«Sociología del «MANQUEPIERDA»-Los mitos sevillanos del Real Betis Balompié»-«Triunfo».
«El único consuelo de los seguidores béticos–que son la capa más popular de la capital sevillana–radica en que de momento están en Primera, mientras que los señoritos del Sevilla, siguen en Segunda», escribía hace unas semanas una revista deportiva.
Con esto no hacía más que poner de nuevo en circulación la moneda lorquiana y tópica de un Betis fatalista, superticioso, proletario, republicano, populachero… frente a un Sevilla acaudalado, tecnócrático, elitista, monárquico y señorial.
Como en tantas cosas del Sur español, el tópico se ha cebado en el fútbol andaluz. Porque ni el Real Betis Balompié es «exclusivamente el equipo del pueblo» ni el Sevilla CF es por antonomasía «el club de los señores».
En todo caso, tales diferencias no están marcadas por caracteres locales, sino por la «eterna rivalidad» que dicen los cronistas y que es común a culés y periquitos, colchoneros y merengues, etcétera.
Sin embargo el Betis (que, pese a todo, es Real antes que Balompié) carga con algo que pocos clubes tienen: una mítica sociología popular, la sociología del «Manque Pierda».
«SURGE EL MANQUEPIERDA»
«En 1947 baja a lo que todavía se recuerda como «el foso de la Tercera».
Infierno de Dante en la mitología de la afición, del que el Betis resurge (aquí suele usarse el bonito símil del Ave Fénix), por fin en la temporada 1953-1954.
En los tiempos de «la gloriosa», era presidente un abogado, don Antonio Moreno Sevillano. Después de la guerra, se vuelve a la tradición de apellidos ilustres en la presidencia: don Alfonso Alarcón De la Lastra, don Francisco Cantalapiedra y Fernández De Toledo, don Eduardo Benjumea Vázquez-Armero.
Más tarde coincidiendo con «el foso de la Tercera», llega al club el dinero hecho fácilmente en poco tiempo en la posguerra, y los apellidos ilustres quedan a un lado.
Acceden a la Directiva muchos «nuevos ricos»: navieros, transportistas, exportadores, constructores, hombres de negocios prósperos, fáciles y cuentan que algo complicados.
Muchos de ellos vienen de fuera de Sevilla y quieren entroncar por medio del Betis–en Barcelona está ocurriendo lo mismo con el Español, y en Madrid con el Atlético–, con lo que juzgan lo más popular de la ciudad.
Estoy por decir que en estos momentos, una comparación de saldos bancarios entre los directivos béticos y sevillistas, hubiera dado predominio de dinero para aquellos.
Este dinero, de un lado (que sostenía los primeros pasos de un fútbol abierto al «marketing» de carne humana y a los corretajes de cesiones y traspasos), y de otro, la acuñación de una afición abnegada, fatalista, que se crece en el castigo y que frente a la adversidad de los avatares béticos confía siempre en el triunfo, permitiendo al club salir del infierno de Tercera.
De cuando está en Tercera, o sea, de los años 1947 al 1954, debe ser la creación del «manque pierda».
Se ha llegado a escribir que los equipos que desfilaban por «Heliópolis» fueron más o menos modestos; cada domingo el campo bético se llenaba de una multitud alentadora.
Los gritos de «¡Viva el Betis¡» surgían de las gradas hasta enronquecer. Si ganaba, «¡Viva el Betis¡». Y si perdía, «¡Viva el Betis¡».
Así surgió el grito escalofriante que en cinco palabras resume todo cuanto se pueda decir, en sentido ponderativo o analítico, de su titánico esfuerzo: «¡Viva er Betis manque pierda».-(4) Del Arco-capítulo XV: «A mal tiempo buena cara», páginas 186-187.
Pero parece que el «manque pierda» es de importación. Este «manque» por «aunque» no hay quien en Sevilla lo diga por Sevilla, ni en el habla más barriobajera del Pumarejo o de la Cava de los gitanos.
O de importación o de cartón piedra, alguien que lo dijo para hacer gracia, el caso es que suena a falso.
Y, sin embargo, hizo fortuna. Tanta, que hay más de cuatro que se otorgan su paternidad, con pruebas históricas incluídas.
Tal era la pasión bética de aquellos años, que cuando volvieron en el «Semíramis» hacia los años cincuenta, los prisioneros de la División Azul repatriados desde la Unión Soviética, en un reportaje publicado en la prensa local se decía que uno de ellos preguntó nada más bajar del tren:
–Oye, ¿sigue el Betis en Tercera?
Pero el Real Betis Balompié ya tenía detrás firmas de directivos para avalar créditos bancarios para hacer frente al fútbol mercantilizado que se acercaba, con un Real Madrid de «pentacampeón». El foso de la Tercera quedó atrás en el año 1954.
A pesar de todo, el «manque pierda» seguía en circulación, cada vez con más fuerza, con la oposición de muchos béticos ilustres, amantes de lo antiguo, que le quitaron el rombo al escudo del tiempo de la república coronado, para devolver la circunferencia de los tiempos del Rey al interior del triángulo listado de Enrique Añino Ilzarbe de Andueza.
Agustín de Foxá escribió del «manque pierda». Porque más que en los propios, la frase tuvo éxito en los extraños. Contribuyó decisivamente a formar la imagen simpaticona que el Real Betis Balompié tiene en toda España.
Cela cuenta, en «Viaje al Pirineo de Lérida», que la encontró escrita gloriosamente en la taberna de una perdida aldea.
Pero los béticos siguen empeñados en reivindicar tanta falsa imagen. Ahora el club tiene quince mil socios, entre los que hay casi tantos profesionales como obreros, si no más. Para demostrar que es falso eso que dicen los béticos chillan defendiendo a su club, pero que no van a ver al equipo jugar a la pelota, acaban de ampliar el campo hasta cuarenta y dos mil localidades.
Con todo, algo queda del mito. Hay quienes siguen uniendo superstición y afición. Uno de los tipos más pintorescos en la sociología bética es Antonio Moguer Márquez, «el chato Moguer», en un folleto titulado «Minibiografía y «otras cosas» de un bético feliz», que difundió en el campo la pasada Liga escribe:
«Soy superticioso cien por cien. De ahí tener más que creído que en las porterías del Betis tenían mal fario, y lo peor que es cierto».
Cuando se cambiaron las porterías–porque así se hizo–, Moguer pudo hacer la estadística del mal fario: «Dieciseis partidos con las nuevas, sólo cinco goles, las menos batidas de España al equipo local».
Dicen «mi Betis güeno» con el éxtasis que los romeristas hablan de «mi Curro del alma». Van al campo un domingo y otro, siempre con la esperanza del triunfo.
Aunque su imagen oficial es «Curro el de los periódicos», que vende el «Marca» en la Campana, hay otros béticos que se oponen a la estampa fandanguera. En uno de los últimos ascensos, cuando la ciudad ofrecía una recepción oficial al equipo triunfante, un alcalde bético, el catedrático de Arte y ex rector don José Hernández Díaz, se dirigió a ellos desde el balcón del Ayuntamiento diciéndoles:
–Señores béticos: Sí, he dicho señores béticos porque los béticos somos unos señores…
… Y la Plaza Nueva se venía abajo en aplausos. Sí, con los señores de la ilusión y de la gloria. Lo que pasa es que a los ojos de toda España, por culpa de la sociología del «manque pierda», los sevillistas les han usurpado la exclusiva del señorío».