Triste adiós de Maradona, de Javier García Candau
Diego Armando Maradona fichó por el Sevilla FC en septiembre de 1992 procedente del Nápoles, una vez cumplida la sanción de 15 meses que le impuso la Federación Italiana tras dar positivo en un control antidopaje.
El fichaje, por el que el club sevillista pagó 7 millones y medio de dólares tras unas larguísimas negociaciones, ilusionó a la afición del eterno rival y centró en el club la atención de los medios de comunicación.
El balance del astro argentino en la temporada 1992-93 fue bastante pobre: jugó 26 partidos y marcó 5 goles. Y a lo largo de la temporada mantuvo desencuentros cada vez más fuertes con la directiva del equipo. El 13 de junio de 1993 fue sustituido en el minuto 53 en el partido contra el Burgos jugado en terreno sevillista,. Salió del campo insultando a su máximo valedor, el entrenador Carlos Bilardo, y lanzando al suelo el brazalete de capitán. Cuando salio del terreno de juego abandonó las instalaciones sin esperar a la finalización del partido.
Fue su último partido con el club de Nervión, aunque los problemas burocráticos con la directiva sevillista continuarían algunos meses más. En el periódico deportivo AS el periodista Julián García Candau hizo balance de la estancia del astro argentino en el club sevillista dos días después.
Diego Armando Maradona se ha despedido del público de Sevilla con un escándalo. Lo que no es nuevo en su vida profesional. Maradona tiene la desgracia de dejar por donde pasa “memoria amarga”, como el Tenorio, y el recuerdo de una calidad inmejorable. Y también el lamento general de que nunca se sabrá hasta dónde podría haber llegado de haber tenido una cabeza mínimamente amueblada.
Maradona no ha sabido entender Sevilla ni a los sevillanos. Le habría resultado facilísimo ejercer en el balompié el papel de Curro Romero. Cuatro verónicas y media de vez en cuando le habrían permitido vivir idolatrado. Lo malo de Diego es que ha abusado de los pases de castigo y las medias con vómito.
El presidente del Sevilla no es hombre afortunado en su gestión porque, pese a sus esfuerzos por hacer el Sevilla un equipo grande, no consigue levantar cabeza. Se queda siempre a mitad de camino. Dicho también taurinamente, su equipo no pasa de las faenas aseadas. Maradona fue una mala ocurrencia, porque con él viaja siempre el conflicto. Y es hombre que tiene un problema para cada solución.
El domingo , como dirían en La Campana, pegó el mitin. Cuando lo relevaron se sintió humillado, insultó a Bilardo gravemente, cosa que oyó media España gracias a la televisión y, además, en un acto de puro desprecio, de falta de consideración al club, mientras paseaba su tripita, tiró al suelo el brazalete de capitán del equipo. Hace años, cuando a Cruyff lo expulsó Melero Guaza, se quitó el brazalete, que lleva las cuatro barras de la bandera catalana, y antes de entregarlo, lo besó.
Maradona se va sin que casi nadie lo sienta. Quizás los del Betis, que tenían en él inspiración para las chuflas. Maradona no ha sabido corresponder al trato recibido en el club ni al cariño con que fue acogido