La final del agua, de Alfredo Relaño
Tal día como hoy de hace 90 años se jugó en el campo de Mestalla, en Valencia, la final de Copa. Una fecha inusual, motivada porque en esa temporada, la 1928-29, se inició en el fútbol español la disputa del Campeonato de Liga y se determinó jugar previamente el Campeonato de Copa, para a continuación, desde el 10 de febrero hasta el 30 de junio, jugar el torneo liguero.
A la final llegaron el RCD Espanyol y el Real Madrid. El equipo espanyolista tenía un auténtico equipazo esa temporada y había dejado en la cuneta al Sporting de Gijón, Arenas de Guecho, Athletic de Madrid y Barcelona, además de haberse proclamado vencedor en el Campeonato de Cataluña, por delante del Europa y el Barcelona.
El Real Madrid, también vencedor del Campeonato Centro, por delante del Athletic y el Racing de Madrid, había eliminado al Real Oviedo, Deportivo Logroño, Racing de Madrid y Athletic de Bilbao.
La lluvia de la jornada previa había dejado Mestalla hecho un lodazal, pero los acontecimientos políticos y la inmediatez del inicio de la Liga, motivaron la determinación de jugar el partido. Una tromba de agua caída instantes antes de comenzar el partido a las 14,45 horas agravó el estado del terreno de juego.
Un partido que se resolvió con victoria del RCD Espanyol por 2 goles a 1, con tantos de Tena II y Bosch para los blanquiazules y Lazcano para los blancos.
Así nos lo cuenta el periodista Alfredo Relaño en su obra «365 historias del fútbol mundial que deberías saber»:
Fue aquel el primer año en que se jugó en España el campeonato de liga, lo que hizo adelantar la Copa. Esta se desarrolló antes y su final fue el 3 de febrero, en pleno invierno. Una semana después empezaría la liga, con diez equipos, que iba a consumir sus dieciocho jornadas hasta llegar a las puertas del verano. A la final de la Copa llegaron el Madrid y el Espanyol, con un gran desarrollo previo del torneo. El Madrid había ganado sus ocho partidos, el Espanyol, siete y empatado uno. La final era en Valencia, escenario que se suponía más propicio en invierno que otros. Pero todo se iba a complicar bastante.
Porque por aquellos días llovió fuerte en Valencia. Hubo lo que ahora llamaríamos la «gota fría». Y además se produjo un grave incidente político: a primeras horas de la mañana llegó a Valencia, procedente de Sete, en Francia, un vapor (de nombre Onsala) a bordo del cual iba uno de los políticos más célebres de la época: José Sánchez Guerra. Para hacernos idea de quién estamos hablando, digamos que había sido jefe del Partido Conservador, presidente del Congreso, presidente del Consejo de Ministros, dos veces ministro de Gobernación y una vez ministro de Fomento. Sánchez Guerra se oponía a la dictadura de Primo de Rivera, por la cual se había exiliado en París, y su viaje a Valencia tenía como fin encabezar desde esta ciudad un movimiento para derribarla. Pero el intento fue detectado y él detenido nada más llegar a la ciudad, justo el día de la final. Quedaría recluido durante meses en el cañonero Dato.
Eso produjo cierta agitación en la ciudad, donde además había bastantes aficionados de uno y otro equipo que habían viajado a ver el partido. (Entonces, una final de Copa era lo más de lo más. La liga iría vampirizando luego poco a poco su valor, al compás de los años.) A la vista de la lluvia, se pensó en el aplazamiento del partido hasta el día siguiente, pero el gobernador civil citó por la mañana al árbitro y a los delegados de los equipos: «Ustedes deciden ahora mismo si se juega o no. No quiero alteraciones del orden. Bien entendido que si se suspende no se jugará ya en toda la semana aquí. No quiero que Valencia siga abarrotada de forasteros entre los que podrían colarse alborotadores». A la vista de que el domingo siguiente empezaría la liga, lo que presionaba de forma inusual en el calendario, y confiando en una aparente mejoría del tiempo, decidieron jugar.
Pero entre la una y las tres el cielo soltó una catarata. El campo quedó impracticable, pero hubo que jugar. Las fotos de los equipos formados sobre una laguna aún son llamativas hoy. De aquel chapoteo salió ganador el Espanyol, cuyo marco custodiaba Zamora (que pronto iría al Madrid, en 1930), que fue una vez más providencial. Marcaron Padrón y Bosch (el ala izquierda) para los catalanes y Lazcano para el Madrid. Fue la primera vez que el Espanyol alzó la copa. Y una curiosidad: Rafael Sánchez Guerra, hijo del detenido José Sánchez Guerra, y que le acompañó en el viaje, sería más tarde presidente del Madrid. Lo era cuando estalló la Guerra Civil, y hacía pocos meses que también tenía el cargo de secretario general de la Presidencia de la República.