José María De la Concha, un archivo del Betis, de Manolo Rodríguez
Como ya dijimos hace unos días AQUÍ, en este mes de abril se cumplirán 10 años del fallecimiento de José María De la Concha, uno de los grandes referentes en la historia del beticismo.
En el club lo fue todo, desde jugador del equipo amateur, hasta directivo y secretario técnico en numerosas ocasiones. Más de setenta años de su vida los pasó en contacto con el Real Betis Balompié y es, por ejemplo, el autor del actual escudo de la entidad verdiblanca tal como lo diseñase en 1957.
En noviembre de 1987 el periodista Manolo Rodríguez le dedicó este reportaje en ABC, en el que se repasa la larga trayectoria de De la Concha al servicio de su club. Como el propio titular del reportaje José María De la Concha era un archivo del Betis.
Recorrer la historia del Betis significa, obligadamente, encontrarse con la figura de José María De la Concha. Su vinculación al club ha sido siempre tan intensa, tan cercana, que difícilmente puede encontrarse algún pasaje de la vida de la entidad en el que haya estado ausente este todoterreno del beticismo. José María De la Concha fue primero aficionado, más tarde jugador, después entrenador y, por último, secretario técnico. Lo fue todo en un Betis que guarda en el corazón y en los papeles, en esos interminables volúmenes de recortes, fotos, entradas, calendarios y documentos que conserva como testimonio de una historia. José María De la Concha, el mismo que vivió las penalidades, que sugirió el boceto del actual escudo, y que contrató a la generación la Copa del 77, es un testigo excepcional del Betis y de sus circunstancias. Del Betis de siempre…
José María De la Concha conoció el Betis a los ocho años, cuando volvió de Buenos Aires donde había nacido en 1915 en el seno de una familia de emigrantes. Su familia se estableció en Puebla de Cazalla, y a partir de ahí empieza a desarrollarse un sentimiento que adquiere carta de naturaleza cuando De la Concha viene a trabajar a Sevilla, a una tienda de comestibles de Elías Barrios.
Primero como socio, y más tarde como futbolista al que le truncó la carrera una lesión de menisco, empieza a vivir el Betis desde las cocinas. Acompañó a los verdiblancos a Madrid en aquella final de Copa del 31 que perdieron por tres a uno, y todavía recuerda que “en aquel partido nos mató la lluvia y el estado del campo de Chamartín. Fuimos unos mil béticos, que no salimos defraudados, porque el Athletic de Bilbao era un gran conjunto, y porque el Betis supo estar a la altura de las circunstancias”.
Aquel Betis que dobló la rodilla ante los leones era un equipo de Segunda que ya estaba en puertas del gran salto. Y éste se consumó al año siguiente. De la Concha vio ascender a los verdiblancos, “el primer equipo de la ciudad que lo conseguía”, y gozó las mieles de aquel éxito que se consumó el 27 de marzo del 32 en Vigo. Fue una tarde de satisfacción y lágrimas, en la que los béticos se concentraron, como siempre, en el Bar Jerezano, en la Plaza Nueva, y en el quiosco del Pozo, frente a los jardines del Cristina, para conocer los resultados. Era el Betis del viejo Patronato, que presidía don Antonio Moreno Sevillano, y al que ya empezaban a llegar los vascos que lo hicieron campeón. Un título, el del 35, que a De la Concha le cogió en Camas, “donde la juventud de Sevilla iba a tomar el vino dulce”, y que vivió con toda la intensidad que imponían los acontecimientos. Por aquel entonces le unía una gran amistad con Unamuno, con el delantero centro de los campeones, y esto le permitió conocer de primera mano todas las anécdotas que ocurrieron en los campos, en los vestuarios y en La Flecha Verde, en el autobús con el que recorrieron los verdiblancos sus momentos más felices.
Después, una vez que se apagaron los ecos de aquel recibimiento triunfal, un año más tarde de la gesta, estalló la guerra. Los tanques italianos destrozaron el césped del campo de la Exposición, que había sido alquilado por el Betis sólo dos días antes del pronunciamiento, y una bomba destruyó la secretaría de la calle Bilbao. Eran tiempos de penalidades que combatían béticos como José María De la Concha, “pagando la cuota de un duro que cobraba el pobre Tenorio”. Eran años de privaciones en los que “el equipo viajaba en tren, haciéndose los jugadores las camas en el suelo”. Para entonces De la Concha estaba en la directiva, intentaba organizar los escalafones inferiores, y desde su posición privilegiada veía el trabajo de “algunos béticos a los que jamás se les podrá agradecer lo que hicieron”. Entre ellos destaca De la Concha a Moreno Sevillano, a Pascual Aparicio, a Manuel Ruiz, a Alfonso Jaramillo y a Pepe Valera, “al que todos los homenajes que se le hagan son pocos, porque Valera en el Betis ha sido de todo”.
- Más o menos como usted…
- No, él me gana en que fue un gran futbolista y yo no logré serlo
Para Antonio Tenorio, para los béticos de 1,10, para la gente que jamás se amilanó “aunque todo pareciera estar en contra”, para todos esos que hicieron Betis en la travesía del desierto, tiene palabras de elogio Jose María De la Concha, quien coincide, como muchos otros, en que todo cambió cuando llegó Villamarín.
