El patrón de pesca
El artículo que hoy traemos se publicó en el diario deportivo bilbaíno Excelsius el 7 de agosto de 1932. En él se describía la actividad del entondes llamado «patrón de pesca», un personaje que comenzaba a descollar de forma importante.
La profesionalización del mundo del fútbol era ya una realidad legal desde la segunda mitad de la década de los años 20. Con ello los fichajes estaban a la orden del día y todo un mundo de negociaciones, traspasos y fichajes comenzaba a imponerse. El «patrón de pesca» no es más que un adelanto de lo que sería la figura del secretario técnico, ya en otro paso en el que la profesionalización también llegaría a esta figura, pues en esta época de los años 20 y 30 los «patrones de pesca» eran aún directivos sin ningún tipo de remuneración.
Un ejemplo reciente de este caso podemos encontrar en las gestiones del directivo bético Carlos Alarcón de Lastra, y su excursión por tierras vascas en ese verano de 1932 para conseguir los fichajes de Joaquín Urquiaga, Roberto Martín y Simón Lecue, como ya vimos aquí.
Vamos a hablar un poco de este valioso producto, cuya importancia todavía nadie ha sabido aprovechar.
Precisamente, cuando el fútbol descansa de sus actividades y bullicio, cuando los jugadores cuelgan las botas y se despiden del amoroso cuero para entregarse a la plácida siesta de dos meses de estío; cuando parece que nadie se preocupa de todo esto, surge la figura trascendental del “patrón de pesca”. Hasta entonces, nadie conoce su vista.
Ya se sabe que al acabar la temporada terminan también los contratos de los jugadores profesionales y los compromisos de los amateurs.
Hay que pensar, por lo tanto, en la provisión de valores y de pertrechos que aseguren la temporada próxima. Hay que elegir nuevos combatientes y seleccionar a los “viejos”. Hay que prescindir—dolorosamente desde el punto de vista amistoso—de los que ya no sirven. Hay que mejorar el pequeño ejército, pulimentarlo, remozarlo, si es posible. El público—después de pasar por la taquilla—no admite en el campo vacilaciones ni “descensos de forma” en el equipo. Todo lo que sea avanzar aplaude jubilosamente; todo lo que signifique retroceso protesta y desdeña ruidosamente. Hay que evitar esto último y conseguir lo primero. Y de ello debe de encargarse el “patrón de pesca”. A él debemos encomendar esta importantísima labor.
A tal fin, todos los Clubs debieran nombrar—como se designan los cargos directivos—su “patrón de pesca”. No es fácil apreciar en su justo y verdadero valor los beneficios deportivos y económicos que en el curso de la temporada puede reportar un “patrón de pesca” orientado inteligentemente. Sobre todo en el orden profesional.
Claro que la misión de estos señores no puede ni debe limitarse a una actuación determinada durante los meses de inactividad futbolística—julio y agosto–. Hay que actuar durante toda la temporada. Y para ello habrán de privarse de ver jugar a su equipo, trasladándose los domingos al campo de su exploración.
De esta forma, el “patrón de pesca” no necesitaría ser aconsejado ni asesorado por nadie. Y, naturalmente, la gloria de sus éxitos o la responsabilidad de sus fracasos le corresponderían por entero.
No hay que olvidar que muchos de estos “pescadores” echan el cabo en lugares inesperados, donde colocan la caña gracias a las indicaciones de “los que conocen el río”.
Es preciso hacer llegar al convencimiento de los Clubs la necesidad de crear “oficialmente” el directivo “patrón de pesca”. Para algunas Sociedades podría ser el comienzo de una era de salvación.
Por otra parte, que el fútbol—en su aspecto pintoresco—adquiriría más salsa. Serían interesantísimos los pugilatos que habrían de entablar los “pescadores”, sobre todo si coincidieran varios de ellos en el mismo campo y con idénticas pretensiones. Se mirarían, seguramente, con suspicacia, con el recelo que produce la rivalidad.
Y es posible que en muchos campos “la entrada” del “patrón de pesca” se anunciara con cierta expectación, muy favorable para el mejoramiento de la taquilla.
Decididamente, el “patrón de pesca” tiene reservado en el fútbol un lugar preeminente. ¡A por él¡