Betis y Sevilla, tal para cual
La temporada 1986-87 fue la del playoff. Los 18 equipos que componían la Primera División, al finalizar el campeonato a dos vueltas, se dividían en 3 grupos: los 6 primeros lucharían por el título de Liga, los 6 últimos por salvarse del descenso, ya que 3 se irían a Segunda División, y los clasificados del 7 al 12 competirían entre ellos por nada más que resolver la clasificación de esos puestos intermedios.
Tanto Betis como Sevilla, dirigidos por Luis Del Sol y Jock Wallace, iniciaron el campeonato con el objetivo de clasificarse entre esos 6 primeros. El Betis en gran parte de la temporada se mantuvo entre ellos, aunque a partir de febrero el equipo fue perdiendo fuelle y una derrota en la penúltima jornada 33 el Luis Sitjar ante el Mallorca le dejó fuera de la pelea. Terminó la Liga regular en octava posición.
El caso del Sevilla fue al revés, porque fue en las últimas jornadas cuando el equipo blanco reaccionó y tuvo opciones de entrar entre los seis primeros clasificados. Unas opciones que perdió en la última jornada en El Molinón, con una derrota ante el Sporting que le llevó a la novena plaza.
Al final Real Madrid, Barcelona, Espanyol, Sporting, Mallorca y Zaragoza ocuparon las seis primeras plazas, condenando a Betis y Sevilla a competir en el grupo intermedio, junto a Atlético de Madrid, Real Sociedad, Murcia y Valladolid.
En las páginas de Diario 16 Andalucía, en la sección Desde mi córner, el periodista Luis Carlos Peris analizaba el triste sino de los dos equipos sevillanos, su pésima clasificación y su poca importancia en el contexto del fútbol nacional.
Afortunadamente nada que ver con el panorama que a día de hoy viven ambas entidades.
Todo se ha consumado diez días después de que el Betis cayera cautivo y desarmado ante las huestes de Hassan en el Luis Sitjar. El Sevilla ha seguido el mismo camino y ambos se han metido como socios de pleno derecho en el club de los mediocres. Aquellos polvos trajeron estos lodos y tanto en Mallorca como en Gijón pasó lo que tenía que pasar, que sólo fueron dos batallas y la guerra se perdió a lo ancho y largo de la Liga.
El Betis tuvo en sus manos y en sus pies la clasificación, pero se quedó sin pilas en el último tramo, faltó la mentalización, llegó el fatalismo y todo se fue a pique. Lo del Sevilla ha sido otra cuestión, pues los blancos tomaron “chance” en la última recta, coincidiendo justamente con el desfondamiento de su odiado eterno. Es habitual en el fútbol sevillano estos flujos y reflujos que hacen que cuando uno esté arriba, el otro ande pasando fatigas. Por lo visto, es demasiado para el cuerpo que los dos coincidan en las alturas; sería pensar en una imposible Arcadia feliz.
Ya están los dos donde merecen y como justo castigo a sus pecados, hasta el sorteo se les ha puesto en contra. Si el “play off” de la mediocridad tenía alguna salida económica era la de los enfrentamientos entre ambos, pero no fue posible ni esa mínima felicidad. En Sánchez Pizjuán, del domingo de Feria; en Villamarín, el domingo del Rocío. Dos fechas de nulo poder de convocatoria y con mucho tomate, pero con guasa, intoxicaciones etílicas incluidas. Ahora tendrán que ponerse de acuerdo Retamero y Cuervas, aunque sea por una vez, para buscar otras fechas más adecuadas.
Lo de este año ha sido otro mazazo al aficionado de Sevilla. Uno más tras haber caído el Sevilla en Eibar y el Betis en Logroño en la Copa del Rey. El golpe de ahora ha sido, además, tempranero, antes de que las calles estén llenas de pasos y nazarenos. Una muerte súbita la del fútbol sevillano porque tiene dos equipos que no se los merece, porque sus representantes hacen el ridículo un año sí y otro también. Gijón, Mallorca y Zaragoza ¿qué tienen más que Sevilla? Posiblemente, unos clubs más coherentes y mejor organizados que los dos que padecemos por estos andurriales. A partir de aquí, todo será llanto y crujir de dientes en ambas tesorerías, las cuentas no saldrán ni con un milagro, se amagará una y mil veces con el 1.006, surgirá el “seremos grandes el próximo año” en boca de Luis Cuervas, y repetirá hasta la saciedad Retamero el “vamos a hacer tabla rasa definitivamente”.
En fin, la película de siempre.