- Sí, don Benito fue un presidente fundamental porque acabó con el espíritu de penuria que reinaba en el Betis, porque lo hizo grande creyendo desde el primer momento en lo que hacía.
A Benito Villamarín le debe mucho José María De la Concha. El gallego lo sacó de la Maestranza de Artillería donde trabajaba y le pidió dedicación exclusiva en el Betis. Corrían los años sesenta y debutó en Bolonia consiguiendo para el Betis la participación en la Copa De Ferias, “que por entonces se jugaba por designación de la Uefa y no por méritos deportivos”. A partir de ahí comienza su carrera como secretario técnico. Una carrera que tuvo varias fases, ya que, por medio, vivió tres temporadas al servicio del Atlético de Madrid, dos en el Real Madrid y una en el Calvo Sotelo. Como responsable técnico De la Concha presenta una hoja de servicios irreprochable. Vivió los momentos del Carranza y de los ascensos del 71 y del 74 y, sobre todo, fue uno de los grandes culpables de que el Betis ganase la Copa del 77. Una hazaña que todavía se conserva caliente en las entrañas del beticismo y que fue posible, entre otras cosas, porque De la Concha contrató a Javier López en un viaje relámpago a Santander; porque fichó a Cardeñosa y a Esnaola contra la opinión de Ferenc Szusza, y porque fue el supervisor de la adquisición de otros campeones como Benítez, Sabaté, Cobo, García Soriano, Megido y Eulate. Aquella generación es quizás el mejor aval de su trabajo. Un trabajo que consistía en comprar barato, y con cabeza, y en vender caro. Ahí están, si no, los cuatro millones que obtuvo el Betis por Aramburu; los ocho por Mendieta; los siete y medio por Cuiñas y Blanco y los cuatro por Mellado. Mínimos botones del sólido currículum de este bético que admira a cuatro presidentes que considera decisivos en la historia del Betis: “Ellos, Antonio Moreno Sevillano, Manuel Ruiz, Benito Villamarín y Pepe Núñez, cada uno en su época y en su momento, han sabido impulsar al club”. Un club que De la Concha lleva muy dentro. Tanto, que lo conserva en letra impresa en su propia casa. O mejor dicho, su otra casa. Porque la suya es el Betis.
José María De la Concha, con su mascota, su traje y sus recuerdos, vive hoy de espaldas al fútbol. Ha dejado vacío su asiento en Heliópolis “porque ya he sufrido bastante” y observa a su Betis “desde la distancia, sin entrar en las polémicas y en las cuestiones domésticas, aun cuando en las últimas elecciones le correspondió jugar el delicado papel de presidente de la Junta Electoral”.
Con este distanciamiento, De la Concha reflexiona en voz alta diciendo que “yo no le guardo rencillas a nadie, aunque desde que me fui me han olvidado completamente, a pesar de que yo ofrecí mi colaboración desde el primer momento”.
Pero así es esto. Sólo ha recibido silencio. Algo muy distinto a aquellos tiempos de Pepe Núñez en los que “las tareas estaban delimitadas en el seno del club” y en los que José María De la Concha tenía asiento en el Consejo Directivo para “responsabilizarme de todo lo bueno o lo malo que se hiciera en el plano técnico”. Aquellos tiempos en los que se fraguaba el Betis campeón. Un título que, sin embargo, abrió las puertas del descenso porque “en esa última temporada el club no funcionó igual que antes. Ese año, en noviembre, yo dimití porque dije que el equipo se iba a Segunda, y sólo me apoyaron Fernández Castañón y Fernández Aramburu. Yo era partidario de que se ficharan jugadores, de que hubiera un revulsivo, pero entonces no se quiso gastar dinero. Y por eso pasó lo que pasó”.
Pero todo eso es ya lejano. La historia ha corrido mucho desde entonces, y hoy se escribe sobre otros renglones. Hoy José María De la Concha habla poco, “porque he limitado mis conversaciones”, y concentra toda su actividad en otra de sus pasiones, en la Hermandad de los Gitanos, de la que es teniente de hermano mayor y hermano número uno. En otras épocas le dedicó su tiempo al patinaje, de cuya Federación Sevillana llegó a ser presidente, y al boxeo. Hoy, sin embargo, vive todos estos acontecimientos desde lejos. Pero le preocupa, cómo no, lo que pasa con el Betis. Es lógico. Es su vida.
Fuente: Manolo Rodríguez en ABC 8 de noviembre de 1987
No fue nunca el autor del escudo verdiblanco cuyo artífice-autor fue mi padre Enrique Añino Ylzarbe de Andueza 1931-1932.
Por quitar rombo cuadrado y poner escudo coronado Real Betis Balompié 1920 (similar al del Madrid) pero no a la misma altura que el citado rombo cuadrado, no es preciso alegar su presunta o supuesta autoría.
Lo único que se consiguió en la junta directiva celebrada en 1957 en el Hotel «La Rábida», presidente don Benito Villamarín Prieto, fue mejorar la ESTÉTICA al no asentar óptimamente la Corona de SM El Rey Alfonso XIII sobre el pico superior de la primera figura geométrica.
Finalmente no concuerdan los colores verdes y blancos con los sentimientos anónimos VERDIBLANCOS ya que los Blanquiverdes son los sentimientos anónimos cordobeses.
Un dislate no subsanado aún.