El partido Balompédica-Betis. Comentarios y observaciones de un musulmán que presenció el encuentro
El 1 de enero de 1928 el Betis jugó en el Real Stadium de La Línea de la Concepción un partido del Campeonato de Andalucía contra la Real Balompédica Linense, en el que se impuso 2-3 el equipo verdiblanco.
Un partido que además fue bastante accidentado, pues, como era bastante habitual en el fútbol de la época, los equipos se emplearon bastante dureza, y en algunas ocasiones rayaron la violencia. Y en este terreno el comportamiento del público que asistió al encuentro tampoco se quedó corto.
Todo esto fue narrado en el relato que hoy traemos y que se publicó en el diario sevillano El Liberal el 3 de enero de 1928, dos días después de la celebración del encuentro. Se trata de un relato en el que un supuesto musulmán llamado Cherif-El-Madini cuenta lo que vio en el partido al que asistió.
Pero la gran novedad de su relato no se queda solo y exclusivamente en lo acaecido en el terreno de juego, que ya hemos dicho que era bastante habitual en el fútbol de la época. La novedad se halla en lo que nos cuenta de lo que sucedió a los jugadores béticos por la noche, una vez finalizado el partido y en el acoso que sufrieron por parte de una multitud dispuesta a proseguir con el comportamiento incivilizado anterior. Afortunadamente la actuación de las fuerzas de seguridad, Guardia Civil y Guardia Municipal, impidió que consumaran sus propósitos.
Al-lah me sea propicio para referir a mis muy amados lectores todo aquello que presencié en La Línea de la Concepción, antes, en y después del partido de balompié que con ocasión del campeonato andaluz se ¿jugó? Entre los equipos Real Balompédica Linense y Real Betis Balompié.
Y pido la protección divina, porque es bien difícil, aun para el cerebro de organización más perfecta, el ordenar cronológicamente los acontecimientos, a causa de la multiplicidad y de la extrañeza de las cosas que ocurrieron.
Hubimos de salir de esta nuestra Sevilla, la hidalga, acompañando a los béticos, “con la mosca detrás de la oreja” como reza un refrán que los castellanos tomaron de nosotros, sabiendo que a los jugadores del Sevilla habíanle sucedido incidentes desagradables en grado superlativo, con evidente peligro para la integridad física de los jugadores.
Pero nunca pudimos creer que las cosas llegaran al extremo que llegaron.
En resumen: íbamos a torear una becerrada y nos encontramos con una corrida de Palha, como dijo muy bien el presidente del Colegio Nacional de Arbitros señor Colina, que fue juez del encuentro.
Yo siempre había creído (soy lego en materia deportiva), que estos partidos en que va a probarse la destreza de unos muchachos fuertes y ágiles, eran simples pugnas entre dos bandos que se disputan una victoria más o menos práctica; pero nunca pude imaginar que en alguna ocasión se convirtiese el pugilato en batalla campal, en la que no solo son actores los que juegan sino el público que presencia la jugada.
A presenciar otros encuentros me llevaron amigos, y siempre vi que solían encontrarse los jugadores, al ir en busca de la pelota neumática, resultando alguna vez lesionado cualquiera de ellos a causa de la violencia del encontronazo.
El público, cuando esto ocurre, suele gritar protestando contra quien aparente o realmente tiene la culpa del golpe que puede matar a un hombre.
Pero en La Línea no ocurre así.
Comenzó el partido a la voz dada por miles de espectadores que gritaban: “¡Que maten a Carrasco¡” Este Carrasco, como saben nuestros lectores, es un jugador que suele rematar muy bonitas y eficaces jugadas, y en vez de aplaudírselas como corresponde en el terreno deportivo, los linenses pedían para él como haría cualquier fiscal con el más terrible criminal, una pena de muerte.
Mi secretario, que no ha aprendido tan bien como yo el habla castellana, al oír esto me decía: “Yo no saber manera; pero creer que aquel guardia (se refería a uno que con un junco en la mano estaba encargado de mantener el orden) en vez de gritar también, debe meter en la cárcel a los que chillan que matar Carrasco. ¿Por qué matar Carrasco?”.
Sólo con referir esto, quedará visto lo que acontecería en el partido, y que como no somos técnicos no hemos de reseñar en su parte deportiva, que por otra parte no existió.
