras como Llul. Fue un gran año”, reconoce.
Pero, en 2007, cuando por fin Scariolo cuenta con él para formar parte del primer equipo, el ligamento anterior de tu rodilla derecha dijo basta y, una serie de complicaciones en su muñeca, le dejaron fuera de las pistas hasta febrero de 2009. “Después de ese verano tan bueno, empezamos la temporada, la cual también empecé bastante bien con Scariolo y, al tercer partido de Liga que, además, salía titular con Unicaja, en la primera jugada de este, fui a defender al adversario y note un crujido en la rodilla. Me asusté y me eche la mano a la rodilla. Sabía que algo iba muy mal”.
«En Clínicas Rincón me sentía un chaval al lado de jugadores de 18 y 19 años. Estábamos locos y entrenábamos como animales»
Su enorme proyección quedó cortada de raíz, más aun cuando, tras recuperarse en 2009, Scariolo abandona Unicaja y es sustituido por Aíto García. Alfonso pasó al ostracismo en Málaga. “En este periodo no es sólo la recuperación de rodilla, sino también de la mano derecha. El verano de la plata Sub-20 jugamos también un torneo en Siena, que es cuando me caigo y me hago daño en la mano. Hacemos unas pruebas y no se ve nada, por lo que sigo jugando con la mano vendada. Me rompo la rodilla y, cuando vuelvo a entrenar, me sigue doliendo la mano. Me hacen unas pruebas y se ve que tengo la mano rota, por eso tardo tanto tiempo en recuperarme y luego, cuando me recupero de dos lesionases graves de la mano, Scariolo ya no estaba en el banquillo de Unicaja y había llegado Aíto, además de que la estructura del equipo había cambiado mucho. Yo tenía contrato en vigor pero estaba desplazado del equipo. No sabían muy bien que hacer conmigo”, recuerda.
Abandona Unicaja y se marcha cedido a Alicante, desde donde recala en Obradoiro para volver a ganar protagonismo en la ACB, aunque todavía arrastrando molestias. “La realidad es que aún no estaba recuperado. Los médicos me dijeron que no podían hacer nada más y que esas eran las secuelas que se me habían quedado en la mano, el dolor y la pequeña limitación de movimiento que tenía en ella, así que me aconsejaron salir cedido a Alicante para mejorar y entrenar y, a partir de ahí, valorar como me encontraba. Hice tres meses buenos en Alicante y luego fui a Obradoiro”.
Pero, tras su marcha a San Sebastián, vuelve de nuevo su calvario con otra grave lesión de rodilla y unos años, hasta 2014, donde no encontró continuidad. “San Sebastián fue la gota que colmó el vaso. Fue un año muy bueno para mí, quizá no se vio muy bien porque sólo tuve dos o tres partidos muy buenos en un equipo muy competitivo, donde tenía por delante a dos o tres jugadores de gran calidad, pero entrenaba muy bien e hice un año espectacular, muy bueno en lo físico. Las oportunidades que me daba Pablo Lasso, que estaba muy contento conmigo, las aprovechaba. Fue una lástima porque, el último mes y en un entrenamiento, tuve la mala suerte de romperme la rodilla y todo ese trabajo y sacrificio sobre la pista se empañó cuando teníamos ya apalabrada, incluso, la renovación si Pablo seguía, aunque justo ese año fue cuando Pablo salió al Real Madrid”.
Por su cabeza pasaron muchas cosas y, pese a que la mayoría decaería tras sumar tantos infortunios, Alfonso no abandonó su sueño, pese a que por su cabeza sondeó la posibilidad de poner fin a su carrera. “Después de San Sebastián estoy casi un año entero en blanco, juego un año en LEB de la mano de Ourense, que descendemos y, además, no juego bien porque no me encontraba del todo bien. Me paso otro año en blanco, tres seguidos. Después de ese año, estuve entrenando en Málaga y fue cuando me planteé si seguir jugando o no. Al final, decidí darle una oportunidad a ver qué pasaba y a ver si salía algo, pues realmente me gusta mucho esto del baloncesto. Y fue cuando el Clínicas Rincón, segundo equipo de Málaga, me dijo que me quedara allí como figura veterana en un equipo plagado de jugadores jóvenes”.
Motivado y con ganas, por fin encontró la ansiada continuidad en Clínicas Rincón que le permitió tomar el último tren hacia la ACB de la mano de Manresa. Su perseverancia tuvo premio. “Ese año nos lo pasamos pipa y jugamos realmente bien. Me sentía un chaval al lado de jugadores de 18 y 19 años. Estábamos locos y entrenábamos como animales. Ganáramos o perdiéramos, nos vaciábamos siempre en cada partido. Fue cuando, el último mes, Pedro Martínez, que por aquel entonces estaba en Manresa, me llamó porque querían a un tío que fuera allí a involucrarse, a sacrificarse y a hacer las cosas bien, y pensaron en mí. Estuve una semana de prueba y fue un poco como el tren de reenganche a la ACB”, recuerda.
