El adiós definitivo
Ya vimos hace poco aquí el homenaje que en septiembre de 1969 recibió el jugador bético Quico Grau tras 10 temporadas en el primer equipo verdiblanco.
El día después al encuentro contra la Portuguesa brasileña en la páginas de ABC se publicaba este artículo, a cargo de Arenal, en el que se recogían los momentos posteriores a la retirada de Grau del terreno de juego, tras ser sustituido por Díaz. Su llegada al vestuario, sus primeras impresiones cuando la retirada ya era una realidad y la intensa emoción que se trasluce en todo el relato. Y muy evocador el recuerdo hacia José Miguel Martínez, el ex compañero que llevaba 5 años en coma.
Una ovación cerrada. Cariñosa. Una ovación de las de verdad sonó en el Benito Villamarín anoche a las nueve y cincuenta minutos. Un jugador, camiseta verdiblanca, con el número “cinco” a la espalda, se encaminó hacia el túnel del vestuario local. Un gesto, ya común, el levantar los brazos para corresponder a los aplausos. Una sonrisa amplia. Unos pasos seguros. Así abandonó Francisco Grau Plá, por última vez en su vida deportiva, el césped del campo heliopolitano.
Hasta aquí ni una sola lágrima. Emoción, él me lo confesó después, mucha. Pero ni una sola lágrima.
Quico entró en los vestuarios. Le alargué la mano en señal de saludo y felicitación; y fue entonces cuando las lágrimas afluyeron a su rostro. Se sentó, como tantas veces lo había hecho, en uno de los bancos para descalzarse. La emoción retenida durante días, acrecentada en las últimas horas e incontenible en los minutos inmediatamente precedentes, no pudo ser contenida. Grau, lloró.
- Bueno…tanto tiempo esperando esto…ya ha llegado
No más de cinco personas en los vestuarios. Guardamos silencio. No haya nada que decir.
- Anda, vete a la ducha
Obediente a la insinuación del amigo se va en busca del agua que calme los nervios del momento. Ha sido mucha la tensión. Llega el eco del segundo gol del Betis. Grau vuelve. Me siento a su lado. Le dejo hablar.
- Tanto tiempo…Toda una vida de entrega
Apenas puede pronunciar palabra. Las lágrimas afluyen a su rostro. Le digo que se calme. Le digo más cosas, no al jugador que termina, sino al amigo acongojado.
- No, no te creas que es emoción. Es…todo…no sé
- ¿Qué piensas?
- Que si cuando se tienen veinte años se pudiera saber esto el jugador de fútbol sería fenomenal, no ya como jugador, sino como persona, que es más importante
- ¿Por qué? ¿Qué se siente?
- Ahora mismo una gran amargura
- Pero hombre, ¿no estás contento? Todo ha salido bien. Tu vida futbolística ha sido ejemplar
- La verdad es que no puedo pedir más. Mi final ha sido maravilloso, en el sentido de que todos me habéis tratado muy bien. Por favor, da las gracias a todos, a todos. De verdad.
Se ha ido vistiendo. Ya está más calmado. Hablamos de Jaime, el central juvenil del Sevilla que ha resultado con fractura de la pierna derecha. Se interesa por él, pregunta por la clínica a donde la acaban de trasladar y dice que irá a verlo en seguida.
- Es curioso. ¿Sabes lo que me dijo el capitán de la Portuguesa…? Que me retiraba muy pronto, que era aún joven. Si, joven…
Toma el peine y se va delante del espejo. Suspira.
- Llevo ocho días que no duermo. Hoy creo que tampoco lo podré hacer. Mañana…
- ¿Cuál ha sido el momento más emocionante de tu homenaje?
- Sin duda este que acabas de presenciar; el pisar por última vez los vestuarios. No te puedes imaginar lo que esto ha significado para mí. Mientras estaba en el campo, todavía… Luego, al entrar aquí me ha dado cuenta de que esto se acabó. No podré olvidar mientras viva este momento. Desde que me casé a los veintitrés años lo estaba pensando. Ahora que ha llegado…
Sus palabras son entrecortadas. No es momento adecuado para una larga entrevista. En el palco presidencial le esperan. Se oye el clamor del tercer tanto. Una última pregunta.
- ¿Te has acordado de alguien en especial?
- Pues sí. Me he acordado de un compañero que está en Madrid…Lleva cinco años, cinco años en una clínica. Él ha ocupado mi pensamiento cuando pisé el túnel de vestuarios.
Estamos en la escalinatas que conducen a la tribuna. No hay más tiempo que el de las despedidas. Grau me da las gracias. Soy yo el que se las tengo que dar, y se las di el domingo en estas mismas páginas y ahora se las repito. Gracias por el ejemplo de honradez. Gracias por tu singular comportamiento dentro y fuera del campo. Gracias, en nombre del Betis, de la afición, del fútbol sevillano, del deporte español. Estas líneas no pueden ser simplemente una despedida, no quieren serlo. Estas líneas son un hasta siempre lleno de admiración. Que tu ejemplo, Francisco Grau, sea seguido. Al balompié hispano le hacen falta muchos deportistas como tú.
…Y se fue, a seguir caminando por la vida, pero por otro sendero. Tres mujeres le esperan, Rosa, su esposa, Judit y Esther, sus hijas. Un hogar en el que siempre habrá un grato recuerdo de este segundo día de septiembre de 1969. El día del adiós definitivo.