Bien sentimos que no estuviese presente nuestro compañero Oreto, que con su peculiar acierto en esta materia, quizá nos pudiera haber dicho cosas muy curiosas.
Pero en la parte bélica sí podemos nosotros meter la cuchara, pues en este punto somos especialistas.
Durante todo el encuentro los linenses confundían lastimosamente el balón con las cabezas de los jugadores del Betis.
Mi secretario, que es un poco ingenuo, llegó a preguntarme: “¿Si de patada quitar cabeza y entrar en red, ser tanto?” Porque parecía que a eso se jugaba: a hacer “goal” con la pelota ósea que llevamos sobre los hombros y que utilizan algunos para colocarse el sombrero, otros para pensar y otros para dar cabida a intenciones criminales.
Al árbitro, señor Colina, uno de los mayores prestigios en materia deportiva, le gritaban que le iban a matar; a Jesús, el enorme portero bético, le dirigían palabras soeces que no es posible transcribir; a Germán le dieron un bocado en la oreja izquierda; Carrasco y Romero fueron golpeados a mansalva con los pies el primero y con la mano el segundo, y hubieron de sufrir la vejación, porque de responder podían haber sido expulsados del campo y frustrarse la consecución del campeonato andaluz, al que tan derechamente camina el Betis en la temporada actual.
Uno de los tantos que consiguió la Balompédica, lo fue en forma que mi mismo secretario, que sabe menos que yo de estas cosas, hubo de gritar: “¡No haber derecho¡” (Mi secretario ha estado en Madrid).
Fue en la forma siguiente: Jesús salió de la puerta y recogió el balón de un prodigioso salto, en cuyo momento un jugador linense se tiró a agarrarlo por los pies, habiendo de caer al suelo el portero bético, escapando naturalmente el balón, lo que aprovechó otro para meterse por bajo de él y empujar la pelota, entrándola en la red.
Pero cualquier día anula el tanto el señor Colina.
Si lo hace, tiene que dejar allí la piel, por estar constantemente amenazado de muerte y de cortes en la cara.
Pero lo épico fue después del partido, que contra todas esas cosas ganó el Betis, como era de justicia.
Los jugadores y el árbitro pudieron llegar incólumes a las casetas, gracias a la intervención de la Guardia Civil, a pesar de la cual, una parte del público denostaba a los “peloteros” sevillanos, que así llaman allí a los que juegan al balompié.
Protegidos por la fuerza pudieron tomarse los autos para ir al hotel, sin que faltase en el camino alguna que otra piedra por el aire, una de las cuales fue a dar en el codo derecho del masajista del equipo.
La bomba final fue, ya a las diez de la noche, en un café, en que los jugadores tomaban tranquilamente su taza de dicha infusión, que fue rodeado por la multitud y donde penetraron, destacándose de ella algunos individuos, llamando aparte a varios jugadores, quienes ingenuamente iban a salir, cuando vieron que al primero que habían llamado (un señor que es árbitro de la Federación Sur y cuyo nombre no recordamos), que acompañaba al equipo, le agredían.
Al revuelo acudió un solo guardia civil, y con su protección sola y la de algunos guardias municipales pudieron los jugadores salir y ganar rápidamente el hotel, que desde aquel punto y hora quedó rodeado de guardias municipales, quienes acudieron al toque de silbato de los primeros.
¿A qué seguir detallando? Creemos que con lo dicho es bastante para dar idea de la batalla que ha tenido que sostener el Betis en La Línea para ganar el partido.
Explicaciones después de los sucesos no faltaron.
Las pedradas, serían los chiquillos; los cortes que tiraron a Jesús, ¿quién los había visto?; el asunto no era con el Betis, sino con el árbitro, cuyo apellido siento no recordar; si a Carrasco y a Jesús los habían llamado a la calle para pegarles, ¿quién puede contener a un mala cabeza?
Estas son a grosso modo las explicaciones. Los comentarios huelgan. Están hechos en la frase que al principio estampé: la becerrada fue una corrida de Palha, a lo que mi secretario añadía: “¿Por qué si saber esto venir los de fuera a jugar aquí?”.
Y ya hemos dicho bastante, aunque algo nos quedó en el tintero.
Cherif-El-Madini