Andrei Kobelev, la media aritmética, de Francisco Correal

Andrei Kobelev llegó al Betis en diciembre de 1992, después de una larga negociación con el Dinamo de Moscú. La intención de la directiva bética era conseguir su fichaje, junto al del delantero azerí Velli Kasumov, para reforzar al equipo e intentar pelear por el ascenso, el gran objetivo de la temporada, pero que en el primer tercio del campeonato liguero se había ido alejando.
Kasumov no llegó hasta febrero de 1993, por una serie de desacuerdos con el equipo ruso en la negociación, mientras que Kobelev sí estuvo en condiciones de debutar el 13 de diciembre en el Villamarín frente al Racing de Santander.
En su segundo partido liguero en casa, 3 de enero de 1993 contra el Figueres, Kobelev fue el protagonista del espacio Marcaje al hombre, del periodista Francisco Correal en las páginas de Diario 16 Andalucía.
Con Ruiz de Lopera haciendo las veces de Winston Churchill, el centro del campo del Betis es un simulacro de Conferencia de Yalta donde se turnan en la manija un norteamericano y un ruso. Ficharon a Andrei Kobelev para que introdujera un poco de lógica en tanto caos. Un caos que no deja de ser la lógica de esta Torre de Babel heliopolitana, una Giralda políglota y abigarrada en la que el muecín se queda mudo de tanto desgañitarse.
Sale Kobelev al campo y se ve rodeado de niños y de fotógrafos. Los primeros quieren que los segundos inmortalicen la instantánea con el ruso. Éste se impacienta ante la quietud de tanta pose. Ha sido llamado para llevar el balón en sus pies y para ello quiere entrar cuanto antes en acción, aunque sea en el calentamiento.
Avanzan los minutos y se erige en el nuevo líder del equipo. Un liderazgo asumido sólo a medias por sus compañeros, algunos de los cuales no ocultan las suspicacias ante el precepto bíblico de que los últimos serán los primeros. En esta tesitura, antes entra un rico en el reino de los cielos que el balón en la portería rival.
Kobelev se impone como un Guardiola algo carrozón. Es el encargado de ponerla, de hacerse una composición de lugar de los jugadores y aplicar el axioma económico del máximo beneficio con el mínimo esfuerzo. Frente a tanto barroquismo desesperante, su misión debía ser racionalizar las cosas, simplificarlas, cosificar el fútbol, que corra el balón.
Tarda en entrar en acción, lo cual le desespera. Recibe el primer balón transcurridos tres minutos y medio de juego, a pase de Monreal. Su participación irá “in crescendo”, alternando las cualidades defensivas con las estrictamente atacantes. Los paisanos de Dalí y de Kiko Veneno no le plantean una marca especial y goza de amplios espacios para diseñar su estrategia.
El medio ruso es la media aritmética del Betis, equidistante entre el que entrega y el que debe recibir. En teoría, un primor de futbolista. En la práctica, una aportación cuya sobrevaloración parece a todas luces desproporcionada, aunque es infinitamente mejor que Neimann, aquel estrambótico futbolista que también llegó de la ex Unión de Repúblicas ex Socialistas ex Soviéticas.
D´Alessandro lo coloca de guardagujas; es el encargado de frenar o acelerar el ritmo del juego verdiblanco, de calentarlo o congelarlo. Forma un insólito tándem cirílico con Cuéllar, que se repite en la urdimbre de las faltas y los saques de esquina. Con teloneros varios, como Monreal o Roberto Ríos.
Prueba fortuna con un disparo a puerta en el minuto 27. En la segunda parte, rompe el fuera de juego de la defensa del Figueras pero el balón se estrella contra su espalda y el peligro queda conjurado. Se suma en los momentos postreros a la salva de ocasiones fallida en los aledaños de Ferrer.
El ruso que llegó de Lisboa, escindido de su hermano siamés Kasumov, es un hombre pragmático. Con Ríos en el suelo y su padre en la grada, Kobelev procede a sacar la falta previamente señalada por Hernández Velázquez, don Teodosio. No estaban las cosas para emular a la Samaritana.