Figuras del Fútbol. Rogelio Sosa
Hace unas semanas comenzamos a reproducir unos reportajes que el diario deportivo Marca publicó en la temporada 1973-74 dedicados a narrar la vida deportiva de jugadores de fútbol del momento, y que tienen como principal característica el estar narrados en primera persona. Son un total de 294 los jugadores que aparecen en esta serie, todos de Primera División excepto Betis (11 jugadores) y Sevilla (7 jugadores) que esa temporada estaban en Segunda División.
Ya vimos aquí el reportaje dedicado a Luis Del Sol, y es ahora Rogelio Sosa quien se asoma a esta recopilación, con un texto publicado el 23 de julio de 1973.
Siempre he vestido de verde y blanco, desde que un gran aficionado, Manuel Infantes Ruiz, me trajo al Betis procedente del Victoria Balompié, aunque en varias ocasiones estuve a punto de cambiar de rumbo. Cuando fiché por el Betis juvenil me encontraba muy canijo y no me ponían en el equipo. Mi ilusión era jugar y para remediar lo que para mí era una verdadera tragedia, inconsciente de lo que hacía, me presenté en el Sevilla y fiché. Hice otro tanto con el Coria. En seguida me enteré de lo que había hecho, ya que la Federación me impuso un año de castigo por triplicidad de ficha. La sanción no me permitió jugar en los juveniles hasta el último año, y no sé si sería por esta causa, pero nunca llegué a figurar en las selecciones juveniles andaluzas, pese a que todos mis compañeros fueron convocados, aunque también, después, fui el único de todos que llegó a jugar en el Betis.
Cuando cumplí la edad de juvenil me mandaron a la Ponferradina para completar mi formación. Fui el máximo goleador del grupo de Tercera de León. No había cumplido los diecinueve años cuando Daucick me llevó al primer equipo del Betis, y aquí sigo en la brecha, con momentos amargos y otros felices en mi trayectoria deportiva.
En la primera temporada con Daucick era el jugador más joven del Betis y actué en dieciséis partidos. Llegó la segunda temporada y empecé a jugar como titular hasta que, en la quinta jornada, se empató aquí contra el Elche, cargándose sobre mí todas las culpas del resultado. El que desempeñaba las funciones de presidente me llamó a la secretaría para decime que debía marcharme. Trataron de que fichase por el Calvo Sotelo, a lo que me opuse pidiendo medio millón de pesetas por temporada, cifra entonces importante para un jugador que solo había actuado una temporada en el primer equipo. Ante mis exigencias se rompió la operación, a la que no estaba dispuesto, y los directivos del Betis me preguntaron si me había creído yo que era Puskas, respondiéndoles que solamente me consideraba un jugador más de la plantilla. Ante esta actitud me aseguraron que no volvería a vestir la camiseta del Betis, me suspendieron el contrato y sólo me dejaron un sueldo de 2.500 pesetas. Durante tres meses entrené sin desanimarme, porque estaba seguro que llegaría mi oportunidad de ser otra vez útil al Betis. Domingo Balmanya fue el que solucionó el problema al ofrecer una cantidad por mi libertad. Jugué el último partido de Liga y me lesioné.
El panorama cambió radicalmente en la temporada siguiente; realizamos una gira por Alemania, Holanda y Bélgica como preparación. El Betis había sido contratado para el Carranza, y parece que Dios dijo: “Rogelio, ahí tienes el Carranza para ti”. Me salieron las cosas a las mil maravillas, y de ser un jugador al que se había querido hundir, pasé a ser elemento clave del equipo para los mismos que auguraron mi ruina deportiva.
En esta temporada llegaron a ofrecer doce millones de pesetas por mi traspaso. Ante esta tentadora oferta acudí a los directivos para ver si podían traspasarme, pero al considerar que era elemento clave en el Betis no accedieron ni a la oferta del club que solicitaba mis servicios ni a mi petición, quedándome en el Betis creo que hasta el fin de mi carrera deportiva.
En los momentos difíciles recibí gran ayuda de un gran jugador que cubrió una brillante etapa en el Betis. Me refiero a Andrés Bosch. Solía darme muchos consejos, me animaba. No sé si por ser de casa atravesé temporadas en que el público estaba contra mí, llegando a descontrolarme en el campo. Era entonces cuando Bosch me decía que debía pararme a pensar la causa por la que las cosas salían mal y olvidarme del público. Efectivamente, comprobé que de nada servía precipitarse, querer enmendar el fallo en seguida, porque todo volvía a salir mal.
En mi vida deportiva se ha discutido mucho mi juego y, mientras a unos les entusiasmaba mi forma de actuar, a otros no les gustaba. Cada jugador tiene una forma de interpretar el fútbol. Aun creyendo que la preparación física es fundamental, prefiero al jugador técnico, porque la condición física puede llegar a adquirirse, pero es bastante difícil que quien no reúne condiciones técnicas llegue a aprender lo necesario, más en el fútbol actual donde, no sólo los delanteros, sino los defensas tienen que tener dominio del balón para ser útiles al equipo.
Yo he jugado en los cinco puestos de la delantera e incluso de hombre libre en la defensa, con los juveniles. Creo que el puesto que mejor va a mis condiciones es el de interior retrasado, aunque hoy en día no existan puestos fijos.
Alegrías y sinsabores he tenido bastantes. Guardo un gran recuerdo, como he dicho, del Carranza que ganó el Betis, cuando todos nos daban como meros comparsas de los equipos que acudieron aquel año, en el que el gran Benfica llevaba todas las apuestas a su favor. Otra gran satisfacción fue el ascenso del Betis. Jugamos la promoción frente al Granada, correspondiendo jugar el primer partido en el Benito Villamarín. Vencimos por dos a cero y marqué uno de los goles e intervine en el otro. Acudimos a Granada para defender una ventaja que no era muy grande y, cuando las cosas estaban más feas para el Betis, conseguí un gol que suponía nuestra tranquilidad y el hundimiento del contrario. Uno de esos goles que siempre se recuerdan con alegría. También el segundo ascenso supuso una enorme satisfacción y, por el contrario, los descensos han supuesto motivos de tristeza.
En estos momentos creo que me encuentro en plenitud de experiencia y con facultades para ser útil al Betis. Me resta un año de contrato y continuaré en el club hasta que los directivos quieran. Algunos se preguntarán que no he hablado de algo que muchos aficionados conocen. Me refiero a la forma de pegar al balón, que dimos en llamar de “rosca” y que, dicho de otra forma, no es sino darle con efecto. A lo largo de los quince años he marcado siete córners directamente, y eso que ya muchos porteros y defensas andan avisados y han evitado muchos.
Estoy agradecido al fútbol, porque es una profesión que me gusta y que facilita las relaciones de quienes lo practican. Y ahora a esperar que la próxima temporada suponga la alegría de un tercer ascenso con la camiseta verde y blanca que siempre he vestido.