Entrevista Rogelio Sosa 1990
En mayo de 1990, con motivo del ascenso bético a Primera División, el periodista Alejandro Delmás realizó en Diario 16 Andalucía una entrevista a Rogelio Sosa, en la que rememoraba los ascensos que había vivido: tres como jugador y uno como jugador. La tituló: Rogelio, memorias de una pierna de caoba
Lo de Los Cármenes es lo más importante que me ha pasado a mí, no sólo como ascenso, sino en toda vida de jugador. Tenía 23 años, y apenas había vivido. Aquí, en Villamarín, lo encarrilamos muy pronto, marqué yo, de falta, luego Quino, y ganamos dos a cero. Allí ganamos cero a uno y ascendimos, y marqué yo también, pero las pasamos canutas. Los primeros treinta minutos fueron la leche. Campillo hizo un paradón impresionante, Grau sacó un balón casi de dentro, y en esto que a la media hora un voleón me cae a mí, Ñito que sale desesperado y yo se la toco por arriba. Así ascendimos. Era la primavera del 67, casi el verano.
En la 70-71 y en la 73-74, los ascensos no tienen mucha historia, porque subimos con un montón de puntos de ventaja. De la 70-71 me acuerdo bien de un partido por la mañana en Villamarín, en que el Castellón traía un portero muy grande, Corral creo, le metimos cuatro, y yo dos, los dos… por arriba. Ese año fue con Barrios. Barrios a mí nunca me decía nada, siempre se hinchaba de café, siempre tan bien trajeado, y este hombre que nunca me decía nada a mí, pero un día, en Mallorca, el año de Los Cármenes, me cogió al principio del túnel de los vestuarios, y me dijo: “Corre hoy, nada más que hoy”. Le metí la uña, ganamos uno-dos, luego cero-tres en Badalona… y a Los Cármenes.
En la 73-74 lo mismo, pero allí todo el mundo hablaba de Aramburu y Mameli… y los goles los metía to, catorce o quince. Decían que Mameli jugaba muy bien sin balón, je, je, le pasaba como a Iriondo, que entrenaba sin balón, y Biosca se tiraba al suelo muerto de risa, “míster, me han hecho falta, me muero”.
- En la temporada 73-74 pasa algo en el Sánchez Pizjuán…
- Esa temporada fue muy fácil, ya digo. Vinieron Esnaola, Iglesias, Olmedo, bastantes fichajes. En el campo del Sevilla sólo pasa que salgo veinte minutos porque tengo un pinchacito, y le meto una falta por la escuadra a Paco. Perdimos dos-uno, pero en casa les metimos tres. A mí siempre me ha encantado jugar en esa campo, era una bendición. Otro años, que nos concentramos en el seminario de Umbrete, y Barrios era su entrenador, ganamos allí dos-tres, me tiraron un huevo duro en el descanso, lo cogí, lo pelé, me lo comí… y se formó
- Nos falta la 78-79, Rogelio, segundo de García Traid…
- Ese año se asciende, aparte de todo, porque se repite aquel partido del Jaén, gracias a Dios. Pero yo creo que fue el único caso en que se echa a un entrenador con “más siete”, como le pasó a José Luis, que en paz descanse. Es el año del Getafe-Elche. Pero el anterior…
- Iriondo…
- Es que ese hombre…Si en la final de Copa hubo penaltis y todo y ni me sacó; lo que pasa es que aquella noche los compañeros tuvieron un comportamiento enorme, cogieron la Copa y vinieron a dármela a mí, cuando yo era, de toda la vida, el que tiraba los penaltis. En 1978, cuando bajamos, y yo me despido en Cádiz, que nada más que salgo Lobato me arrea una patada y luego se disculpa, “perdón, maestro, creí que era otro”, bueno, pues ese año yo le digo a Iriondo que no se puede reservar gente en Valencia el penúltimo partido, que allí hay que puntuar por lo que puedan tramar luego Hércules y Burgos. Se quedaron algunos en casa, perdimos uno-cero, y luego, aunque le ganamos a la Real, ya estábamos muertos. Recordar, recordar… Recuerdo el ascenso de Granada y, por el estilo, aquel Carranza, que le ganamos al Benfica
- Andrés Bosch…
- Siempre me defendía, “ánimo chaval, tú puedes”, y me enseñó que el líder es aquel a quien el equipo mira cuando el equipo pierde. Y Daucick, con quien debuté contra el Madrid, que decía “Pequeñas cosas hacen grandes cosas”, y Balmanya, que llegó a ofrecer medio millón de pesetas por mí cuando me querían echar, y Emilio Vara escribía que cogiese el tranvía y me fuese para Coria
El hombre va rebosando sobre las lunetas ahumadas que protegen la caoba de la luz. El hombre, el filósofo, el psicólogo, a los 47 años. Da el penúltimo vistazo a su pasado, a nuestro pasado.
- Cuando me echaron del Betis en el 87, después de treinta años allí, lo que más me dolió fue la forma, cómo se hizo. No por el dinero, no, porque tenía un sueldo cortito, y ya está. Yo di todas las facilidades, y me limité a pedir la cuenta. ¿Este Betis en Primera? Uff… Necesita, al menos, tres o cuatro futbolistas para andar con garantías. Cuando Retamero desmanteló el equipo, vino un desbarajuste porque los chavales, por Buenos que sean, necesitan un armazón en el que apoyarse. Yo he convivido con la que creo mejor generación de jugadores jóvenes de Sevilla, Quino, que una temporada metió 31 goles, Dioni, González, Antón, Demetrio, etc, y no sé cuántas veces descendimos entre todos. Me gusta muchísimo José Luis Loreto, el de los juveniles, porque no tiene vergüenza con los defensas. El Betis juega mejor ahora porque Puma ha empezado a pararla. Mientras antes la pongas allí, más ligero la tienes aquí.
- Rogelio, ¿Qué queda de aquel tiempo?
- Todo ha cambiado una barbaridad, sobre todo las tertulias aquellas nuestras, la convivencia. A todo le llega su tiempo, incluso a Curro Romero, pero ese es especial, porque cualquier día es capaz…, como lo que él hace no se suele ver, pues, ¿Espartaco? Ese es como el Madrid
- Rogelio, la “tostá”…
- Era un recurso de cuando yo empecé a jugaren el Victoria, con Manuel Infantes; pesaba treinta kilos, la enseñaba con la derecha, y la quitaba con la izquierda, todo muy seguido. Lo hacía en los salesianos, se lo hice una vez a Griffa en el Metropolitano, y fue a abrazarse con el presidente, a la pista de carboncilla
- ¿Qué pensaba Rogelio, qué lloraba, aquella tarde del 66 en que Gardeazábal lo expulsó junto a Cabral, y el Sevilla ganó uno-dos en Villamarín, el domingo ante de La Rosaleda?
- Que había picado, que ellos lo habían preparado todo para echarme. Fue un desastre, porque luego no pude jugar en Málaga, la tarde aquella en que Ríos aguantaba en el suelo a Quino en el suelo, “no te levantes, Joaquín, no te levantes”