Vladimir Gudelj, el descanso del guerrero, de Francisco Correal
El delantero yugoslavo Vladimir Gudelj llegó al Celta de Vigo en 1991 y cumpliría un largo periodo en las filas celestes: hasta la temporada 1998-99. Su primera campaña fue fulgurante, proclamándose máximo goleador de la Segunda División con 27 tantos y contribuyendo de forma fundamental al ascenso de categoría del equipo vigués.
Cuando el Celta llegó al Villamarín el 19 de octubre de 1991 el equipo celeste estaba imbatido tras 8 jornadas y Gudelj ya destacaba por su contundencia goleadora: 10 tantos en 7 partidos. En el Villamarín no mojó, ante la eficacia defensiva de su marcador Juan Ureña, y el Celta perdió su imbatibilidad con un 1-0 a favor de los verdiblancos, gol obra de Luis Márquez.
En su espacio Marcaje al Hombre en las páginas de Diario 16 Andalucía el periodista Francisco Correal dedicó este artículo a Vladimir Gudelj, un goleador que ese día no goleó, así como a las múltiples derivadas del conflicto bélico que por esos días asolaba la tierra de origen del jugador serbobosnio.
La máquina de hacer goles que es Vladimir Gudelj tenía que pararse algún día, aunque sólo sea para una puesta a punto. Al ritmo que llevaba, diez goles en siete partidos, podría terminar la temporada superando el medio centenar de dianas. En el Benito Villamarín probablemente no marcó por pura sensatez futbolística.
Es atributo imprescindible del goleador la escaramuza, la paciente astucia de salteadores de esas diligencias que son las defensas rivales. Apenas intervino en el partido y, pese a esta inmersión, tuvo en sus pies la ocasión más clara del encuentro, más propicia para acabar en gol que la propia jugada de Márquez que constituyó la única novedad en el marcador.
Ureña se convirtió en su secante, habría ido con Gudelj a misa si al yugoslavo le hubiera entrado un arrebato místico en pleno partido. El defensa bético eclipsó totalmente el morbo del partido, oscureció la puntería de un delantero que ha marcado el ochenta por ciento de los goles de su equipo.
Pese a todo, nada más saltar al campo ya le había metido el miedo en el cuerpo a los aficionados béticos. “Papá, ¿quién es ese que mete tantos goles?”, le preguntaba un niño a su padre. “Un yugoslavo”. La respuesta es el jeroglífico que intentan descifrar los negociadores comunitarios en la Conferencia de Paz de La Haya.
En la historia del Celta hay que remontarse a uno de los incombustibles del actual campeonato liguero para encontrar un goleador de similar facilidad ante la puerta contraria. Cuando Lucas se proclamó Pichichi en Segunda División se llegó a especular con una millonaria oferta del Milán. Después de la tempestad vino la calma y Lucas siguió haciendo goles galleguistas en el Orense y en el Compostela.
Ahora es Gudelj el que está en la agenda de los numerosos intermediarios. Llegó a Vigo casi a hurtadillas, poco menos que de escudero del centrocampista Juric. Croata éste, serbio aquel, aunque criado en ambientes bosnios, amigos inseparables a pesar de Tudjman y Milosevic. Venía casi de polizón y ahora es un héroe en Balaídos.
Ureña no se había adentrado en tales sutilezas para convertirse en la sombra de su par. Es la asepsia natural del marcador: da igual que la presa sea alto o bajo, fornido o enclenque, mucho menos que se trate de un serbio desgarrado por el conflicto bélico de su país: croatas su novia y su mejor amigo, bosnios los vecinos de su juventud. Fútbol es fútbol, que diría Boskov, y no una Escuela Diplomática.
Gudelj proviene del Velez Mostar, equipo ubicado a pocos kilómetros de las aguas del Adriático, en esa línea Maginot del fútbol balcánico que se extiende desde Rijeka hasta Split, litoral de puntos suspensivos con ciudades a las que tanto deben los poetas: Venecia, Trieste, Dubrovnik, acosada por las bombas federales.
Ureña no se estudió la biografía de Gudelj para marcarlo con una severidad espartana. El bético quizás no sepa que los yugoslavos son mucho más amantes del fútbol que de la guerra, que este deporte forma parte de su memoria colectiva, como acredita ese metafórico partido entre rusos y yugoslavos cuya retransmisión radiofónica forma el cordón umbilical de la película de Emil Kusturica “Papá está en un viaje de negocios”.
Gudelj tiene veinticinco años y ayer no marcó. Los goles son su salvoconducto. Ayer no tuvo su día. Cuando controló el balón por primera vez habían transcurrido dieciocho minutos. No importa, su cotización ha subido como la espuma. En Vigo dicen que si Lertxundi cambiara de política, Gudelj podría convertirse en el primer extranjero en la historia del Athletic de Bilbao. Claro que hoy por hoy un yugoslavo es un extranjero de sí mismo.