“Es una situación jodida y poco agradable. La realidad es que a nadie le gusta perder ni encadenar derrotas, pero nosotros siempre tenemos que ser optimistas»
Y, tras la etapa en Manresa, Sevilla se cruzó en su camino. “Yo sabía que, con los deberes hechos, podía tener una oferta de la ACB perfectamente. Sonó Sevilla, Luis me llamó y, además, estaba aquí Berni. Sevilla era el lugar ideal, cerca de casa, jugando en ACB… era todo perfecto. Me fui con Pedro a hacer la pretemporada a Valencia, esperando la oferta en Sevilla de reojo y, al final llegó. En un día estaba aquí”, reconoce entre risas, recordando al propio Berni como una de sus grandes referencias. “Lo conocí con 17 años. El primer día lo vi en el vestuario y me impresionó. Es el que marca el camino de los canteranos en Málaga y era mi ídolo, tanto como jugador, donde compartimos la misma posición pero, sobre todo, Berni es un referente para mi fuera de la pista”.
Éste año promedia 17 minutos, 4 puntos y 1,6 rebotes por partido. El Betis le ha permitido encontrar un lugar donde, por fin, asentarse, olvidadas ya sus lesiones. Aunque la situación deportiva del club empaña su buen momento. “Es una situación jodida y poco agradable. La realidad es que a nadie le gusta perder ni encadenar derrotas, pero nosotros siempre tenemos que ser optimistas y, a día de hoy, estamos entrenando muy bien y tenemos muchas ganas de jugar para cambiar esta dinámica”.
Destituido Zan Tabak, al que cataloga como un hombre “muy leal y noble”, una persona “muy trabajadora” que se “vació” en Sevilla, Alfonso reconoce que la plantilla está con confianza para sacar la situación adelante. “Las circunstancias motivan a ello. El cambio de entrenador está imponiendo un buen ritmo y una vuelta de tuerca más en cada entrenamiento. El equipo está más alegre, con más confianza y más ganas de sacar la cabeza”.
Las lagunas del Real Betis Energía Plus pasan por ganar a los grandes y sufrir con los conjuntos de “su Liga”. No hay más. Y Alfonso es consciente de ello. “Realmente, te puedo decir muchos porqués pero no estoy al 100% convencido de ellos. Tengo la sensación que es algo anímico y mental. Contra el Madrid nunca tenemos nada que perder y, si lo hacemos, sería lo normal porque tiene treinta veces más presupuesto que nuestro club. Sales casi sin presión a hacer las cosas bien, como si fuese un entrenamiento. Quizás con los equipos que están abajo como nosotros es más complicado, pues tenemos la obligación de ganar. Creo que el mayor error que hemos cometido muchos es autopresionarnos demasiado”, reconoce.
Así, los malos resultados han hecho que Alejandro Martínez sea quien pueble hoy el banquillo de San Pablo. Un técnico experimentado, que tiene ante sí la complicada labor de revertir la situación para sacar al conjunto verdiblanco del pozo. “Lo han recibido muy bien Todos hemos hecho lo que él ha pedido desde el primer momento, que ha sido limpiar nuestras cabezas. Él ha intentado crear un nuevo ambiente en el vestuario”, afirma Alfonso, destacando algunas de las cualidades de su nuevo entrenador. “Alejandro es un entrenador más de detalles. Él no ha cambiado tantas cosas. Seguimos saliendo con la misma filosofía, simplemente con sus detalles y sacando lo máximo de cada uno. Es un entrenador que te deja hacer y coger confianza”.
Cajasol, Banca Cívica, Baloncesto Sevilla y, ahora, Real Betis Energía Plus. El baloncesto sevillano ha vivido turbulencias en las últimas temporadas aunque, para Alfonso, el cambio hoy está, sobre todo, en la camiseta. “Ahora llevamos un nombre, un escudo y unos colores que para nosotros son un orgullo. Es muy grande que el Betis nos haya adoptado y hoy seamos parte de él. Aunque también es una responsabilidad, es un gran privilegio y una enorme motivación”, reconoce, entusiasmado cuando habla del nuevo ambiente que se respira en San Pablo. “En cada partido, tanto los laterales como los fondos, están llenos. Hay mucha camiseta verdiblanca y en las gradas de San Pablo la afluencia es mucho mayor. Además, cuando vamos fuera, desde el primer partido de pretemporada en Barcelona, siempre nos hemos encontrado peñas béticas que han venido a recibirnos a las puertas de los pabellones y a los partidos. Ha sido increíble el recibimiento de la afición bética. En los partidos jodidos siempre nos llevan en volandas. La afición bética, sin ninguna duda, es nuestro mejor fichaje”.
Esta es la historia de un luchador. Un jugador que nunca se cansó de esperar. Un hombre al que la vida le ha enseñado a pensar a corto plazo. «Ganar el próximo partido. Ese es mi futuro», reconoce para cerrar la entrevista esbozando la misma sonrisa con la que comenzó. Quizás consciente de que, lo malo, ya pasó.