Telechía, el capitán de aquel Betis ascensor, de Manolo Rodríguez
Francisco Telechía jugó en la primera plantilla del Betis durante 9 temporadas entre 1966 y 1975. Procedente del filial bético de los 60, el Triana Balompié, es el ejemplo fiel de una hornada canterana de jugadores que llegaron a la primera plantilla para suceder a la generación que consolidó al club en los años anteriores, y que dio paso a comienzos de los 70 a otra que alcanzaría grandes éxitos.
Telechía no fue un virtuoso técnico ni un fino estilista, pero sí el ejemplo de un futbolista rocoso, cumplidor y entregado al cien por cien a la causa. Año tras año llegaban jugadores a cubrir su puesto de central, pero al final era Paco Telechía el que terminaba jugando. Alcanzó la capitanía del equipo y le representó con honor y dedicación en aquel Betis ascensor de finales de los 60 y comienzos de los 70. Procedente de familia bética, su tío Antonio jugó en el Betis tras la guerra civil, transmitió a sus hijos ese beticismo del que es depositario.
A esa entrega noble y apasionada dedicó el periodista Manolo Rodríguez este relato en ABC en 1988.
Paco Telechía, aun cuando vivió en el Betis años relativamente modernos, fue quizá un futbolista más a la medida de los pioneros. Fue, como se dijo de Peral, un espíritu batallador, inquieto y caliente. Uno de esos prototipos, de los que también dio muchos el beticismo, que se ganó el sustento a base de casta, a golpe de corazón, y mordiendo en la disputa de cada pelota. Paco Telechía, que, evidentemente no fue nunca un jugador de lujo, sí fue siempre, durante las diez temporadas que se vistió de verdiblanco, un luchador, un sacrificado peón de brega, que vio desfilar ante sus ojos tardes gloriosas de ascensos, y días dramáticos de llanto; que despidió a una generación de nombres mitológicos y que saludó al llegar a ese grupo de jóvenes que, años más tarde, le darían vida a la “década prodigiosa”. Con unos y con otros convivió bajo el techo celeste de Heliópolis haciendo cada domingo su trabajo: marcar al delantero más peligroso del rival, y achicar balones. Ese fue su destino. Defender la portería de los que llevaban sobre el pecho el escudo de las trece barras.
Y así, ganándose la titularidad de un día para otro, consiguió ser muchas cosas que se propuso ser cuando jugaba en los descampados de Los Remedios. Llegó a ser capitán del Betis, se hizo conocido y familiar en el graderío de Heliópolis, se le asoció con los valores de cantera más sólidos que ha dado la entidad, y, sobre todo, hizo feliz a los que le rodeaban, a esa familia que era bética desde mucho antes de que Paco Telechía naciera.
Un nacimiento que tuvo lugar en Sevilla en agosto del 45, justo cuando el Betis vivía sus peores años en Segunda División. Hijo de un sargento de la Policía Armada, enraizado con el fútbol a través de dos de sus tíos, comenzó a dar sus primeras patadas en lo que hoy es la calle Asunción. Un solar que entonces era sólo campo, donde comenzó a alimentar sus primeras inquietudes. Desde allí se proyectó a ese terreno de los Salesianos de Triana que tan dentro está del corazón del beticismo, y en los infantiles del Colspe empezó a demostrar que podría ser futbolista.
Y lo comenzó a ser cuando, con quince años, lo llamó el Betis para una prueba. La salvó con éxito y le dio un nuevo rumbo a su vida. Pasó a ser el central de los juveniles del Betis, a las órdenes de Santiago Tejera, y allí conoció a nuevos amigos que, con el tiempo, llegarían a ser viejos y entrañables camaradas. Es el caso, por ejemplo, de Pepe González, con quien vivió tan cerca que hasta debutó en el Betis el mismo día, y de otros futbolistas que entonces pugnaban por ser figuras. Unos y otros, los que llegaron y los que no, pasaron más tarde por el banco de pruebas de aquel querido Triana, donde Paco Telechía pasó tres años inolvidables. Por los campos de Regional y de Tercera División , aquel defensa corpulento dio la exacta medida de sus posibilidades. Era, como lo recuerdan quienes lo vieron crecer, un defensor roqueño, de buen salto, con facilidad para el marcaje, y con una capacidad de trabajo que le conferían un papel imprescindible. En el Triana llegó a ser capitán, y desde ahí proyectó sus posibilidades hacia el primer equipo. Y, como es lógico, le llegó la hora…
- Yo debuté en el Betis el 27 de noviembre de 1966. Había jurado bandera apenas veintiún días antes, y mi primer partido lo jugué contra el Levante marcando a Héctor Núñez. Esa temporada jugué dieciséis partidos de Liga.
Ese fue el principio. Un primer acto marcado por el éxito, ya que aquella temporada el Betis consiguió ascender a Primera División después de ganarle una promoción apoteósica al Granada. En el banquillo había iniciado la temporada Luis Belló, pero al inicio de la segunda vuelta volvió a Heliópolis el entrenador de los milagros. Ese castellano seco llamado Antonio Barrios con el que los verdiblancos dieron por tres veces el salto hacia la máxima categoría. Telechía, desde su juventud, vivió las mieles de aquel ascenso del 66/67 e incluso estuvo a punto de jugar el primer partido contra los granadinos, “ya que Barrios me llevó concentrado a Oromana, pero, en la misma mañana del partido, Eusebio Ríos pasó la prueba a la que fue sometido”.
