Entrevista Rosendo Romero 1977
Coincidiendo con la final de Copa para la que se clasificó el Betis en 1977 hubo en la prensa de la época un interés por ponerse en contacto con los protagonistas de la anterior final de Copa disputada por el Betis, la de 1931 en Chamartín contra el Athletic.
Ya hemos visto aquí las entrevistas que se realizaron a Antonio Tenorio, Pascual Aparicio, Manolo Simó o Federico Cazorla, en la que rememoran su visión de aquella final. También hubo otra entrevista a uno de los escasos supervivientes que aún quedaban. Se trata del delantero centro del Betis Rosendo Romero.
Como se puede leer al inicio de la entrevista hubo incluso dificultades para localizarlo. Una vez conseguido se pudo entrar en materia, a través de los recuerdos de Romero sobre su ingreso en equipo bético, procedente del amateur, sus primeros partidos con el Betis, sus recuerdos de la final de Copa, su salida del Betis y su posterior carrera futbolística.
En sus recuerdos se deslizan algunos errores, por ejemplo no se jugó contra el Gerona sino contra el Badalona, y no se menciona que también se eliminó al Real Madrid, pero estos fallos no empañan el interés por el testimonio de Romero. Tampoco era el único superviviente de la final de Copa,ya que por entonces aún vivían también Jesús Ruiz «Jesusín» y Juan Rafael Pedrosa.
A destacar también que el club sí hizo participar a Romero en las celebraciones posteriores a la conquista de la Copa, y existen imágenes en las que le podemos ver con el trofeo a los pies de la silla de ruedas.
Sabíamos que vivía por allí, por ese barrio que todos conocen como el de “Los Diez Mandamientos”, pero sin conocer a ciencia cierta el lugar exacto; en un quiosco de prensa preguntamos, y una chiquita joven y bastante agraciada, nos lo dijo terminando nuestro peregrinar, Manolo Ruesga y yo, por las calles Doña Clarines, Malvaloca, Cancionera, etc.
En la última de éstas era: bloque número 60, primer piso; una puerta con un rótulo dorado donde se lee Rosendo Romero. Aprieto el timbre y poco tarda una señora en abrir. A mi pregunta de si vive allí quien buscamos, contesta afirmativamente:
- Sí, pero está acostado; como ha terminado la película de la tarde…; pero ahora mismo lo llamo y lo saco
Y un par de minutos después, en una silla caseramente adaptada con cuatro ruedas rematando cada una de las patas, aparece Romero, el que fuera delantero centro del Real Betis el día de la final de la Copa allá por el año 1931.
Sus piernas, aquellas piernas que tantos goles marcaron por esos campos de Dios ya no existen; la gangrena y el bisturí se las llevaron.
- Romero—le digo–, quisiera charlar un rato con usted si no le importa
- Estoy a su disposición, siéntese
- ¿Le dice algo esta final que se juega el sábado? ¿Le produce nostalgia?
- Hombre, al cabo de cuarenta y seis años pues me trae muy buenos recuerdos; yo jugué además con mucha fe aquel día
- Pero usted entonces sería muy joven, ¿no?
- Sí, tenía dieciocho años. Hay que tener en cuenta que empecé a jugar en el Betis en el veintisiete en el amateur; estando de entrenador Kinké el año treinta me pasó al primer equipo
Y Romero sigue recordando; los hechos se suceden a borbotones y él los va narrando un poco sin demasiado orden cronológico, pero sintiendo, en el rostro se le nota, que todo lo que va contando fue una parte de su vida, bella y guardada en el rincón de las vivencias gratas.
- Me dijo entonces el entrenador: Romero, prepárate que vas a ir a Castellón. Y a Castellón me fui a jugar el primer encuentro de Liga, un encuentro que además ganamos, metiendo Adolfo un gol y yo otro. Después, aquel 1931, fuimos subcampeones de España, tras eliminar al Arenas de Guecho y a la Real Sociedad; también creo que al Gerona, aunque ya no recuerdo bien, son muchos años
Y la nostalgia vuelve a asomar al rostro de este hombre al que la fortuna ha tratado mal; en rostro en el que por otro lado se puede apreciar la forma en que ha asimilado su desgracia, pues eso que se llama resentimiento no se ve por ningún lado.
– Y a la postre, la final, una final que la jugó un equipo del que creo que por desgracia no quedo más que yo. Tuvimos mala suerte, pues se puso a llover; estuvimos en Aranjuez tres o cuatro días y anduvimos por allí paseándonos en mangas de camisa. Por la mañana, el día del partido, se puso a llover a las seis y ya no paró. Naturalmente esto favoreció a los vascos, que además habían ido al completo, con la falta tan solo e Lafuente, que había tenido un accidente de moto unos días antes. Frente a nosotros se alinearon Blasco, Castellano, Urquizu, en fin, todo lo que tenían. Los “once leones” que les llamaban.
– ¿Siguió usted jugando a la pelota mucho tiempo después, Romero?
– Pues estuve en el Betis el año siguiente, en el que ganamos el Campeonato de Liga de Segunda División, ascendiendo a Primera.
