La leyenda de Yashin, de Santiago Segurola
Conocido como La Araña Negra, Lev Yashin está considerado entre los mejores porteros de la historia mundial del fútbol. Nacido en Moscú en 1929 sólo conoció un club a lo largo de su vida: el Dinamo de Moscú, además de la selección soviética. Inició su vida deportiva como portero de hockey sobre hielo cuando trabajaba como mecánico en una fábrica de aviones, y a los 20 años entró a formar parte del Dinamo. Ahí comenzó una brillante carrera con su club y con la selección, con la que disputó los Campeonatos Mundiales en 1958, 1962 y 1966. En 1960 se proclamó campeón de Europa de selecciones nacionales y en 1964 subcampeón.
En 1963 obtuvo el Balón de Oro, siendo el único guardameta que ha obtenido tal título. Defendió en tres ocasiones la portería de la selección mundial de la FIFa, retirándose de la actividad futbolística en 1971 con 41 años.
Siempre fue característico su uniforme negro y con sus 187 centímetros y sus 84 kilos de peso, sus largas extremidades y su agilidad para salir del área pequeña, le valieron el sobrenombre mítico de La Araña Negra. En marzo de 1990 falleció de un cáncer de estómago y el periodista Santiago Segurola le dedicó en El País este homenaje.
Lev Yashin, el legendario guardameta soviético, murió ayer en Moscú a los sesenta años. Un cáncer de estómago acabó con la vida de este futbolista formidable, un portero cuya carrera adquirió proporciones épicas, cercanas a la fabulación. Las generaciones de aficionados y futbolistas de los años cincuenta y sesenta dotaron a Yashin de un perfil mítico que nunca le abandonó. Su presencia procuró por igual admiración y temor a los delanteros, intimidados por la figura de un portero poderoso, ágil y muy frío en los momentos decisivos.
La chavalería española de los años sesenta le descubrió en un mal día para el gran portero. En los patios de las escuelas se tejían historias fabulosas sobre el soviético Yashin, La Araña Negra. Nadie le había visto, sometidos los aficionados a los caprichos de la política franquista, que había impedido la confrontación de España con la URSS en la segunda ronda del campeonato de Europa de 1960.
Cuatro años después, los dos equipos se enfrentaron en Chamartín, en la final del torneo europeo de selecciones. Allí salió nuestro Yashin, ya con treinta y cuatro años, de negro riguroso, como mandaba la leyenda, dispuesto a ejecutar las proezas que proclamaban los escasos privilegiados que habían logrado verle. A Yashin le metió Marcelino un gol de cabeza. Fue un remate complicado, de gran agilidad, sorprendente por la decisión del delantero español, que prefirió cabecear un balón que llegó a dos palmos del suelo. La pelota salió cargada de veneno a la base del palo derecho de Yashin. Sólo hizo un gesto, como si le hubiera atacado el lumbago. El balón entró, y a todos nos quedó la impresión de que el portentoso Yashin también era vulnerable, aunque su indecisión no disminuyó nuestra lealtad hacia el gran portero.
Había nacido en Moscú en 1929. Muy joven abandonó el hockey sobre el hielo por el fútbol. Medía 1.87 y pesaba 84 kilos. Sus condiciones eran excelentes, pero hasta los veinticuatro años no logró la titularidad en el Dinamo de Moscú, el equipo de la policía soviética, oscurecido por el cancerbero Aleksander Kometich. Tres años después, Yashin encabezó la selección soviética que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne. Participó en el Mundial de Suecia, y en 1960 ganó la final del campeonato de Europa, en un partido memorable frente a Yugoslavia. Aquella tarde, frente a los exquisitos Sekularac y Kostic, se cimentó definitivamente el mito Yashin.
El guardameta soviético se distinguió siempre por su capacidad de mando entre sus compañeros y por un carácter metódico en la cancha. Siempre vestía un luto riguroso, y aunque muy ágil, tampoco fue colorista en sus intervenciones. Dominaba todas las facetas de su trabajo y siempre hacía sentir su mando en el área. Su poder de intimidación se observa en los cien penaltis que detuvo en su larga carrera deportiva.
En 1963 fue llamado para defender la portería del equipo mundial que se enfrentó al inglés en la conmemoración del primer centenario del fútbol. Aquel año fue elegido el mejor jugador europeo, y una temporada después escuchó una oferta descomunal del Flamengo brasileño. Yashin la rechazó. Eran otros tiempos. Con la selección soviética jugó hasta 1970, tras setenta y ocho partidos internacionales y quince años de presencia ininterrumpida en el equipo nacional. Un año más tarde se retiró del deporte activo. Para entonces su figura había traspasado los márgenes reservados a los héroes futbolísticos.
Aunque tuvo cargos de responsabilidad en el Dinamo de Moscú y en la Federación Soviética, sus problemas de salud le apartaron pronto de los puestos ejecutivos del fútbol. Su deterioro físico comenzó a principios de la década de los ochenta. Sufrió una hemorragia cerebral en 1982 y poco después le fue amputada una pierna. La noticias más recientes hablaban de la delicadísima situación de este portero monumental, uno de los hombres que más ha contribuido a la grandeza del mundo del fútbol.
Fuente: El País 22 de marzo de 1990