Precisamente ese verano de miel y ascenso recibió su homenaje en Heliópolis Eusebio Ríos. Se iba un mito, y llegaba un joven que quería comerse el mundo. En el foso también hubo relevo, y a Barrios lo suplió César. A Telechía le costó trabajo asentarse en la titularidad pero, finalmente, la obtuvo. Se la dio ese “padre” del beticismo que fue y es Pepe Valera, y encajado en ese equipo saboreó por primera vez el agradable aroma de la victoria ante el eterno rival al vencer en Nervión cuando agonizaba la primera vuelta. Sin embargo, esa temporada hubo pocas satisfacciones. El Betis se precipitó en Segunda acompañado por el Sevilla, y volvió a empezar una historia que sería casi una constante en aquella época. Era el síndrome del Betis ascensor, del equipo que se hacía y se deshacía cada temporada, y que atravesaba, otra vez, malos momentos en lo deportivo y en lo económico.
- Sí, aquellos fueron años difíciles. Estuvimos tres temporadas en Segunda División, y recuerdo que se vivió una época en la que parecía que el club se resquebrajaba. En lo económico se pasaron apuros, y en lo deportivo hubo que recurrir a la cantera. Pero, como ha ocurrido tantas veces, el Betis fue capaz de salir adelante
Sí, el Betis se reflotó, como ocurre cíclicamente en Heliópolis, pero a costa del trabajo de mucha gente que dio mucho a cambio de muy poco, y que peleó por esos campos a sangre y fuego a fin de que los sufrimientos no fueran mayores. Por entonces, Telechía ya era titular indiscutible. Era un futbolista que jugaba una media de cuarenta partidos, y que le daba empaque a una zaga en la que cada año, como antes le ocurriera a Portu, le traían caras nuevas.
- Es cierto. Mira, desde que yo empecé a jugar llegaron Pachín, Manolo Díaz, Frigols, Torréns, Biosca, Vicente López, Iglesias y Sabaté.
A pesar de los pesares, Telechía jugaba. Y lo hacía aun cuando el graderío le discutió muchas veces sus cualidades “como si eternamente se me estuviera comparando con Eusebio Ríos”.
- ¿Usted piensa que fue un buen futbolista?
- Yo sé que técnicamente era limitado, pero a mí se me utilizaba para otra cosa. Yo era un futbolista típico de marcaje que derrochaba entrega en el campo.
De sus cualidades para secar contrarios, y de su tesón espartano sobre la yerba pueden dar fe algunos de los grandes mitos de la época. Telechía se las que tuvo que ver tiesas con Amancio, con Vavá, con Zaldúa, con Gárate, “que era un excelente futbolista y una mejor persona” y, afortunadamente, tuvo que contender muy pocas veces con un futbolista que para él ha sido uno de los más grandes. Un futbolista llamado Joaquín Sierra.
- Sí, Quino era un fenómeno. Tenía un talento impresionante, y una facilidad para el gol que lo hacían peligrosísimo. Menos mal que era de nuestro equipo
- Por cierto, hablando de Quino, ¿cómo encajó la plantilla que Quino abandonara el Betis el año del ascenso, el tercero, con Barrios?
- Pues yo creo que la plantilla lo entendió, ya que al pobre lo tenían harto. El quería mejorar y el Betis no lo dejaba. Fue una situación en la que entonces se podía ver cualquier futbolista
Esa temporada del “affaire Quino”, la 70/71, el Betis alcanza de nuevo la Primera División, y al año siguiente consigue mantener la categoría. Pero en esa campaña ocurre algo que, de alguna manera, marcó la carrera de Paco Telechía. Fue el 19 de marzo del 72. Jugaban en el Villamarín Betis y Sevilla. Era un partido decisivo para ambos. Ya en la segunda mitad, los verdiblancos ganaban por uno a cero gracias a un tanto de Macario. Entonces, se pita falta contra la portería de Pesudo. Es a la altura de los fosos, y la lanza Pazos. El balón viene muerto a la cabeza de Telechía, pero éste, sorpresivamente, se agacha. La pelota queda a los pies de Acosta que fusila el empate.
- ¿Por qué la dejó usted pasar?
- Porque Pesudo me gritó por detrás “fuera, fuera”
- ¿Pesudo o Acosta?
- Es más, al acabar el partido lo hablamos en la caseta, y él me dijo que lo que había querido indicarme es que la despejara. Yo no entendí eso, porque tuve que hacer un esfuerzo para dejarla pasar… ¡pero si no hubiera tenido ni que saltar para darle¡
Esta historia dice Telechía que no lo traumatizó, pero es cierto que se la han recordado mil veces. Fue un lance de mala fortuna con el que caminó desde entonces hasta que en 1975 se fue del fútbol. Tenía apenas treinta años, y prefirió no andar por esos campos a costa de una dudosa rentabilidad económica. Prefirió irse tras aquel homenaje que le tributó Heliópolis en un partido contra el Mónaco. Al final, había tenido algunos problemillas con Szusza, y no quiso que las cosas fuesen a mayores. Se marchó con la cabeza alta, con la dignidad inmaculada, y con una hoja de servicios que, sin ser brillantísima, sí fue lo suficientemente importante como para que el beticismo no olvide a este defensa central que durante una década defendió su camiseta.
Fuente: Manolo Rodríguez en ABC 21 de febrero de 1988