Menos mal, era jueves, de Luis Carlos Peris.

En las vísperas del derbi Sevilla-Betis de enero de 1995, que volvía a celebrarse después de casi 4 años, la cadena radiofónica COPE juntó en una cena de confraternización a los presidentes sevillista y bético, Luis Cuervas y Manuel Ruiz de Lopera, en el hotel Colón de Sevilla el jueves 19 de enero.
Lo que tenía que haber sido un acto sin más, previo al partido, terminó como el rosario de la aurora, ante el horror de Amparo Rubiales, por entonces delegada del gobierno en Andalucía, que presidía el acto.
Mítico el diálogo con el que todo saltó por los aires:
Cuervas: «Yo no vengo de tomar whisky, yo vengo de mi trabajo. Y si me tengo que tomar un whisky me lo tomo porque sé tomarlo y tú no sabes tomártelo».
Lopera: «Por eso bebo agua».
Cuervas: «Eres un desgraciado, hombre».
Lopera: «Ya está bien borracho. No vengas provocando».
Al día siguiente, viernes 20 de enero, las lanzas se volvieron cañas. En otra tertulia celebrada a mediodía por la cadena SER, Cuervas y Lopera se saludaron sin que la cosa pasara a mayores, y en esa misma tarde la directiva sevillista visitó a la bética en el Villamarín, en el tradicional acto previo a los derbis.
Esa misma noche, la misma cadena COPE, ya en su emisión nacional a cargo de José María García, volvió a juntar a los dos presidentes, que se reconciliaron públicamente y quitaron importancia al enfrentamiento. Obviamente, con el paso del tiempo, lo que ha quedado en la memoria colectiva es la vergonzosa actitud de ambos presidentes en el hotel Colón, pero ya el periodista sevillano Luis Carlos Peris en su recuadro «Desde mi córner» en las páginas de Diario 16 Andalucía ponía las cosas en su justo término.
La gran explosión estalló, afortunadamente, con tiempo para llamar a los bomberos. Si la gran bronca del jueves en los micrófonos de la COPE se pospone, se acerca al partido, ni da tiempo a firmar el armisticio, ni Cuervas se abraza con Lopera, ni José María del Nido le da tregua a su espada vengadora, y cualquiera sabe cómo hubiera terminado todo de cara al gran festejo de mañana.
Fue jueves, y prescindiendo del bochorno ante Amparo Rubiales–¿qué hace una chica como yo en un sitio como éste? Fue la frase que resumió la cosa–, pasó lo que tenía que pasar, que quizá llegó la hora de dejarse de milongas y de querer atropellar la razón llevando a Sevilla y Betis de la mano.
Bien está que coincidan alguna que otra vez en los medios informativos, pero con la proliferación actual de programas y páginas, es mucha la dinamita que va acumulándose y, claro, llega el momento en que todo salta por los aires. Desagradable todo y extrañeza enorme de los profesionales que compartían mesa en el Colón. Stosic miraba a Suker y Serra no salía de su asombro, mientras que Luis y Del Sol le echaban oficio y tablas poniendo cara de póquer para demostrar que ya se extrañan de poco.
Luego al conjuro de José María García, las aguas retornaron a sus correntías y si no se dice basta, si no apagan las luces del bar del hotel, aún están Cuervas y Lopera dándose abrazos. Mejor así, pues en la noche del jueves pudo meterse el cainismo sevillano en un punto sin retorno, con sus mandamases nuevamente con las pinturas de guerra, desenterrado el tomahawk y ambas aficiones esperando en sus rincones con la guardia por los ojos.
Afortunadamente era jueves, tocaba milagro, y daba tiempo a que llegasen los bomberos para echarle agua a las medianeras.