Casanova, un noble gesto, de García Candau
Luis Casanova Giner fue presidente del Valencia entre 1940 y 1959, la gran época dorada del club ché. Cuando dejó la presidencia la directiva valencianista en 1969 tomó la decisión de rebautizar el histórico campo de Mestalla, en el que jugaba el club valencianista desde 1923, con el nombre del presidente dimitido. Un decisión bastante común en los clubs españoles durante la década de los 50 y 60, que hizo desaparecer de la denominación oficial los nombres históricos y populares con los que los aficionados conocían a sus campos de fútbol.
En 1994, coincidiendo con el 75 aniversario de la fundación del Valencia, el propio Luis Casanova solicitó al club que se recuperase el nombre de Mestalla, con el que la afición valencianista, a pesar de los más de 30 años transcurridos, seguía denominando a su campo de juego. Un cambio que se llevaría a efecto en noviembre de 1994.
Desde las páginas de AS el periodista Julián García Candau rendía homenaje a esta petición del propio Luis Casanova.
Luis Casanova Giner fue un gran presidente del Valencia. Con él vivió el club su época de mayor engrandecimiento en lo deportivo y social. Con él creció el viejo campo de Mestalla y con él surgieron algunos de los mejores de la historia del club. Luis Casanova, ejemplar en muchas cosas, como en el fortalecimiento del equipo de gestión, del que no se puede olvidar a Luis Colina, cayó en la tentación de aceptar que su nombre rebautizase el campo que llevaba el de una de las acequias emblemáticas del Tribunal de las Aguas. Luis Casanova, que vivió la buena época del Valencia y de Cifesa, empresa de su familia, tuvo un final triste a causa de la productora cinematográfica, que fue la que le impidió continuar al frente del club como habría deseado la masa social de entonces.
Han pasado los años y en Valencia a pesar de las nuevas generaciones, el nombre tradicional, el entrañable, sigue siendo el de Mestalla. Casanova, aprovechando la conmemoración del setenta y cinco aniversario de la fundación del club, ha tenido el noble gesto de pedir a los futuros administradores de la sociedad anónima, que devuelvan al campo el nombre de antaño.
La decisión de Casanova es tan respetable y admirable que sería injusto que se aceptara su petición como un acto puramente administrativo. Mestalla debe recuperar su nombre y si lo hace será gracias a la generosidad de Luis Casanova, que podría haberse quedado callado a sabiendas de que no había nadie con el valor suficiente para tomar esa medida que, no obstante, tenía su caldo de cultivo, pero si tal circunstancia se produce será el momento de homenajearle también de manera imperecedera.
A modo de subtítulo, Mestalla debería contar con una placa en la entrada principal en la que constara el respeto hacia él. Y por Puchades.