– Entonces, cuando se jugó esa final de Copa. ¿el Betis no estaba en Primera?
– No, estábamos en Segunda. Fue en el año 1932 cuando ascendimos, tras ganarle aquí al Oviedo, que era el que nos seguía, por cuatro a dos. Aquello fue una proeza, pues empezamos perdiendo y después remontamos el partido
– ¿Qué le ha dado el fútbol?
– A mí nada; yo trabajaba entonces de albañil, y cuando el Betis me fichó pues me dio el duro diario que yo ganaba trabajando para que lo dejara. Después de ser campeón de Segunda, tuve la mala suerte de que entrara de entrenador mister O´Connell al que le dio por Capilla, no sé si usted recordará su nombre, y a mí me cambiaron por Areso al Murcia, que fue además la única vez que yo cobré algo, pues me dieron diecinueve mil pesetas y cuatrocientas de sueldo mensual
– Eso, Romero, en aquella época era dinero, ¿no?
– Hombre, sí, era dinero
– ¿Y después, Rosendo, qué más hubo de fútbol?
– Pues después del Murcia estuve en el Hércules, y más tarde, con otros cuantos chavales de aquí, que creo que eran Angelillo, Enriquillo…en fin, unos cuantos del Betis, nos fuimos al Levante de Valencia. Allí hicimos un campeonato muy bueno, pasando más tarde al Cartagena, que fue en el equipo en que me hice una lesión de rodilla, cogiéndome allí la guerra. El mismo día que estalló, salía yo para acá. Todos los muebles se perdieron por el camino, ya estaba yo entonces casado
– Y después de la guerra, ¿no volvió a jugar al fútbol?
– Pues sí, jugué un año nuevamente en el Betis, que me fichó otra vez. Pero yo ya no podía con la pierna, porque tenía un derrame en la rodilla derecha. Jugué tan solo dos partidos
– Y tras la carrera deportiva, ¿qué vino?
– Pues después lo lógico: a trabajar; he trabajado mucho en el puerto
– Volvamos al Betis, a los recuerdos ¿qué le queda con respecto a él?
– Hombre, cuando me pasó esto de la pierna, el presidente de la Asociación de Cabezas de Familia escribió una carta al club y no han contestado
– ¿Ni dar señales de vida, Romero?
– Bueno, hubo rumores de que me iban a hacer unas entradas de la fila cero, pues todavía quedaban varios partidos de Liga; eso al menos le prometieron a mi hermano que había estado otras dos veces en la secretaría. Le dijeron incluso que ya estaban encargados los talonarios y demás, pero después de eso pues nada. Ni han resoplado
– ¿Y cuál es la situación económica de Romero en la actualidad?
– Hombre, yo necesito dinero. Ahora preciso de una gran alimentación, porque estoy comiendo muchísimo y desde luego gano poco: catorce mil pesetas. Tengo a mi hijo, tengo a mi mujer y, claro, me vendría bien una ayuda
– ¿Qué piensa un hombre en su situación de esos homenajes que se hacen a futbolistas de los de ahora, con el dinero que ganan?
– Pues hombre, yo jugué sólo cinco temporadas en el Betis, de todas maneras lo hice subcampeón de España y campeón de Liga en Segunda
– ¿Cómo cuántos goles habrá marcado vistiendo la camiseta del Betis?
– Eso ahora es difícil; marqué desde luego muchos, pero para contarlos habría que coger el historial. Fueron muchos, eso sí, bastantes
– Romero, ¿es bético?
– Desde luego que sí; bético a pesar de todo y le deseo lo mejor al equipo
– ¿Verá usted la final?
– Los de la Asociación quieren que me vaya al local a verla por la televisión en color; pero todavía no sé si la veré allí o aquí en casa; es que es muy molesto bajarme por las escaleras con la silla; ya veremos
– Y de la directiva verdiblanca, esa directiva que no ha contestado siquiera a la carta, ¿qué piensa usted?
– Bueno, yo no sé la situación del club ni su estado monetario; cuando se estuvo tratando de arreglar aquello de la fila cero, pues al señor que estaba en eso le dijeron que el club respondería según lo que se recogiera, pero después, ya ve usted, nada de nada, ni tan siquiera venir por aquí, aunque hubiese sido el botones. Pero por otro lado, pues también es natural que no se acuerden de uno, hoy todos los directivos son nuevos y claro está…
– Una última pregunta Romero, ¿se volverá a repetir el resultado de aquella final del 31?
– No creo; el resultado va a ser más ajustado. El Betis tiene una buena parte de atrás y puede hacer algo
Y ya lo dejamos; le habíamos interrumpido la siesta y ya pocas cosas quedaban por hablar; él, posiblemente tendría bastantes más en la mente, pero para esta breve historia de lo que va a ser la final y de lo que fue la de 1931 ya bastaba.
Un superviviente de aquella gesta bética vive todavía en Sevilla, en situación precaria, y sin que nadie se acuerde de él, pero vive.
Fuente: José Luis Montoya en Suroeste 24 de junio de 1977