Mesones, la soledad del mánager, de Francisco Correal
El 24 de mayo de 1992 en la última jornada de Liga el Betis recibía en el Villamarín al Palamós. Estaba en la cuarta posición del campeonato de Liga de Segunda División y, ya sin posibilidades de ascenso directo, debía vencer para asegurar la cuarta posición que daba acceso a la promoción. El rival para esa cuarta plaza era el Lérida, que jugaba en casa del Compostela.
Mucho se ha hablado en el mundo del fútbol de la soledad del técnico, quien desde el banquillo debe dirigir a sus once hombres pero con los que no tiene contacto durante el desarrollo del partido más que a base de gritos y miradas.
Sobre esta circunstancia el periodista Francisco Correal escribió en su columna de Diario 16 Andalucía «Marcaje al hombre» este artículo sobre cómo dirigió Felipe Mesones este partido. Con su característico estilo nos da pinceladas sobre diversos aspectos que concurrieron en el encuentro, que finalizó con la victoria del Betis por 1 a 0 con un gol de Kukleta.
El Betis se clasificaba para la promoción, que sería contra el Deportivo de La Coruña.
Debe ser como dirigir una película con mando a distancia. Estar sin ser visto, hablar sin ser oído, sufrir en contraluz.
Felipe Mesones se encierra con sus hombres en el vestuario. Pedro Buenaventura, siempre vestido como el que va de comunión, franquea la puerta del “Sancta sanctorum”. Llegan los chisporroteos de la arenga, los coletazos de la plática.
Los primeros en saltar al césped son los reporteros del inalámbrico, notarios del aliento y el monosílabo, Los socialistas Torres Vela y Rafael Palomino aparecen con sus vástagos, que se han hecho béticos en estos diez años de vino y rosas.
El técnico del Betis, bonaerense de cuna y murciano de adopción, le da las últimas instrucciones a Rogelio Sosa, una leyenda del beticismo reconvertida en ministro sin cartera del manque pierda.
El túnel que une el vestuario del equipo con la alfombra del Villamarín es un decorado del expresionismo alemán. Nosferatu es baja por sanción. Los chicos improvisan allí mismo una terapia de grupo, “…vamos a echarle muchos cojones…”, se escucha al meta Fernández.
El gallego Rodolfo está desesperado. Le han dado por error una camiseta con el número 9, a él, que nació para carrilero. Se coloca la prenda correcta y el minuto de silencio que se guarda por Santiago Tejera le permite incorporarse antes de que empiece el partido. Servicio “post-mortem”.
Mesones está acompañado por Alberto Tenorio, cuatro décadas al servicio del club. A ras del suelo, los jugadores se ven como gigantes, hasta el más negado impone un respeto descomunal. Hay una multiplicidad de códigos: Mesones le dice a Rogelio que le diga a Recha que le grite a Grussman que hay que meter la pierna.
Los laterales, en la primera parte Rodolfo, en la segunda Recha, son los interlocutores preferentes del tapado. En aras de una economía fonética, el entrenador prefiere la fórmula de los apócopes: Juli, Meri, Gabi, Rechi, Rodol, Gruss…
Kuqui, que no es otro que Kukleta, estrella un balón en el poste cuando el marcador electrónico da cuenta del primer gol encajado por el Lérida en Santiago.
En la primera parte apenas habla: muy concentrado, no mira las novedades del marcador, hace caso omiso de quienes le increpan, reparte mensajes muy concretos: “Pepe (por Mel), hay que trabajar un poquito más en el centro del campo”; “Rodol (por Rodolfo), no te marques tú solo”.
Tras el descanso, se habitúa a esta postración y se vuelve más locuaz. El Lérida vence al Compostela, un error puede ser fatal. Un profano se quedaría a dos velas con el metalenguaje del técnico: “¡Julio, hay que gritar¡”, “cabecea tres veces y nadie le molestó”.
Cuando Tenorio aparece con los guarismos del cambio (el 11 de Kukleta por el 16 de Zafra), un chaparrón de críticas e improperios rebotan en la guarida. El checo pone cara de pocos amigos, el técnico le da una palmada de consuelo.
Mesones se desgañita con el recambio. Lo malo es que Zafra está en la posición de teórico extremo izquierdo y habría que ser Pavarotti para que la admonición llegara a su destino. Otra vez la cascada de intérpretes. “Sale de refresco y va caminando, ¡no te digo¡”.
Mesones pertenece a los no fumadores. “Cada uno mata los nervios como puede. Miljanic se pasaba los partidos mordiendo palillos”.
Se ha consumado su cuarta promoción como entrenador; en las tres anteriores, Hércules y Logroñés le cerraron las puertas cuando entrenaba al Cartagena y el Zaragoza destrozó las ilusiones del Murcia.
El árbitro ha pitado el final. El exigente Mesones es ahora un hombre calmado y satisfecho, que abraza uno por uno a sus pupilos. Para Gabino, el abrazo más fuerte. El del padre al hijo más listo, aunque no siempre le traiga las mejores notas del colegio.