Reivindicación del Balompié.
En esta semana que se cierra hoy la actualidad ha girado en gran medida en torno a la palabra Balompié.
Por dos razones: como eje fundamental en la demostración de que nuestro club es de 1908, y no de 1907 como tradicionalmente se ha venido manteniendo, y por la ausencia de la palabra Balompié en la renovación de la marca que el club presentó el pasado martes.
Es por ello que vamos a rescatar una publicación de 1908 más que interesante para datar la fundación de nuestro club.
La publicación a la que aludimos se efectuó en el diario madrileño El Imparcial el 1 de agosto de 1908 a cargo del escritor aragonés Mariano de Cavia, y en ella se proponía que la palabra inglesa «Foot-Ball» fuera sustituida por Balompié. En su publicación hace una expresa mención a una nueva sociedad de fútbol que varios jóvenes quieren formar, pero que no desean usar el vocablo inglés, al que dan por intraducible, por lo que acuden a él para que les ayude.
Mariano de Cavia así lo hace, y demuestra que «Foot-Ball» es perfectamente traducible como Balompié. Un mes y once días después, como ya vimos aquí, el 12 de septiembre de 1908, en el mismo periódico se publica la noticia de la constitución en Sevilla de una nueva sociedad deportiva que acoge el vocablo Balompié en su denominación. Es la prueba evidente y notoria de que el origen del club hay que fijarlo en 1908, y no en 1907, dado que en esa fecha la palabra ni siquiera existía.
Y sirva también este texto para reivindicar la palabra Balompié como parte fundamental e irrenunciable de nuestra denominación oficial.
Está en nuestro origen, es razón fundamental de su existencia y es la más antigua de las 3 que componen la denominación. Las otras dos, Real y Betis, no se incorporarán hasta diciembre de 1914, pero Balompié siempre ha formado parte del club en sus 114 años de historia.
Real y Betis, como hemos dicho, se adoptaron cuando la fusión/absorción del Real Betis Football Club en diciembre de 1914 por el Sevilla Balompié. Real Betis Balompié fue la denominación oficial que tomó entonces el club, que legalmente fue el continuador del Sevilla Balompié, como a continuación vamos a demostrar.
La imagen con la que encabezamos la publicación de hoy data del viernes 29 de enero de 1909, y en ella se informa de la constitución formal del Sevilla Balompié, al presentar su reglamento en el gobierno civil. Efectivamente en el Libro de Asociaciones del Gobierno Civil de Sevilla está registrada la inscripción del Sevilla Balompié tres días después, el lunes 1 de febrero de 1909.
En esta misma inscripción podemos verificar cómo, con posterioridad, se tacha el nombre de Sevilla Balompié y en su lugar se inscribe el de Real Betis Balompié, usando el mismo asiento (el 283), y dando continuidad legal a la sociedad inscrita en febrero de 1909.
Como finalidad de la sociedad aparece la frase «cultivar los deportes», lo que concuerda perfectamente con el primer reglamento del club de enero de 1909, que en su primer artículo dice: «La Sociedad denominada Sevilla Balompié tiene por objeto cultivar los deportes, especialmente el que lleva por título«.
Como curiosidad el asiento 288 del mismo libro recoge la inscripción del Sevilla Football Club el 4 de marzo de 1909.
Y como decíamos al principio a continuación el texto periodístico de Mariano de Cavia publicado el 1 de agosto de 1908:
Varios jóvenes amables se proponen organizar una nueva sociedad de “football”; desean darle un nombre español, y no acertando con él, me hacen la merced de apelar a mis cortas luces, porque ellos tienen por intraducible el vocablo inglés con que se denomina ese deporte.
¡Intraducible¡ Así como Napoleón, o quien fuese, dijo que la palabra “imposible” no era francesa, yo me permito creer que la palabra “intraducible” es una de las más inútiles de nuestro vocabulario. Para un idioma tan copioso, variado, expresivo y flexible como el español, muy a duras penas se halla una voz, o término extranjero, que no tenga equivalencia exacta, o que en último caso, y sin caer en el vicio del barbarismo, no se asimilable o adaptable con la debida holgura.
El término “football” no solamente no es intraducible, sino que al traducirse al pie de la letra—ya que el pie toma tanta parte en ese juego—nos encontramos con un vocablo español de la más clara significación y de la más castiza estructura.
El vocablo inglés es doble: está compuesto de “foot” (pie) y “ball” (balón). Pelota muy grande de viento llama el Diccionario de la Academia en la segunda acepción de la palabra.
Disponiendo, pues, en nuestro idioma de las mismas dos voces que en inglés, e igualmente precisas y breves, nada más lógico y hacedero que componer la palabra balompié, cambiando en ella la n del balón por la misma regla ortográfica que se sigue con ciempiés, sambenito, el apellido Sampedro, etc, etc
El “piebalón” sería una traducción harto servil de la palabra inglesa, bastante fea además, y por añadidura, opuesta a la índole de nuestro idioma, que con toda gentileza se nos manifiesta en otras palabras casticísimas, hermanas mayores del neologismo que me atrevo a proponer, en la esperanza de que deje de serlo muy pronto, para convertirse en una voz tan corriente como estas de rancio y puro linaje:
Buscapié
Hincapié
Rodapié
Tirapié
Traspié
Volapié
No sé si me dejo en el tintero algunas otras por el estilo. Con las precitadas podría hombrearse muy dignamente el balompié, gracias a la aceptación y extensión que en España ha logrado este deporte británico, si mi proposición mereciese igual favor por parte de los jóvenes deportistas y de los cronistas deportivos.
A los primeros en general, y más especialmente a los segundos, brindo esta modesta “ideica” en bien de la pureza y riqueza de esta habla española, por cuya conservación y acrecimiento todos debemos interesarnos de continuo, sin dejarnos vencer por la rutina y el culto inconsciente que se rinde al exotismo: culto asaz bajuno y excesivamente cursi en muchas ocasiones.
Cierto que al principio parecerá rara y chocante la palabra balompié, como acontece con toda novedad léxica; pero repítase varias veces el vocablo—balompié, balompié, balompié, balompié—y pronto se acostumbrará el oído, merced a la significativa y castiza estructura de esas tres sílabas. ¿No es esto mejor que decir futból, como dicen los más, diciéndolo torpemente y sin saber lo que dicen?
Y para no cansar más, aquí pongo término a esta vaga y quizá vana leccioncilla de castellano visto ordeñar, saludando afectuosísimamente a los briosos jugadores de balompié, y despidiéndome del vocablo nuevo con las palabras de un padre que no se fía mucho de la fuerza de la razón:
¡Fortuna te dé Dios, hijo¡