Hugo Salazar: «El Real Betis es una de mis grandes pasiones»
Iba para cantante prácticamente desde su primer llanto. Y lo consiguió. Se aferró a la música gracias a una familia donde cada reunión era sinónimo de arte. Pero también gracias a que no le hizo falta demasiado para quedar prendado de ella, desde la cuna hasta el coro rociero, pasando por un grupo de amigos… ¡y hasta por Operación Triunfo! Pero le preguntamos por todo lo demás. También por sus períodos de reflexión entre disco y disco. Y, por supuesto, por la que define como otra de sus grandes pasiones junto a la música. El Real Betis Balompié siempre va ligado a la figura de un hombre que es hoy figura social de la entidad. Viéndole nadie diría que es un cantante de éxito en Sevilla. Hugo Salazar Anglada (Sevilla, 1978) sigue siendo igual de natural y sencillo que aquel joven que entró en OT siendo un desconocido.
Con su guitarra a cuestas, llega puntual. Lo citamos en la bodega “El Gordito de Triana”. Entra esbozando una sonrisa, como aquel que tiene prisa por hablar de lo que más le gusta. De sus dos pasiones. La música y el Real Betis. “Oye, pero ustedes, seréis béticos, ¿no”, pregunta nada más accede al recinto, soltando una carcajada.
No da tiempo a presentarse cuando Hugo pone la directa y, con algo de preocupación, pregunta. “¿Cómo veis al equipo este año? Los últimos partidos…”, relata, dejando la frase abierta para, con seguridad, cerrarla de forma automática. “Bueno, pero este año seguro que es el nuestro”.
A las puertas de Triana, Sevilla no pudo faltar para abrir la conversación. Sus orígenes, su gente y su vida pasan por la capital, una ciudad con la que se emociona sólo mencionándola. “Describir Sevilla es un poco difícil, porque cuando una ciudad te toca tanto el alma… Sevilla es mi hogar. Es mi gente, mis amigos, mi familia, mis raíces y mis costumbres. Uno al final, cuando le preguntan qué por qué no se va a vivir a Madrid o Barcelona, siempre piensa que ya no es que sea solo la familia o los amigos, son las costumbres que tiene uno en su tierra. Para mi Sevilla es un modo de vivir, una filosofía bastante inteligente, a diferencia de otras filosofías presentes en otras ciudades, pues aquí se vive de un modo diferente. Aquí sabemos vivir. Le damos mucha importancia, evidentemente, a nuestro trabajo, pero también le damos importancia a disfrutar”, afirma.
Una vida en torno a la música
Para el, es algo genético. Lo lleva en la sangre y brillan sus ojos cada vez que recuerda sus orígenes. Su pasión por la música no es casualidad. Lo ha mamado desde la cuna. “Mi familia siempre ha tenido la música muy presente, aunque de manera amateur y no profesionalmente. Ningún componente de mi familia se ha dedicado a la música, pero ya mi bisabuelo cantaba, mi abuela le cogió el gusto a cantar y, evidentemente, mi madre, que fue lo que mamó en su casa. Ella nos lo inculcó a mis hermanos y a mí. El único que no cantaba en mi casa es mi padre”, reconoce.
Recuerda que su madre perteneció a un coro rociero y, cuando era pequeño, la acompañaba a los ensayos. Ya por aquellos años aprendió a vivir la música de cerca al igual que hizo su madre en su día. “Es normal que, al final, me acabara llamando la atención”.
Así, es obvio que sus primeros pasos acabara dándolos allí donde aprendió escuchando y fijando su mirada. “Comencé en la música de la mano del coro de la hermandad de El Rocío de Sevilla, en el Salvador, y allí empecé a cantar con mi gente. Incluso ahí conocí a mis mejores amigos, Juan David y Chano, grandes sevillistas, por cierto, que todo hay que decirlo. Los pobres tienen que tener algo malo, ¿no? (risas). Formamos un grupito en el que la música era nuestro lenguaje”, recuerda.
