Fallecimiento y homenaje a Roberto Martín. 1934

Roberto Martín fue uno de los muchos jugadores vascos que tuvo el Betis en los años 30. Procedente del Baracaldo fichó por el club verdiblanco en julio de 1932 junto al guardameta Joaquín Urquiaga. Este era el objetivo del Betis, pero en la negociación por su fichaje se incluyo también a este joven mediocampista (22 años) que llevaba 3 temporadas en la primera plantilla del equipo aurinegro, por entonces en la Tercera División, y al que había llegado del Portugalete, su localidad natal. Su condición social era muy modesta.
Poco a poco fue abriéndose hueco en el centro del campo bético, que por entonces, temporada inicial en la Primera División, tenía a Peral, Soladrero y Adolfito como titulares.
A comienzos de la temporada 1933-34 en un partido del campeonato Mancomunado disputado en el Patronato contra el Athletic de Madrid el 1 de octubre de 1933 sufrió un fuerte golpe en la región lumbar. Siguió jugando todo el partido, pero tras él tuvo que comenzar a recibir cuidados médicos.

Al mes siguiente, noviembre de 1933, la prensa informaba que Roberto continuaba enfermo y que marchaba a su localidad natal para reponerse junto a su familia. En el viaje fue acompañado por el practicante del club bético.

Desgraciadamente a comienzos de enero de 1934 Roberto Martín falleció en su tierra natal, víctima de las complicaciones surgidas tras el golpe recibido durante el partido contra el Athletic de Madrid 3 meses antes. La prensa bilbaína del momento nos da algún detalle más sobre las circunstancias de su lesión, al comentar que se produjo «a consecuencia de un traumatismo fatal, producto de una patada casual que le destrozó el pecho».
A su entierro acudió la plantilla del Betis, dada la casualidad de que el equipo se dirigía esa semana de Valencia a Santander para jugar con el Racing partido de Liga.

También la prensa bilbaína reflejó las circunstancias del entierro del jugador en Portugalete, con asistencia del Baracaldo, sus jugadores y aficionados.

Un mes después se organizó en Sevilla un homenaje con la intención de recaudar fondos para la familia del malogrado jugador. El 9 de febrero aparece en la prensa sevillana la siguiente carta anónima firmada simplemente por un bético, posiblemente algún directivo del club que estuvo presente en el sepelio, por lo que en la carta se indica:
» Hemos pensado siempre que el momento había de llegar, y por tal razón guardábamos silenciosos la impresión terrible que hubimos de recibir en aquella tarde triste, llena de amargura, en que acompañábamos a su última morada los restos del pobre muchacho.
Al dar tierra a los despojos de aquel hombre en plena juventud, evocamos con la imaginación las tardes soleadas y espléndidas del Patronato, cuando el pequeño Roberto deleitaba a la muchedumbre con la reciedumbre de su juego; sentimos el contraste duro, amargo, pero de una viveza tal, que ha de quedar en nuestra alma como recuerdo perpetuo de aquél que se fue para siempre.
Algo de esta enorme tragedia ha llegado al alma de la afición sevillana, pero debilitada por los diferentes factores que se conjugan, cuando nuestro espíritu joven y nuestro cuerpo sano sólo reclaman el goce del aspecto placentero de la vida.
La tragedia en aquel hogar vasco necesitaría de todos los lirismos de un poeta para que pudiera dejar en cada espíritu la huella profunda, que es fuente de piedad y deseo de aliviar los dolores del prójimo.
Conocéis, siquiera sea a grandes rasgos, la causa que impulsara al pobre Roberto a dejar su hogar y sus sentimentalismos lugareños. Roberto era una víctima de la crisis del trabajo,; nunca había pensado en que el fútbol pudiera significar el medio de vida para sí y para los suyos. El Betis lo trajo y en el Betis se hizo. Su valor y su energía encuadraron en la psicología del once blanquiverde, y quizá. por vez primera en su vida, se sintió dispuesto a las ilusiones de un porvenir risueño. El aplauso de la muchedumbre, el favor de los públicos, forjaron la rápida carrera de aquel muchacho, y los que lo conocíamos sabemos cuántos optimismos surgieron, al amparo de esta tierra de adopción, que empezaba a darle gloria y fama.
Por eso pensamos y queremos que sea la tierra sevillana la que ofrende a su memoria el consuelo debido. Por eso aspiramos a que sea el público de Sevilla el que lleve a sus ancianos padres el auxilio que les permita mitigar las horas tristes que han de vivir en en el recuerdo del hijo muerto. Confiamos en la generosidad de los que vieron a Roberto Martín en los días grandes, cuando ofrecía su juventud por el triunfo de los colores de Andalucía.
Contamos con el auxilio noble de nuestros eternos rivales. El Sevilla F.C. prestará al homenaje el apoyo material para organizar un encuentro, cuyos productos sean enviados a los padres del jugador desaparecido.
Esperamos de la afición la colaboración necesaria; estamos seguros de que loa aficionados de Sevilla probarán la nobleza de sus corazones participando en el homenaje a Roberto, y entonces podrá decirse una vez más, que nuestra tierra es un país de privilegio, porque sabe sentir y amar, que es patrimonio espiritual»
Un bético
El martes 13 de febrero de 1934 se disputó en el Patronato el homenaje, celebrándose dos encuentros consecutivos. A la una y media se enfrentaron el Club Deportivo San Jerónimo y el Club Deportivo Onena, y a las tres los equipos amateurs del Sevilla y Betis disputaron la denominada «Copa Roberto». Ese martes 13 de febrero era festivo por ser martes de Carnaval.
En el primer partido venció 1-0 el CD Onena. mientras que el segundo el equipo amateur bético se impuso por 3 a 1. Los equipos formaron así:
Betis: Suárez; Bollo, Medina; Curro, Solé, Quino; Cabezas, Caballero, Palencia, Quemao y Valera
Sevilla: Guillamón; Huesca, Ocaña; Fermín, Félix, Fernández; Bastos, Tejada, Alfaro, Blanco y Ufano.
El tiempo, lluvioso y desapacible, no propició el éxito económico esperado.