Antolín Ortega, admirable jugador, de Antonio Gómez
Antolín Ortega fichó por el Betis en abril de 1978 junto a Manolo Villalba. Ambos procedían del Cádiz que esa temporada estrenó su historial en Primera División. En ese momento el fichaje de Villalba parecía más importante y era el objetivo de la secretaría técnica bética, que tuvo que luchar con otros clubs como el Sevilla para hacerse con su fichaje. Durante las conversaciones mantenidas con la entidad cadista para plasmar el fichaje de Villalba surgió el nombre de Ortega como complemento de la operación, y es entonces cuando se concretó el fichaje.
Pero mientras que la carrera de Villalba en el Betis fue corta y llena de incidencias por la lesión grave que sufrió, la carrera de Antolín Ortega en el Betis fue larga y exitosa. Un total de 9 temporadas y más de 400 partidos con la camiseta verdiblanca, además de ganarse de forma unánime el cariño de la afición.
Ya desde el primer momento Ortega se fue haciendo acreedor de ese reconocimiento y como muestra este artículo del periodista Antonio Gómez en las páginas de Suroeste en abril de 1979.
Va a lo suyo, como debe ser. No le importa lo que digan o piensen de él… en el terreno de juego, porque sabe que da cuanto tiene y porque sabe también que quienes le conocen saben de su entrega absoluta. Es un hombre que está ahí y al que pocos observan con detenimiento, salvo los técnicos, para saber que es un profesional íntegro, sin querer con ello decir que no lo sean los demás.
Antolín Ortega, cuya condición física y contexto atlético responden a las características de un atleta nato, no regatea esfuerzo alguno a la hora de la preparación. Lo hace consciente de que es para él “su pan” diario que ha de permitirle estar en el equipo, del cual vive y mantiene a una familia.
Desde que está enrolado en el Betis jamás le hemos visto un mal gesto, malos modos en el terreno de juego o esconderse tras el palo del banderín de córner, como desgraciadamente hacen tantos y tantos jugadores en este balompié de nuestros días y también de nuestras penas.
Ortega—Antolín para todos—es afable, cordial, compañero dentro y fuera del rectángulo de juego y esto hace de él que todos le consideren y aprecien a la vez, y cuidado que en el fútbol, donde tantos y tantos intereses hay y donde el jugador no da cuartel a nadie por ese “vicio”—digámoslo así—de avaricia en defender su parcela, cuidar con todo su afán su sitio en el equipo, es difícil encontrar a un jugador que sepa cuándo es su momento y cuándo tiene que ceder ante el que viene detrás o acatar con disciplina la opinión del técnico.
Admiro a Antolín Ortega—como a otros jugadores de los que escribiré en su momento—esa constante en él de superar cada día la marca que hace el día anterior. En muchas ocasiones me ha dicho y suele decirlo él muy a menudo, que en todos los entrenamientos siempre aprende algo de sus compañeros, y es que su profesión es su propia pasión y de ella hace su hobby y también su auténtica profesión. Antolín Ortega, un jugador admirable por lo apuntado.