“Cada nuevo disco es una nueva vuelta de tuercas. Se madura cada vez que uno hace una nueva canción y acierta o se equivoca en cosas»
Pero, como buen artista, no olvida cada uno de sus pasos. Y uno de los más importantes lo dio cuando se presentó a los castings de Operación Triunfo. A las puertas de una carrera, Hugo decidió apostarlo todo por la música. Y ganó. “Si no hubiera sido por OT no creo que me dedicara hoy a la música profesionalmente, pese a que mucha gente crea que soy injusto diciendo esto. Seguramente me dedicaría a cualquier otra cosa, pero la música seguiría jugando un papel muy importante en mi vida. No sé si seguiría cantando con mi grupo, igual sí. No sé si le hubiera cogido el gusto que le cogí a componer en los primeros años de OT y seguiría componiendo. Pero sí sé que la música estaría en mi vida, aunque no profesionalmente”.
Define aquella etapa como “choque planetario”. “Imagínate, ¿no? Para un chaval de barrio, cogerlo y ponerlo en un plató de televisión y que, de la noche a la mañana, te conociera todo el mundo, era difícil de asimilar y había que tener un poco ordenada la cabeza para hacerlo. A mí me supuso mucho porque fue el gran trampolín para que la gente me conociera”, reconoce.
No le dio tiempo a salir de la academia cuando, sin apenas imaginarlo, grabó su primer disco. “Me dijeron que tenía que cantar lo que me dieran, y yo lo canté muy orgulloso. ¿Quién me iba a decir a mí que yo iba a grabar un disco en solitario? ¡Era algo impensable! Recuero todo con muchas ganas y mucha fuerza, la cual sigo teniendo, pero evidentemente la novedad a uno le llama más la atención”, afirma.
Pero, pese a los muchos años ya como profesional, elude términos como “madurez musical”. Afirma que, en esto de la música, sigue aprendiendo cada día. “Cada nuevo disco es una nueva vuelta de tuercas. Se madura cada vez que uno hace una nueva canción y acierta o se equivoca en cosas. También es una profesión donde te tienes que reciclar todos los días porque si no corres el riesgo de quedarte atrás. Esto es una carrera de fondo que nunca acaba y hay que estar todos los días aprendiendo algo”.
Música, reflexión y nutrición
Le apasiona cantar, pero también componer. Pólvora es su último single, una canción con tintes románticos que compuso el día de su cumpleaños. “Cuando uno compone y cumple años a la vez, creo que se vuelve mucho más realista y le compone a esa realidad que, cuando tenemos 20 años, quizás no vemos con esa claridad. Mis canciones ahora son más realistas que las de hace unos años”, reconoce.
Pero llama especialmente la atención como Hugo Salazar ha combinado periodos de éxitos con largos periodos de reflexión alejados de la música, algo a lo que el da bastante importancia. “Esto es como un equipo de fútbol en un parón liguero. Pues, imagínate, ahora el Betis tendrá que reciclar ideas y poner cosas en su sitio. En la música ocurre más o menos igual. Cuando uno termina la última etapa, la de los conciertos, que a la vez se tiene que encerrar a componer, en ese aislamiento uno intenta perfeccionar lo que ha ido aprendiendo. Cada nuevo disco es una evolución y uno intenta evolucionar y lo que espera es que sea a positivo”.
Pero, pese a que ha logrado vivir de la música, considera que actualmente es de “héroes” sacar un disco y esperar grandes ventas aunque él, de momento, ha tenido suerte. Incluso afirma que el actual negocio de la música no ha influido en sus ganas de seguir. “La realidad es que yo siempre he tenido ganas de componer canciones y, por ahora, he tenido la suerte de que haya personas que me las hayan querido promocionar”.
Quizás es por ello por lo que, en uno de sus periodos de reflexión, se embarcó en una carrera universitaria. Una de esas espinas clavadas. En concreto, él la tenía desde que entró en OT. Abrió las puertas de la academia, pero cerró las de la Universidad. Nutrición y música. “¿Qué raro, no? (risas) Era una espinita que tenía clavada conmigo mismo”, reconoce.
