La simpatía «der Beti»
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El texto que hoy traemos se publicó en el diario vespertino Sevilla en octubre de 1950, al día siguiente a la disputa del partido de la jornada 4 del Campeonato de Liga de Tercera División entre el Betis y el filial malaguista, el Atlético Malagueño. Un partido que se resolvió con victoria bética por 4 goles a 2, con un triplete de Domínguez y el otro tanto a cargo de Ubis. A reseñar que uno de los goles del equipo malagueño lo hizo León Lasa, por entonces en el equipo blanquiazul, y que años después pasaría a formar parte de la entidad verdiblanca.
Lo importante del texto es que nos relata una serie de circunstancias curiosas y anecdóticas que nos dan una idea de lo que era una tarde de fútbol en los graderíos de Heliópolis una tarde de un domingo otoñal de 1950, algo poco conocido. Se relata con una mayor precisión la disputa dialéctica entre los aficionados béticos y un partidario del otro equipo de la ciudad presente en las tribunas de Heliópolis para «alentar con toda su alma al equipo contrario».
Recordando a Marañón en su conferencia de Sevilla, yo ahora hago mío, como prolegómeno, el que “si en alguna ocasión se ve, detrás de lo que digo, a alguien que pasa y que no nombro, ese alguien soy yo”.
Ayer fui a Heliópolis. Bien, fui bien; poca gente, que a la otra que aún le sobra el dinero se fue a ver a Malaver por cuatro duros. Y, como la tarde estaba pintona, los núcleos de aficionados eran manchas en la general. Átomo imperceptible del núcleo más numeroso, o la mancha más gruesa, de la izquierda al Sur era Torres III, ya que Torres I y Torres II jugaban en el equipo malagueño, que no tiene, con el debido respeto, nada de chanquete y mucho de cocodrilo.
Tuve que preguntar, lectores, para que se notara lo menos posible que no iba al fútbol con pretensiones de crítico deportivo. Dentro de mi epicentro, donde yo me situaba, pregunté por el extraño color de la camiseta o camisola deportiva del equipo malagueño. Nunca lo hubiera hecho, y así me hubiera evitado que me tachasen de “chalao”. Aseveración que si de parte de un malagueño es natural, pero la lanzó un sevillano sevillanista, muy conocido por cierto. Lo miré, me miró, se calló, me callé. Pero algún día le voy a preguntar por unas piedras de mechero o por cigarrillos “ideales”.
Ir a ver al Betis, si se demuestra simpatía por el equipo, es como un bautizo en Triana.
- ¿Ha visto usted que fino es Pulido?
- – Sí señor, muy pulido
- ¡Eeeeh, ése¡ ¡Árbitro¡… ¡Tas ciego, mi arma¡
Todo esto metido en la barahúnda de unos letreros muy ingeniosos, con monos significativos, algunos escritos en el librito de papel de fumar por los que instan para el pase del Betis a Segunda, y comentarios de quinielas. Así debe ser. Sevillano es el equipo.
Lo que no esclarezco muy bien es porqué este partidario del Sevilla (del que luego haré mención) va al campo del Betis, no a aplaudir a los jugadores del titular, sino a alentar con toda su alma al equipo contrario. ¿Qué gana con ello?
Dije que estuve metido en un núcleo deportista. Sí. Pues allí pasó esto. El relato, no muy fiel, no lleva pala literaria, y fue así:
- ¡Ole, viva er Palo¡, gritó un energúmeno
- Oiga usted, amigo. ¿Es usted de Málaga?, contestó pastosa e insidiosamente un nucleista
- Yo no, pero está jugando muy bien ese equipo
- ¿Y er Beti…no juega?
- ¡Er Beti no juega nunca¡
- ¡Que no juega er Beti¡ (Y a todo esto, ya se habían infiltrado en el núcleo verde varios militares graduados y sin graduación, linotipistas, albañiles, cobradores de tranvías, oficiales de entidades bancarias, dependientes de bebidas y un guardia municipal vestido de paisano). ¡Usted ve menos que un gato de yeso¡
- ¡Qué voy a ver ni voy a ver¡ ¡Lo que veo es que estáis en Tercera¡
- ¡Y qué, aunque estemos en Primera Regional, tenemos salero, simpatía, genialidad, que somos de Sevilla y no nos vendemos, ni compramos jugadores, ni hacemos cosas raras¡ So boquerón, que es usted un boquerón
- ¡Y usted un sábalo¡
- Vete de aquí, que tienes más pelos que una mona. (Yo me vine al primer tiempo y dejé allí la trifulca).
- ¡Que se vaya¡ ¡Que se vaya¡ (Y el aludido, impertérrito, me cuentan que siguió hasta el pitido final)
El aludido era un tipo con espíritu de contradicción. Por eso va al fútbol. En la calle no le hacen caso.
He sacado dos consecuencias de este partido: que hay leales al Betis, que es una virtud deportiva, y que el triunfo forma parte de la genial característica del que en mis tiempos se llamaba Real Betis Balompié.