Otra vez Carriega, de Manolo Rodríguez.
En marzo de 1985 Luis Cid Carriega llegaba al Betis como entrenador de la primera plantilla, tras la destitución de Pepe Alzate después de la derrota contra el Athletic en el Villamarín. El equipo tenía ya 5 negativos y se situaba a un solo punto por encima de las posiciones de descenso.
En este artículo publicado en su sección El balón cuadrado dentro de las páginas de Diario 16 Andalucía, el periodista Manolo Rodríguez rememoraba la anterior estancia de Carriega al frente del conjunto bético, cuando llegó en septiembre de 1979 y no consiguió enderezar la marcha del equipo hasta enero de 1980, para luego terminar la campaña de forma brillante, y luego mejorarla aún más en la temporada siguiente.
Aquella tarde de enero la gente estaba muy nerviosa, quizá demasiado nerviosa. El Betis iba camino de Las Palmas, y en aquel avión semivacío se respiraba toda la tensión que imponen los malos resultados. Las cosas se habían torcido, y nadie sabía qué iba a pasar en el Insular. Luis Carriega, apurando el enésimo cigarro, tuvo un arranque de sinceridad. Me agarró el brazo y me dijo: “Pase mañana lo que pase, siempre merecerá la pena luchar por el Betis. No se puede dejar morir algo tan hermoso”. Al día siguiente, sábado, el Betis ganaba por cuatro a dos.
Ahora, cuatro años después, Carriega ha vuelto. Por segunda vez en la reciente historia del Betis. Como entonces, con las luces del quirófano encendidas. Como la primera vez, pada devolverle la fe a una afición que se ha divorciado del equipo; como siempre, para poner en órbita a unos jugadores que dudan de sus posibilidades.
Yo no sé si Luis Carriega va a resolver la papeleta. No sé si será capaz de intervenir con el riesgo y la urgencia que impone la situación. Sólo estoy seguro de que los directivos de Heliópolis han ido a buscar a uno de los mejores cirujanos del fútbol español. Un hombre que, al margen de sus diferencias con algunas personas concretas del entorno verdiblanco, es, sobre todo, un vendedor de ilusión, trabajo y compromiso.
Nadie como Carriega es capaz de ofrecer esperanza, ganas de vivir, deseos de luchar. Y esa terapia es la que necesita a esta hora el conjunto heliopolitano. Una capacidad de sufrimiento que el nuevo entrenador bético aprendió precisamente en la soledad del hotel Fleming aquel otoño dramático del 79. Mientras paseaba y sufría, Luis Carriega comprendió que no podía fracasar después de haber jugado tan fuerte, después de haber cruzado el corazón de Sevilla de Nervión a Heliópolis.
Y salió adelante. Apretó los dientes y sacó el libro. Silbó desde el banquillo y terminó con positivos. El Villamarín en pleno le pidió que siguiera y escuchó sus peticiones. Ganó arrasando en el Manzanares y borró del mapa al Barcelona en el Camp Nou. Hizo titular a Joaquín Parra y terminó con seis positivos. Y los béticos fueron felices.
Ahora vuelve. Quizá más viejo, más sabiamente viejo. Ayer, ya había cambiado el clima en el beticismo. Ahora hay, otra vez, ilusión y confianza. La trae un brujo que debió llegar antes. Martínez Retamero, aunque tarde, terminó acertando.