Sir Stanley Matthews, de Cronos
Stanley Matthews nació en 1915 y debutó en la Primera División inglesa en 1932 con 17 años, en las filas del Stoke City, y en 1934 lo hizo con la selección nacional inglesa.
Su carrera es extraordinaria por su longevidad, pues permaneció como futbolista profesional en activo hasta la edad de 50 años, en que se retiró, después de 688 encuentros en la Primera División inglesa entre 1932 y 1965, con sus únicos dos equipos: el Stoke City y el Blackpool.
A lo largo de su dilatada carrera sólo consiguió un título: la Copa de 1953 con el Blackpool. En 1956 recibió el Balón de Oro, el primero que se concedió.
En 1965, cuando iba a cumplir los 50 años, recibió el título de Sir por parte de la reina Isabel II, el primero que se concedía a un futbolista en activo.
Carlos Méndez «Cronos» le dedicó este artículo en el Marca del 2 de enero de 1965, en el que nos relata sus inicios futbolísticos a pesar de la oposición de su padre.
Cuando el pequeño Stan cumplió los trece años, en aquella casa del barbero de Stoke se planteó un problema. El pequeño Stan no quería rapar barbas como su padre, ni subir a un ring como también había hecho el autor de sus días. El pequeño Stan quería dedicarse al fútbol.
La que planteó el problema fue mamá Matthews. Había despachado el peluquero al último cliente, había vuelto a casa, había pedido su té y había abierto el periódico. Echaba una mirada a los titulares, cuando se acercó mamá Matthews: “El chico está enfermo. Tú tienes la culpa. Tú no quieres que se dedique al fútbol”. El barbero dobló despaciosamente el periódico, se quitó las gafas, las puso encima de la mesa y miró a su mujer: “Bien quisiera darle autorización. Pero no puedo. Está por medio su porvenir. ¿Qué hará Stanley a los 30 años cuando tenga que abandonar el fútbol?”.
Aquel barbero de Stoke ya no vive para poder verlo. Se murió, después de que su hijo alcanzara los entorchados de internacional juvenil; después de que Stanley defendiera el nombre de la vieja Inglaterra frente a decenas de naciones; después de que el mejor extremo derecho de las Islas Británicas jugase contra el Resto del Mundo y contribuyese con sus templados centros a la victoria sobre la temible selección; después de que su retoño eclipsase la fama de Tommy Lawton; después de que la Prensa le llamase “El brujo del balón”. Se murió cuando ya Stan tenía resuelto el porvenir, pero antes de verle ganar una final de Copa. En su lecho de agonía se lo pidió: “Hubiera querido estar en Wembley el día en que el Rey le entregue la medalla de campeón. No viviré para verlo, pero me gustaría que no te retirases del fútbol hasta conseguirlo”.
Stanley fue campeón de Copa, como quería el viejo barbero. Vestía aquella tarde la camiseta del Blackpool. Enfrente estaba el Bolton. Era aquella la tercera final que iba a disputar. Había perdido las otras dos. Sobre la carga de la promesa hecha a su padre, Stanley llevaba la de los años. Sus sienes empezaban a platearse. Fue un partido difícil, que estuvo dos veces perdido. Matthews lo salvó. De su pie salió el pase que valió el tanto de la victoria y que firmó Perry. Cuando iba hacia el palco, a recibir la medalla con que soñó su padre, pegó una patada al césped: “Dije que volvería y aquí estoy”. Luego le impusieron la condecoración, paseó con sus compañeros la copa por el campo y se fue a su casa. Por fin había cumplido su promesa. Nada le quedaba por desear. El fútbol se lo había dado todo. El barbero podía sentirse orgulloso, podía alegrarse de haberle dado por fin autorización para esmerarse en los centros. Stanley Matthews podía retirarse del fútbol sin preocupaciones.
Pero Stan era hombre de metas. Lograda una, le apetecía llegar a otra, más dura, más difícil. Y en vez de quedarse en su jardín cuidando las flores, regando el césped; en vez de sentarse en el sillón a leer el periódico y a tomar el té, siguió en el fútbol, corriendo la banda, colgando balones maravillosamente templados sobre la testa del ariete de turno. Dejó, sí, el Blackpool, pero no porque le fueran a quitar el puesto. Se dio cuenta de que era el Stoke, donde comenzó a jugar a los diecisiete años, quien verdaderamente le necesitaba. Y volvió a ponerse la camiseta a rayas blancas y azules de sus años mozos, para que aquellos colores retornasen a Primera División. Era difícil, como difícil había sido ganar aquella medalla, pero lo logró también.
¿Qué más? ¿Qué otra cosa podía proponerse? Matthews lo pensó pronto: “Jugaré hasta los cincuenta años”. El 1 del próximo mes los va a cumplir. Y los va a cumplir jugando. De extremo derecho saldrá aquel día sir Stanley Matthews. Un título con el que no había soñado el barbero. Una meta en la que no pensó nunca el “Matusalén del fútbol”.
Seguro que cuando Isabel le llame al Palacio de Buckingham, para armarle caballero, mientras se cumple la emocionante ceremonia, Stanley Matthews tendrá los pensamientos lejos, en tiempo y lugar. Su imaginación revivirá aquella noche del problema en que su padre subió a su habitación de enfermo para decirle: “Creo que he llegado a la conclusión de darte una oportunidad. ¿De acuerdo?… Pero, ¡ejem¡…, con una condición: antes de abandonar el colegio tienes que ser internacional por Inglaterra”.
Y el hijo del barbero, cuando termine la ceremonia, será sir.
Fuente: Cronos en Marca 2 de enero de 1965
Imágenes de Stanley matthews con camiseta