El torero de la Pampa, de Juan Teba
Cuando Gabriel Humberto Calderón cogía la pelota en las inmediaciones del área para lanzar una falta contra portería visitante el Villamarín enmudecía.
Como ya vimos aquí, hasta en 12 ocasiones esas faltas al borde del área se convirtieron en goles. De esos 12 tantos, 8 se lograron en el Villamarín, ante Sevilla, Osasuna, Valencia, Atlético de Madrid, Barcelona, Espanyol, Las Palmas y Racing. Cuando eso se producía los gritos de ¡ Torero, torero, torero¡ saludaban al futbolista argentino.
Así lo describía el periodista Juan Teba en el año 1987 en las páginas de Diario 16. En el horizonte ya se atisbaba la difícil continuidad de Calderón en un Betis en una grave crisis económica…
Luis Del Sol era “El Cepillito”; Luis Aragonés, “El Mono”; a Quino se le conocía como El Poeta y el imprevisible Rogelio era El Caoba; Esnaola, “Gorriti”, y para todos Cardeñosa era El Flaco, como Rafael Gordillo era El Gordi.
Toda una galería de jugadores míticos que vinieron a engrosar la propia historia de resplandores y truenos de la sociedad bética, y que se completa a la hora presente con el argentino Gabriel Humberto Calderón, “el torero” para la hinchada verdiblanca.
Un “torero” que confiesa no haber asistido nunca a una corrida de toros. El apelativo se lo ganó un mes nada taurino como es enero. Jugaba en el Villamarín el Español de Javi Clemente cuando, mediada la segunda parte y con un gol a favor del Betis en el marcador, el árbitro señaló un golpe directo cerca del área españolista. Calderón cogió el balón con las manos, lo sobó, lo colocó con mimo sobre la yerba y se distanció un par de metros del esférico. Soltó una media carrera en perpendicular al cuero y lo golpeó con su pierna derecha. El negrazo N´Kono voló hacia su ángulo izquierdo como una pantera en celo, sin poder detener la parábola envenenada del balón que le enviaba Gaby. El silencio que preludió la ejecución de la falta se rompió con un clamor que repetía “¡Torero, torero, torero¡”.
El propio Calderón me lo contaba a su manera: “Cuando el árbitro pita una falta cera del área, siento un cosquilleo en el estómago que va subiendo hasta la garganta. Sé que es mi momento. Después, cuando golpeo el balón y lo veo dentro, ya no hay palabras para explicarlo. Ningún público, ni siquiera el argentino, ha interpretado nunca mi juego como lo hace el bético”.
En el verano de 1983 abandonó Argentina para “ganar plata” y recaló en Sevilla. Nunca sospechó que la ciudad le pudiera entusiasmar con tanta intensidad. Desde entonces vive entre la añoranza por un gran equipo con el que ganar títulos y dólares en abundancia y la desazón por abandonar Sevilla. A veces le falla el ánimo, cuando se pierde inexplicablemente un partido, cuando un compañero murmura de él, y pasa las noches en blanco dando vueltas en la cama. Todo termina cuando acierta con la portería contraria. Gaby se transforma, se hacen más claros sus ojos y subraya su acento porteño. Lo que más lamenta es haber llegado al final de la carrera deportiva de Cardeñosa: “Jugar con él era una pura delicia. Como jugar con El Gordi”.
Cuando a Calderón se le comentan las aventuras y desventuras del Betis de Lobo Diarte, Cardeñosa, López, Biosca y Morán, musita entre dientes: “Con aquella gente hubiera hecho diabluras”.
Es el único logro sólido de la gestión de Gerardo Martínez Retamero, un presidente más centrado en sanear la sociedad bética que en buscar jugadores que llenaran los graderíos del Villamarín. Hoy, entre los golpes francos convertidos y el decreto 1.006, Calderón es de propiedad incierta. A ningún seguidor bético se le escapa que sin Calderón el equipo estaría previsiblemente dentro del “play off” de permanencia. Pero es difícil que Calderón juegue en otro club español. Al menos, de momento. Le atrae la aventura italiana, competir en el Calcio de su amigo Maradona, de Ramón Díaz y de Pasarella. Lo peor fue no acudir a los Mundiales de México. La no llamada de Bilardo, el seleccionador argentino, le provocó una crisis que superó al sol de una playa onubense. A partir de ahora, cualquier cosa puede ocurrir en torno al futuro de este gaucho del fútbol que vino a dar con su concepción artística del fútbol a una ciudad que prefiere la finta, el requiebro y el gambetazo a un gol de rebote.