El Betis como una de sus pasiones
Pero, aparte de cantar, componer e, incluso, estudiar, Hugo ha sido columnista de algunos periódicos deportivos sevillanos, donde ha experimentado una de sus pasiones desde cerca. Se emociona cuando decimos Real Betis. “Evidentemente, ahí me estás tocando la fibra. ¿Tú has visto como vengo hoy vestido, chiquillo? (señala su camisa verde). Mira, para aclararte una de las preguntas que me has hecho antes, yo no quiero que la gente piense que cuando he dicho que si Operación Triunfo no hubiese pasado por mi vida, yo no me habría dedicado a la música, pues digo siempre que la música es una de las pasiones de mi vida. Pero no puedo vender el hecho de que es la única pasión que tengo, pues el Betis es otra de mis grandes pasiones. Tengo muchas en mi vida y todas son igual de importantes. Mi familia, mis amigos, la música… pero el Betis es algo muy importante en mi vida”, afirma.
El gran culpable de su amor a las trece barras es su padre. “Él siempre me gasta una broma. El otro día tuve la oportunidad y la suerte de que me dieran una comida homenaje en la sociedad de veteranos del Betis, tanto a Quico Veneno, otro gran bético, como a mí. Y recuerdo que llevé a mi padre a ese almuerzo y me hicieron la misma pregunta que me haces hoy, a la cual respondí lo mismo que voy a responderte a ti. Hace 37 años, llamarme Hugo en esta ciudad era un poco complicado, porque no había ni un solo Hugo, aunque ahora haya muchos. Y yo le preguntaba a mi padre: papá, ¿tú por qué me pusiste Hugo? Y me decía: mira, porque el día que tú naciste, jugaba el Betis y metió tres goles un jugador que se llamaba Hugo Cabezas y, como yo te vi tanta cabeza, pues por eso te puse Hugo (risas). Mi padre es el gran culpable de ese beticismo desaforado que recorre mis venas. Cuando puedo ir al fútbol, voy con él. Después de la época de Lopera, se ha vuelto a sacar el carnet. Y ahora va al fútbol con un hermano mío y con sus nietos. Yo soy sufridor desde casa, pero cuando tengo oportunidad me gusta verlo con él y compartir el sentimiento”.
Recuerda que, cuando era pequeño, experimentar con todo lo que conlleva el Villamarín llamaba su atención. Le encantaba subir las escaleras del estadio y ver, al fondo, el césped como una alfombra verde. “Subía corriendo la escalera para poder ver el césped. Eso me encantaba”.
«El pique de barra de bar entre aficionados de Betis y Sevilla forma parte de la idiosincrasia de nuestra ciudad»
El ascenso en Burgos y ver al Betis en Europa no se borran de su memoria. “Ver a Alfonso metiendo ese golazo al Kaiserslautern fue espectacular. Fue en aquellos años cuando yo dejé de ir al fútbol con mi padre para pasar a Gol Sur. Y yo vi a ese Girondins de Burdeos, con ese gol de Zidane desde el medio del campo, y el empate posterior de Stosic, que nos acabó echando de la Uefa. He disfrutado mucho con el Betis. ¿Momentos históricos? La última Copa del Rey, evidentemente. Esa la pude disfrutar con mi padre y fue algo maravilloso”, recuerda.
Para él, no hay una afición igual a la del Betis. Por muchas razones. Pero entiende el Betis como una religión, pues ha visto y ha vivido en primera persona el Benito Villamarín con más de 12.000 personas en la presentación de las equipaciones para jugar en Segunda División, algo que le impactó. “Es por eso que digo que la afición del Betis es totalmente diferente”.
Incluso nunca ha tenido problemas por declarar su amor a unos colores en una ciudad futbolísticamente dividida como es Sevilla. “Si hay cordialidad y buen rollo, conozco familias que el padre es bético y los hijos sevillistas o al revés. Mientras haya respeto, no pasa nada. Al final eso forma parte de la idiosincrasia de nuestra ciudad, ese pique de lunes por la mañana de barra de bar. Eso es sano”, concluye.